Omar Estacio Z. 16 de mayo de 2024
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Falta de seguridad jurídica (…) las inhabilitaciones políticas de candidatos opositores, a través de la Contraloría General de la República y por ende abiertamente arbitrarias (…) la carencia de independencia judicial y el irrespeto al Estado de Derecho; la ausencia de imparcialidad, igualdad y transparencia en las elecciones. El Tribunal Supremo de Justicia, en sentencias muy controvertidas, entregó la dirección, el uso de símbolos y tarjetas de importantes partidos opositores, a facciones minoritarias, sumisas al oficialismo; el abusivo empleo de este último sector, de los recursos del Estado en las campañas; el acceso desigual de los candidatos a los medios de comunicación coaccionados por el gobierno”.
Tales
fueron, en apretada síntesis, las conclusiones, muy edulcoradas, de la misión
de observación electoral de la Unión Europea, UE, en relación con las
votaciones regionales de Venezuela, celebradas el 21 de noviembre de 2021.
Desde
entonces el descaro del desgobierno gamberro, ha empeorado:
El
pasado 30 de abril, el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o
Involuntarias de Naciones Unidas, presentó en Ginebra, un informe en el que
enfatizó: “Desde diciembre de 2023 se ha registrado un alarmante aumento en las
desapariciones forzadas que afectarían a ciudadanos y ciudadanas (…) en su
mayoría, las personas desaparecidas forzadamente son integrantes del principal
partido político de la oposición y militares (…) Mientras el país se prepara
para las elecciones de julio de 2024, estas desapariciones forzadas podrían
tener un efecto disuasivo y obstaculizar el derecho de la población a
participar y votar libremente”.
Por su
parte, el tres del presente mes de mayo, el panel independiente de expertos
internacionales de la Organización de los Estados Americanos (OEA) sobre la
posible comisión de crímenes de lesa humanidad en Venezuela denunció “la
impasibilidad de las autoridades venezolanas ante la gran mayoría de los
delitos de lesa humanidad documentados y reiteró su pedido de acción a la Corte
Penal Internacional (…) creemos que esta última ya debería actuar, porque hay
casos claramente que son delitos de tal gravedad, en los no se está haciendo
nada y claramente, es necesario para evitar que continúe la persecución
política que está teniendo lugar en estos momentos”, expresó el vocero del
citado Panel, en referencia a las venideras elecciones en Venezuela.
Hace
casi dos mil quinientos años, Aristóteles, expresó: “Peor que una injusticia es
una mascarada de justicia”.
Más le
valdría a la narcotiranía entronizada en Venezuela declararse como tal, en
lugar de aspirar al título de fementida demócrata mediante mascaradas
electorales. Se le abonaría, al menos, en tal supuesto, una exigua cuota de
sinceridad.
A las
constataciones de los tres organismos multilaterales antes citados, habría que
agregar otra sumatoria de artimañas en la materia. Veamos:
Al día
de hoy, la diáspora compatriota asciende a la bicoca de nueve millones de
personas. De tal conglomerado al menos la mitad, tiene derecho al sufragio
porque son mayores de 18 años de edad. No obstante, la “operación morrocoy” o
de “manos caídas” de nuestros consulados en el extranjero, les han impedido
registrarse para ejercer el voto, al extremo, que solo, exiguos 50 mil
venezolanos residenciados fuera de nuestro país podrán sufragar en las
venideras votaciones. Habría que agregarles otros cuatro millones más, en este
caso, de nuevos votantes a quienes se les obstaculizó de manera descarada su
inscripción para poder elegir.
No
obstante tales manipulaciones, el gobierno forajido ha vuelto a depositar sus
esperanzas de aferrarse al Poder por la trampa y la violencia, mediante la
dolosa conformación del Catastro Nacional de Centros de Votación. Este último
hasta el momento de escribir la presente crónica, ni siquiera había sido
publicado.
El
ingeniero y abogado, Alfredo Weil -pruebas al canto- demostró que todas las
votaciones, desde el 2004 hasta el momento de su lamentable fallecimiento habían
estado signadas por el fraude chavista.
El
prevaricador CNE, mediante marrullerías masivas en el padrón electoral, ubica
un número exorbitante de sufragantes en centros de votación, por lo general de
una sola mesa, emplazado en sitios, muchas veces despoblados, en los que el
acceso de los testigos es muy difícil o en aquellos sectores hostiles donde los
colectivos paramilitares de la narcotiranía, les impiden cumplir sus funciones.
Las tendencias en tales centros llamémoslos “trampeados” difieren en un 99%
-como lo demostró Weil- de las de los centros “no trampeados” es decir, en los
que los testigos de las fuerzas opositoras pueden asistir y trabajar sin ser
coaccionados.
María
Corina Machado, desde sus tiempos en “Súmate”, así como un grupo de destacados
técnicos venezolanos, que trabajaron con Alfredo Weil, pueden explicar, mejor
que el cronista, cómo neutralizar semejantes marrullerías. Una observación
internacional, de veras profesional, imparcial constituye un imprescindible
apoyo para desmontar la farsa. Pero el inefable, Josep Borrell, representante
de asuntos exteriores de la UE ha metido el lunes pasado sus manos en el
asunto. Con ello se le ha brindado al CNE la oportunidad de esgrimir excusas,
para impedir la observación electoral, que ya había aceptado, de dicha
comunidad de naciones. Ya Borrell, en 2021, había interferido en la
operatividad de los observadores que envió la UE a las elecciones en Venezuela
de ese año. La referida “metida de pata” pudiera haber sido intencional
¡Tendremos que arar con los bueyes de la “Fundación Carter” !
Sea
como sea, la candidatura de González Urrutia, mantiene su crecimiento
arrollador. No obstante, los venezolanos residentes en el país, de manera
masiva tienen que ir a votar por el candidato de la civilidad y concordia. De
allí el título de la presente crónica.
Omar
Estacio Z.
@omarestacio


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