ELÍAS PINO ITURRIETA 08 de octubre de 2023
@eliaspino
“Pese a su trabajo de destrucción de los
principios republicanos y de los hábitos democráticos, el chavismo no ha
logrado hacer tabla rasa. Aunque no sobran, los testimonios de un pasado digno
de recuperación permanecen todavía. Pese a que los protagonistas esenciales de
ese pasado ya no existen, queda algo de su prole. Pero lo que más importa de
veras: cualquiera de esos precandidatos de nuestra oposición que hoy compiten
en la Primaria es mejor que Nicolás Maduro”.
Para calcular la calidad de las figuras de la oposición que compiten en la Primaria, basta con echar un vistazo a los nominados de otros países que han levantado pasiones y han descompuesto el panorama político hasta extremos que jamás se habían visto, o que parecían superados por la marcha de la civilización. En cualquier comparación salen ganando los nuestros, o no quedan desairados, lo cual demuestra cómo hemos mantenido ciertos preceptos de dignidad cívica, o por lo menos de compostura, que permiten mirar con relativa tranquilidad el porvenir. No todo está perdido en la República que marcha hacia el borde de su abismo, si una ligera observación de contornos extranjeros nos ayuda a sentirnos tranquilos en el caso de que alguno de esos opositores supere el primer escollo en su camino.
La
mayor posibilidad de un cotejo tranquilizador se reduce a detenernos en las
poses del candidato que parece llamado a ganarse el favor de los electores
argentinos. ¿Se había topado antes, en el Río de la Plata, con un sujeto
tan desastroso y anómalo, tan disparatado e impredecible? No es una pregunta
con respuesta sencilla en un país que se postró ante Isabelita Perón y
ante su corte de santeros mediocres y tramposos; o que todavía le reza a Santa
Evita; o que permite que la señora Kirchner aún reine en las alturas
con miles de seguidores. Pero hete aquí que, pese al declive, pese al
bochornoso desfile de figuras públicas que han defraudado a los votantes y han
esquilmado al erario, ha aparecido un protagonista capaz de superarlos con
creces en un pavoroso sendero de frustraciones. Javier Milei, un sujeto
que hace campaña blandiendo una motosierra como emblema de destrucción, que se
disfraza de superhéroe ante multitudes enfebrecidas y que se comunica con el
espíritu de un perro que se le murió, y que era su compañero de vida, es el
favorito de los votantes y, seguramente, pronto reinará con sus dislates en la
Casa Rosada. Imposible un testimonio más elocuente de decadencia racional
y política.
“Con
los botones que se han mostrado basta para mirar con ojos apacibles, o menos
rigurosos, a los candidatos de nuestra oposición que hoy compiten en la
Primaria”
Aunque
eso de imposible es solo un decir, un auxilio retórico, pero jamás la
referencia a un caso insólito. El fervor que despierta Donald Trump entre
los electores republicanos de los Estados Unidos demuestra que lo de
los argentinos no es un hecho aislado y singular. Al contrario, tal vez sea
descendiente de los lodos dejados en el país del norte por el anterior
habitante de la oficina oval, un mentiroso sin límites y un pillo sin fronteras
que no solo se aprovecha de la credulidad de las masas menos ilustradas de su
país -o de otros países como Venezuela, en los que tiene muchedumbres de simpatizantes-,
sino que también se da el lujo de quebrantar la instituciones de la
democracia más respetada del mundo occidental porque lo dictan su ambición
y su mínima ilustración, en las cuales se apoya para seguir en el candelero con
posibilidades evidentes de victoria. También se puede ahora citar el ejemplo
de Jair Bolsonaro, para no irnos hacia vecindarios lejanos, un paradigma
de mediocridad y de tentación autoritaria del que se han librado los amigos
brasileños porque la historia de sus organizaciones partidistas tenía cómo
responder. Pero costó librarse de su adocenamiento, de su descarada medianía,
aunque se corre el riesgo de que encuentre sucesión en la tribu de sus hijos.
Con
los botones que se han mostrado basta para mirar con ojos apacibles, o menos
rigurosos, a los candidatos de nuestra oposición que hoy compiten en la
Primaria. Quizá sea exagerado meterlos en un cuadro de honor a través de cuya
muestra refuljan del todo sus virtudes, porque realmente no les sobran; o en
una nómina de imposible superación, porque no se trata de saltar una barrera
olímpica, pero cualquiera es mejor que los lamentables sujetos que acabamos de
mentar. Pese a su trabajo de destrucción de los principios republicanos y de
los hábitos democráticos, el chavismo no ha logrado hacer tabla rasa. Aunque no
sobran, los testimonios de un pasado digno de recuperación permanecen todavía.
Pese a que los protagonistas esenciales de ese pasado ya no existen, queda algo
de su prole. Pese a que no dejan de distinguirse por las limitaciones
personales, más abundantes y expresivas que las cualidades, ninguno de los
precandidatos llega a los extremos de expresión rudimentaria de ese tal Milei,
ni del resto de los que se han aludido como evidencias de un decaimiento social
y político que clama al cielo.
Pero
falta lo más importante del argumento, lo que más importa de veras: cualquiera
de esos precandidatos es mejor que Nicolás Maduro. Miren como quieran,
respetados lectores, busquen a su antojo, cualidad por cualidad, defecto por
defecto, obra por obra, palabra por palabra, discurso por discurso, antecedente
por antecedente, para regocijarse de los nuestros sin posibilidad de
duda. La pelea no está perdida, sino todo lo contrario, por lo tanto.
ELÍAS
PINO ITURRIETA
@eliaspino
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