Por los honores y por la pompa, por los halagos y los nuevos acuerdos, China armó el mejor de los decorados para decirle a la comunidad internacional lo mismo que las acreencias venezolanas demuestran desde hace rato: Maduro nos pertenece y lo sentimos tan nuestro como a la misma Taipei.
Xi Jinping y su meticulosa diplomacia no se están con ambages. Dejaron ver cuánto se identifican y refuerzan plenamente la posición del régimen madurista de evitar –a toda costa– que Venezuela vuelva a la órbita de influencia de los Estados Unidos. Se puede negociar, se puede hacer acuerdos petroleros, pero esas golondrinas rojas no volverán a posarse bajo el alero gringo.
Somos una piececita en el armado del nuevo orden internacional que se va configurando con mayor acento e impulso global desde que Putin inició su invasión genocida a Ucrania. No se puede negar que en esta coyuntura la suerte jugó a favor de los planes eternizadores de la cúpula criolla.
Cuando arriba decimos «a toda costa» debe entenderse que eso involucra especialmente la obstrucción de la vía electoral, que por las señales que vienen de «las catacumbas del pueblo», como gustaba de decir Chávez, es la única que aquí y ahora puede poner fin al sueño de amor que vimos en el lejano oriente. Algo así como el idilio entre un dragón y un rabipelado.
Más allá de los 31 acuerdos que se habrían firmado, el espaldarazo chino, manifestado durante seis días de visita oficial y los fastuosos paseos por varias ciudades, la principal connotación es la de gran empujón candidatural a Maduro que, no olvidemos, debe – y con él las finanzas del país– al régimen de Xi Jinping hasta los bigotes y la capa del personaje animado que hace proezas en cada capítulo, que de cara a la realidad no pasan de eso, una simple ficción pintarrajeada.
Pero vayamos a los acuerdos, que si por firmarlos fuera ya Venezuela sería una tacita de plata. Hay cerros de cartapacios de ellos. ¿Dejó el Fondo Chino algo duradero? ¿Sirvió para tener una telefonía eficiente o rescatar nuestro aparato económico? ¿En qué modificaron nuestra realidad? Una invasión de electrodomésticos utilizados para el clientelismo político-electoral y un megacementerio de autobuses Yutong fue lo que vimos.
Pero bienvenidos los acuerdos si en algo favorecerán al pueblo venezolano. Los que se firmaron ahora dicen que son en el campo de la agroindustria, donde todo retroceso tuvo su asiento expropiador y confiscador. Ojalá que al menos Castro Soteldo mejorara la producción del ocumo chino. Otro acuerdo para la energía. Que sea eléctrica, por favor, porque tres días de bajonazos impidieron ver con más detalles la visita de Maduro a su parsimonioso colega chino. Se agregan los acuerdos en petróleo y aeronáutica, donde pareciera que no hay nada más que inventar.
Pero si de inventos hablamos, Maduro destacó la firma de un acuerdo aeroespacial, por lo que desde ya se declaró en la búsqueda del primer Gagarin o la primera Tereshkova venezolana que saldrán al espacio sideral. Valga decir que ni siquiera en esto hay algo nuevo. Hace muchos años, Chávez anunció la instalación de una base espacial en la frontera con Guyana, desde donde los cohetes con nuestro tricolor en su aerodinámico cilindro, saldrían hacia la superficie lunar en abierta competencia con la NASA. «Rosinés podrá pasar su luna de miel en la luna», agregó con el acostumbrado desenfado de sus ocurrencias.
Ahora, según Maduro, nos espera «una etapa esplendorosa», donde la formación de astronautas será una prioridad. Lástima que nuestros niños no tengan escuelas ni docentes bien pagados para formarlos. Y que los liceos y las universidades vayan quedando semi desiertas por la diáspora. Tendremos, pues, nuestros «taikonautas» en medio de la miseria generalizada. Este es un gobierno «chino», un régimen en pelotas…
Tal vez muchos imaginen que si a alguien le corresponde el honor de ser el primer émulo del ruso Gagarin, primer humano en orbitar la tierra, es al propio Nicolás. Un buen viaje al espacio exterior y una prolongada estadía en una estación espacial lo libraría de preocupaciones postelectorales, escarceos ante justicia transicional, y las consecuencias del siempre ingrato escrutinio de las agencias defensoras de los derechos humanos. Vamos, pues, a volar… ¡vamos hacia la luna!
Recordemos: una mayoría abrumadora de venezolanos le está señalando a Maduro la puerta de salida. No hay razón, ni justificación, ni mérito por el cual el 80 % de la población quiera dejarlo en el cargo. De nosotros y no de Xi Jinping depende. ¡Unidad y voto!
https://talcualdigital.com/el-gagarin-venezolano-por-gregorio-salazar/
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