Mons. Mario Moronta 06 de agosto de 2024
SALUD Y PAZ EN EL SEÑOR.
1.- Desde tiempos inmemoriales, la Iglesia
se ha presentado como lo quiso su Fundador: servidora de todos los seres
humanos, sin excepción. Pablo VI la identifica como “experta en humanidad” y
constructora de la “civilización del amor”. Fiel al Evangelio que ha recibido
como herencia para anunciarlo hasta los confines de la tierra, busca dar
testimonio del Resucitado en el cumplimiento del mandamiento del amor fraterno
(Cf. Jn 13,35). El amor todo lo puede, nos enseña Pablo: si no practicamos no
somos nada, es tolerante, todo lo perdona (Cf. 1 Cor 13). Su expresión más
radical está en el amor a los enemigos.
2.- En consonancia con los principios que
fundamenta su ser y quehacer, a lo largo de la historia ha acompañado a los que
más sufren y a los perseguidos por la justicia, considerados por el Evangelio
“bienaventurados” (Cf. Mt 5, 10-11). Tampoco abandonó a los perseguidos,
incluso no cristianos católicos. Podemos recordar la titánica labor realizada
durante la II guerra mundial cuando ayudó a salvarse a millares de judíos y
personas de otros credos. En Venezuela, la Iglesia está al lado de muchos
hermanos que sufren las consecuencias de la migración, o han sido golpeados por
catástrofes naturales; sin dejar de lado a no pocos privados de su libertad
especialmente por razones políticas. No olvidemos tampoco cómo algunos
ministros de la Iglesia fueron garantes de la vida y derechos de quienes
intentaron un alzamiento militar el 4 de febrero de 1992. Algunos de ellos, hoy
situados en puestos relevantes del actual gobierno, parecen haberlo olvidado.
Esta actuación de la Iglesia no se hace por intereses mezquinos, sino para que
brille la luz de la justicia, la paz y la libertad.
3.- Por ser fiel a esta tradición de
servicio a la humanidad, al igual que en otros sitios, la Iglesia en Venezuela
ha alzado su voz a favor del pueblo y ha exigido a todos los factores políticos
que se respeten los derechos de ese mismo pueblo del cual, se supone, forman
parte. La Iglesia, con todos sus miembros, pertenece a ese pueblo. No resulta
fácil, porque siempre se topa con la incomprensión y descalificación de no
pocos actores políticos. Estos suelen argumentar que la Iglesia no debe meterse
en política. Con ello, manifiestan una gran ignorancia al desconocer que la
Iglesia es el pueblo de Dios donde todos los bautizados son protagonistas de su
misión. Más aún, muchos de quienes dirigen dichos ataques, frecuentemente
ofensivos, calumniosos y discriminatorios olvidan que también son católicos y
pertenecen a esa Iglesia a la cual se oponen. A algunos pastores de la Iglesia
en nuestro país, como efecto de todo esto, se les ha impedido el ingreso a
cárceles, unidades militares y a actividades a favor de la gente. No es extraño
ver cómo, ya desde los inicios de la misma Iglesia, las autoridades que
gobiernan a las naciones han buscado manipular y dominar el campo de acción de
la Iglesia.
4.- Lo antes expuesto nos permite enmarcar
la situación que se está viviendo a causa de lo ocurrido con ocasión de la
jornada electoral del pasado 28 de julio. Los resultados electorales no parecen
ajustarse a la realidad. Por ello, el pueblo se ha sentido burlado y
menospreciado por quienes debían haber mirado con los ojos de ese mismo pueblo
la voluntad de cambio que se experimenta en todo el país. Los Obispos
venezolanos y otros ciudadanos de variadas instituciones del país han hecho
llamados para que sean respetados los resultados. El poder electoral tiene el
deber moral de presentar con veracidad y transparencia todas las actas de las
diversas mesas en los centros electorales de la nación.
