MOISÉS NAÍM 04 de noviembre de 2023
@moisesnaim
Mucho
se ha dicho que el mundo vive una “recesión democrática”, con la democracia
retrocediendo en muchas partes del mundo. Pero hay otra recesión soterrada, que
va de la mano con la primera, pero la rebasa: la recesión mundial del estado de
derecho.
¿Qué es el estado de derecho? Pues, una serie de instituciones que garanticen que la sociedad funciona en base a normas explícitas que se hacen cumplir imparcialmente. El concepto abarca muchas cosas: los límites al poder gubernamental, la corrupción contenida, decisiones transparentes del gobierno, la protección de derechos civiles fundamentales, el orden público y la seguridad ciudadana, el cumplimiento de normas y reglamentos y, en general, el buen funcionamiento de la justicia.
La
democracia sin estado de derecho es hueca. Uno puede vivir en un país donde el
gobierno se escoge por elecciones, pero si ese gobierno viola recurrentemente
los límites a su poder, es corrupto, opaco y transgrede derechos fundamentales
del individuo difícilmente se puede decir que se vive en libertad. Donde no hay
orden, los reglamentos no se cumplen y los tribunales están amañados, de poco
sirve hacer una elección cada tantos años.
De ahí
lo grave del enorme estudio que acaba de publicarse y que se resume en el
Índice de Estado de Derecho del World Justice Project -el Proyecto de la
Justicia Mundial. Citando las
percepciones y experiencias sobre el Estado de Derecho en 142 países en base a
encuestas con unos 149,000 hogares y más de 3,400 expertos.
Lo que
descubren es preocupante. El Estado de Derecho está en retroceso. “Nuestros
datos muestran que, en el último año, el Estado de Derecho ha empeorado en 82
países, o 59% de los países incluidos en el índice,” dice Daniela Barba,
investigadora del WJP. “En América Latina y el Caribe, vemos que 18 de los 32
países de la región vivieron una degradación en el Estado de Derecho,” añade.
Y
estos no son datos aislados. Esta degradación es un fenómeno mundial. Por sexto
año consecutivo, hay más países empeorando que mejorando su puntuación.
A
nadie sorprenderá ver que los países del mundo dónde el Estado de Derecho es
más fuerte son las naciones que le brindan una excelente calidad de vida a sus
ciudadanos: Escandinavia sobresale, con Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suecia
llevándose los primeros cuatro sitios del índice y países como Alemania, Nueva
Zelanda, los Países Bajos e Irlanda también ocupando los diez primeros
puestos.
Del
otro extremo tenemos a una serie de países devastados por el conflicto y la
corrupción: Camerún, Egipto, Nicaragua, Haití y Camboya están entre los diez
peores a nivel mundial, pero todos ellos logran un puntaje mejor que mi querida
y malograda Venezuela, que aparece en el último lugar del ranking mundial por
no tener límites al poder del gobierno, ni tribunales que mínimamente
funcionen.
En
América Latina, Uruguay, Costa Rica y Chile encabezan el índice, todos ellos
colocándose por encima del 60% del puntaje ideal. (Dinamarca llega al 90%.)
Pero en casi toda la región los puntajes están en caída: en Nicaragua, El
Salvador, Ecuador y México se han producido fuertes caídas en la fortaleza del
Estado de Derecho este año. Honduras muestra la mayor mejora en la región,
aunque aún su puntaje solo sube al 41% del puntaje ideal.
El
Estado de Derecho no es lo mismo que la democracia, y no hay que confundir las
dos cosas. Existen países como Singapur, donde es casi imposible cambiar de
gobierno a través del voto, pero dónde sí hay Estado de Derecho — y
efectivamente Singapur queda en el puesto 17 del índice global, por delante
incluso de democracias consolidadas como Francia, España e incluso los Estados
Unidos.
Pero
Singapur es la excepción. Mucho más comunes son casos donde poco a poco se va
perdiendo primero el Estado de Derecho y luego colapsa la democracia, que ya no
tiene cómo defenderse. Y por eso es tan preocupante la tendencia sostenida en
el tiempo que constata el World Justice Project. Porque a medida que el Estado
de Derecho va perdiendo vigencia en más y más países, sus democracias se van
haciendo cada vez más endebles y vulnerables.
Casos
como el de Argentina, que pasó de ocupar el puesto 46 en el ranking mundial en
2019 al puesto 63 este año, dan mucho de qué preocuparse. También es cierto
para Colombia, que bajó del puesto 71 al 94 en 7 años, de Perú, que fue del
escaño 60 al 88, y de México que bajó del puesto 79 al 116. En cada uno de
estos países la erosión de las bases institucionales de la democracia ha sido
gradual e imperceptible. Pero sus consecuencias a largo plazo son inestimables.
Y
quizás es debido a esto que los casos de países en democratización se han hecho
tan excepcionales en los últimos años. Porque transitar el camino a la
democracia dónde el Estado de Derecho no tiene vigencia es mucho más difícil
que hacerlo dónde cumplir las normas ya es un hábito establecido.
MOISÉS
NAÍM
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