Luis Ugalde 15 de noviembre de 2023
En
1950 en Venezuela parecía imposible una universidad privada, y poco realista
pensar en una universidad católica dirigida por los jesuitas. Todavía resonaban
las voces de quienes en la reciente Asamblea Constituyente reclamaban la
expulsión de los jesuitas que -según algunos- come curas estaban ilegales en el
país. Al mismo tiempo el jesuita caraqueño Carlos Guillermo Plaza pensaba que
los ignacianos debían brindar a Venezuela su experiencia mundial de siglos en
centenares de instituciones universitarias. Su semilla educativa demostraba ser
buena, pero la Iglesia venezolana y los jesuitas parecían débiles para una
empresa universitaria de calidad y fortaleza.
En medio de incertidumbres y debilidades, en octubre de 1953, nació la “Católica” con menos de 200 estudiantes universitarios en dos facultades, Ingeniería y Derecho. A los pocos meses se bautizó como Universidad Católica Andrés Bello, UCAB con el nombre del insigne universitario caraqueño Andrés Bello. La necesidad y la fragilidad marcan el nacimiento de la “Católica” sin sede propia, sin presupuesto y con muy pocos jesuitas doctores, lo que dio plena apertura a seglares católicos, académicos de experiencia y de prestigio, como eran los dos primeros decanos Santiago Vera Izquierdo y Manuel Reyna. El San Ignacio generosamente ofreció su sede de Esquina de Jesuitas, mientras el colegio se mudaba a Chacao. Marcado por el reto de innovar y crecer, la UCAB pronto recibió apoyo de los jesuitas españoles que enviaron refuerzos tan cualificados como el P. Olaso, el P. Pernaut y otros, que se convirtieron en autoridades comprometidas con el derecho y la economía de Venezuela.
Superados
los primeros años difíciles, la UCAB demostró la fuerza de sus raíces y la
fortaleza expansiva. De ella nació (1962) la actual Universidad Católica del
Táchira y luego a finales del siglo XX, en Ciudad Guayana se sembró la semilla
de la “Católica”, que nació y creció.
Hoy 70
años después, cuando el país sufre las limitaciones del estatismo en la
educación, la UCAB no hace promesas, sino que brinda frutos apreciados y
buscados: una universidad de formación integral, vigorosa, abierta al
pluralismo y a la construcción de una Venezuela con futuro; decenas de miles de
graduados y postgraduados con desempeños sobresalientes en empresas públicas y
privadas. Hombres y mujeres de convicciones marcadas con el sello del
Evangelio, sin fanatismos, sin confesión religiosa impuesta y con especial
sensibilidad para captar y responder creativamente a las necesidades del país.
La
UCAB nació en tiempos en que muchos veían contradicción entre la fe y la ciencia
como mutuamente excluyentes. Pero la aplicación destructiva de la ciencia en
guerras y otros males demuestra que la ciencia necesita de la conciencia para
aplicarla solo para el bien y la vida, y que por otra parte la fe necesita
potenciarse con la ciencia para multiplicar el bien y construir un país de
hermanos, más humano y justo. La UCAB no aleja a los estudiantes de su país,
sino que les enseña a abrir los ojos y los corazones para ir al encuentro de la
sociedad herida. Investiga y forma para transformar.
En
estos momentos de crisis de la educación financiada solo por el presupuesto
oficial y dominada por el Estado, la UCAB es una muestra de lo mucho que puede
y debe hacer la Sociedad Civil, movilizando los más variados talentos y
recursos para desarrollar sus universidades y otras iniciativas educativas
plurales. La Sociedad y el Estado se necesitan mutuamente.
De esa
misma raíz y espíritu católico nace (1955) Fe y Alegría porque supo manejar la
clave para despertar energías ocultas en la sociedad, que puestas en pie y
unidas responden a diversas necesidades educativas. No se conforman con tocar
las puertas del Estado pidiendo educación, sino que ofrecen al país lo que la
Sociedad Civil organizada puede brindar y la eficacia que debe inyectar a la acción
estatal. La sociedad educadora no enfrenta al Estado sino que multiplica sus
posibilidades y refuerza su calidad. Celebramos estos 70 años de la UCAB como
monumento a la generosidad creativa plural de la sociedad que se atreve a pasar
de la denuncia y el lamento a crear respuestas sacando lo mejor de sí. El
futuro nos reta.
Luis
Ugalde
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