Carolina Alcalde 19 de julio de 2023
@caroalca
Los
comedores de la ONG Alimenta la Solidaridad vuelven a evidenciar listas de
espera que habían “disminuido” tras la “incipiente” recuperación económica que
vivió Venezuela a inicios del año pasado. Desde finales de 2022 comenzó a
registrarse una importante ralentización, según expertos.
Desde
muy temprano la cocina está activa. La organización es fundamental y cada madre,
padre o abuela sabe cuál es su tarea: una voluntaria ralla queso, otra fríe
tostones, otra prepara aliños para los frijoles negros, otra limpia y un papá
se encarga de cocinar pasta. Los olores se concentran y se abre el apetito.
Pronto será mediodía y, poco a poco, empezarán a llegar los 100 beneficiarios del comedor El Carmen, en La Vega, una zona popular del oeste de Caracas donde opera uno de los 240 comedores de Alimenta la Solidaridad, una organización que nació para contener el “hambre” que afectaba a los más vulnerables del país en 2016, cuando muchos niños incluso “se desmayaban” por falta de alimentos.
Diariamente,
en 12 estados de Venezuela, la organización atiende a 15.500 beneficiarios,
mayormente niños en estado de desnutrición o riesgo de desnutrición, pero
también a personas de la tercera edad, con discapacidad y mujeres lactantes.
Les garantizan el 40 % de la carga kilo calórica que deben consumir a diario.
En los
siete años que cumplió la semana pasada, la ONG ha servido unos 20 millones de
almuerzos.
El
proceso se repite en todos los comedores, algunos tienen sede en casas de
familia, otros, como el visitado por la VOA, en
instalaciones de una iglesia.
Diariamente
el menú es diferente, pero siempre acorde a los parámetros establecidos por un
nutricionista. Aunque es estandarizado, presenta variaciones
"culturales"en cada estado.
Amelia
Flores no tiene familiares beneficiarios, pero es la madre encargada del
comedor ubicado en las instalaciones de la vicaría El Carmen. Lo dirige con
firmeza y cariño.
Tiene
casi cinco años al frente y relata que, durante un tiempo, hubo una situación
“estable”, pero ahora nota que ha vuelto a crecer el número de personas que
pide “apoyo” para sus niños.
Consecuencia
de la dolarización de facto y el “relajamiento” de controles de precios y
fiscalizaciones por parte del gobierno, desde el 2021 Venezuela vivió un
“incipiente” dinamismo que planteó la narrativa de que la situación mejoró y
quizás así fue para algunos, pero no para los sectores más vulnerables.
Andreina
Reyes, directora de Programas de Alimenta la Solidaridad, afirma que no han
dejado de ver la “necesidad” en los sectores más vulnerables y sostiene que las
listas de espera en los comedores están creciendo.
“Quizás
teníamos una disminución en las listas de espera, pero nunca tuvimos que bajar
cupos de los comedores o que los niños dejaran de ir porque tenían mejor
alimentación en sus casas, eso nunca pasó. Había una mejor capacidad de acceso
a la comida de parte de las familias, esto fue hace un año, todo el inicio de
este año ha sido muy difícil”, puntualiza.
“El
tema de Venezuela se arregló fue una burbuja, una fantasía”, añade.
Al
comedor que dirige Amelia, todos los días después de la una de tarde, llegan
personas externas, algunos indigentes, pidiendo comida. Tratan, en lo posible,
de calmar su hambre. “Casi nunca” toca decir no, pero cuando se da el caso, “es
duro”.
Amelia
narra que, cuando empezó el comedor, personas encargadas en la zona de los
Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), un sistema de
administración de alimentos del gobierno, amenazaban a las madres e incluso
mandaban a la policía.
“Nuestros
niños no tienen partido político y hasta en un adulto, porque el hambre no
tiene color (…) me les fui enfrentando y dándoles a conocer que lo que teníamos
aquí se necesitaba en el barrio”, manifiesta a VOA.
Su
mayor satisfacción es ver la “sonrisa” de los niños que asisten diariamente al
comedor y a hacer sus tareas.
El
plato que ofrecen, para muchas familias, es el único al que tienen acceso en el
día. Aunque varios de los padres trabajan, lo sueldos no les alcanza para
cubrir sus necesidades más básicas.
“En
vacaciones, igual que como pasó en pandemia, las madres prefieren dejar a sus
niños dormir hasta las 11:30 para luego traerlos al comedor, para que al menos
tengan ese buen plato de comida”, comenta Amelia, que se ha encargado de
adiestrar a los padres en todo el proceso de preparar y mantener el comedor.
Alimenta
la Solidaridad no se limita al programa de comedores, también tiene programas
de liderazgo femenino, medios de vida, formación para la prevención de abuso
sexual infantil y violencia de género, destaca Reyes.
La
crisis educativa en Venezuela ha llevado a que en el comedor El Carmen también
ofrezcan tareas dirigidas a los niños de la comunidad. Las maestras que allí
acuden cobran tres dólares semanales, para también generar un ingreso que les
permita hacer frente a los bajos salarios en el sistema educativo
público.
“Da
dolor ver a un niño que va a primer año de secundaria y no saben ni si quiera
leer. Aquí en vacaciones sigue la tarea dirigida, la nivelación”, relata
Flores.
Al
comedor asisten desde hace cuatro años los dos hijos de José Rafael Díaz. Es
padre colaborador y apoya, casi a diario, cocinando. Los fines de semana
trabaja en un puesto de venta de comida, pero admite que las cosas no están
“tan bien”.
El
comedor es un “gran apoyo” para su familia y agradece la oportunidad de ser
beneficiario.
Las
tareas dirigidas también son una gran ayuda, dice. Sus hijos sólo van a clases
cuatro veces a la semana durante tres horas, aunque la jornada académica en
instituciones públicas debería ser de al menos cinco.
Según
el más reciente informe “Panorama regional de la seguridad alimentaria y
nutricional” de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO), con un 22,9 % de la población, es decir 6,5 millones de
personas, en 2021 Venezuela fue el país sudamericano con mayor prevalencia de
subalimentación.
El mes
pasado la FAO y el gobierno venezolano firmaron el Marco de Programación de
país 2023-2026 basado en “sistema alimentario sostenible, nutrición saludable y
el Programa de Alimentación Escolar”, que, según el ministro de Planificación,
Ricardo Menéndez, atiende a cinco millones de escuelas.
A
inicios del 2021, Cáritas de Venezuela anunció que registró entre 10 % y 11 %
de desnutrición aguda en niños menores de 5 años.
Desde
al menos el 2015 Venezuela vive una emergencia humanitaria compleja que ha
causado “masivas, múltiples y severas” privaciones de diversos derechos que se
evidencian en pobreza, hambre y colapso de servicios básicos, expone
HumVenezuela, una plataforma integrada por 90 organizaciones de la sociedad
civil que miden los impactos de la crisis.
La
situación, exacerbada por la pandemia de COVID-19, ha causado que el país se
haya convertido en el “más desigual” de la región desde el punto de vista de
ingresos, de acuerdo a la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida
(ENCOVI), proyecto que surgió ante la ausencia de estadísticas oficiales
vinculadas con la realidad social y que se ha convertido en la mayor fuente de
información “oportuna”.
El año
pasado, Venezuela cerró con una inflación de 234 % según cifras oficiales.
Aunque según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) un ente independiente
conformado por expertos, fue de 305,7 %.
El
gobierno venezolano ha atribuido la crisis en el país a las sanciones de la
comunidad internacional.
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