Gonzalo González 02 de agosto de 2023
He
venido coincidiendo con muchos sectores e individualidades del campo
democrático nacional, aliados internacionales e incluso con el deseo expresado
por la ciudadanía en la convicción dictada por la realidad, la experiencia y la
necesidad de que el cambio político en Venezuela solo es posible si se conforma
una amplia convergencia nacional de voluntades colectivas e individuales que
recojan, representen y conduzcan unitariamente los esfuerzos en torno a ese
objetivo.
En la sociedad venezolana ha comenzado un proceso, todavía incipiente, de recuperación de la esperanza en la posibilidad del cambio político mediante el aprovechamiento de la elección presidencial. Ese proceso tiene dos hitos: la decisión de seleccionar la candidatura presidencial de la oposición democrática mediante una primaria abierta, decisión la el cual han coincidido el proyecto María Corina Machado (MCM) y la Plataforma Unitaria (PU), siendo el esfuerzo político y orgánico de la Plataforma decisivo en su gestación y puesta en marcha; el mensaje y el esfuerzo enorme y sostenido de movilización de MCM para llevar hasta el último rincón del país el discurso de la esperanza.
Es por
ello que exacerbar las diferencias entre el proyecto MCM y la PU colocando a
éste último sector como enemigo y no adversario coyuntural por la competencia
en torno a la candidatura presidencial y al liderazgo que adquirirá quien
resulte ganador de la competencia, y no un aliado estratégico en la lucha por
desplazar al chavismo del poder es un error de consecuencias negativas para las
posibilidades de avanzar hacia el objetivo común.
Ese
error de apreciación y de cálculo proviene de dos consideraciones erradas.
Primero, responsabilizar exclusivamente a los partidos integrantes de la PU de
los errores y omisiones cometidos en la larga lucha contra el régimen. Segundo,
creer que solo con el apoyo ciudadano se puede con la inmensa tarea ganarle a
la dictadura los comicios presidenciales, cobrar la victoria, generar las
condiciones para disponer de la gobernabilidad necesaria en función conducir
exitosamente la transición hacia un nuevo régimen.
Quien
resulte electo en la Primaria, en principio, o por otro método de consulta a la
ciudadanía debe convertirse en un integrador amplio de todas las voluntades
partidarias del cambio político.
El
país necesita de un liderazgo fuerte, esa fortaleza en sentido positivo solo
puede provenir de un liderazgo colectivo fiel reflejo de la diversidad del
conglomerado democrático. Por supuesto, en ese liderazgo colectivo quien ejerza
de candidato tiene un rol primordial, decisivo. En otras palabras, debe ser un
Primus Inter Pares; no un nuevo autócrata.
En
definitiva, el proyecto MCM y la PU están condenados a entenderse si
de verdad comparten el objetivo de desplazar del poder a la dictadura, dar paso
a una transición sostenible hacia un régimen de libertades facilitador del
progreso, la justicia, la solidaridad y la seguridad de la sociedad venezolana.
Gonzalo
González
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