5.- Una gran mayoría del pueblo se ha
manifestado pacíficamente para exigir se le respete su derecho constitucional
expresado en forma de voluntad popular. Lamentablemente no han faltado brotes
de violencia que han conducido a situaciones inaceptables: ha habido muertes y
heridos entre los funcionarios militares y policiales, como entre el pueblo
sencillo e indefenso. Rechazamos el empleo irracional de la fuerza pública en
contra de ciudadanos indefensos. Rechazamos también todo tipo de vandalismo que
destruya bienes públicos y privados. A la vez, les pedimos a la Fuerza Armada y
Policial para que resguarden el orden, pero sin atropellos ni persecuciones que
crean zozobra y hacen crecer la rabia entre los ciudadanos.
6.- Durante la campaña electoral previa se
insistió mucho cómo los comicios formaban parte del quehacer democrático. La
democracia, etimológicamente hablando significa “gobierno del pueblo”. Por eso,
pues, la democracia, como estilo de gobierno, no pertenece a ninguna
parcialidad política ni a ningún grupo en particular. Quienes así la piensan,
sea cual sea su tendencia partidista, terminan en lo contrario a la democracia,
es decir, la autocracia. Por otra parte, si bien es un momento excepcional de
la misma democracia, ésta no se reduce sólo al acto electoral. Es con la
participación de todos los miembros del pueblo según lo establecido en el
ordenamiento jurídico del país como de verdad se logra la democracia.
7.- Característica irrenunciable de toda
democracia es el diálogo constructivo. Este no se reduce a un conversatorio
entre unos pocos o un monólogo infructuoso. El diálogo, según nos enseña la
Doctrina Social de la Iglesia, conlleva algunos elementos imprescindibles: la
escucha abierta y respetuosa del otro, aunque pueda tener diversidad de
opiniones; la búsqueda de un proyecto común y compartido de país; el respeto a
la verdad y a la dignidad de los demás y sus derechos, en especial el de la
vida; la capacidad de reconciliación, que no significa impunidad, sino el
empeño por conseguir condiciones mediante las cuales se hace posible la
fraternidad.
8.- El pueblo quiere ser escuchado y
atendido. Es demasiado el deterioro de las condiciones de vida de una inmensa
mayoría de venezolanos. Pedimos el respeto a su dignidad y derechos
inalienables así como el cese de las persecuciones por motivos de tipo
político, camuflados con una narrativa que habla de cosas que no son. El pueblo
está pidiendo un cambio de rumbo. En este sentido, es necesario oír y atender
los clamores del pueblo ¿No es el momento para ello?
9.- La Iglesia que evangeliza en el Táchira
ratifica su voluntad de construir la convivencia pacífica, sin dejar, para ello
de caminar como pueblo. Si eleva su voz no lo hace como un factor político sino
desde la fidelidad a su misión. De acompañar al pueblo del cual forma parte. El
verdadero interés que nos mueve es llenar a nuestra sociedad tachirense con los
valores del Reino de Dios: justicia, paz, libertad, reconciliación,
solidaridad… cuya fuente está en el amor que viene de Dios. No olvidemos que
seremos juzgados en el amor.
10.- Defenderemos siempre la dignidad de cada
uno de nuestros hermanos, cualquiera que sea su condición, credo e ideología.
Como nos enseña el Evangelio, todo lo que se haga a favor o en contra de los
hermanos se hace en favor o en contra del Cristo en el que creemos. La Iglesia,
por definición basada en la eucaristía, es “Cuerpo de Cristo”. Todo atentado y
ofensa hacia cualquiera de uno de los hermanos es un atentado contra ese Cuerpo
(Cf. Mt 25, 40.45) y, por conclusión, un sacrilegio. Así nos lo sugirió el
Santo Papa Pablo VI cuando habló a los campesinos en el Campo de Mosquera
(Colombia) en agosto de 1968 al proclamar que los pobres y los débiles son
“sacramento de Cristo”.
11.- Desde nuestro compromiso pastoral, hacemos
un llamado a todos para defender sus derechos de acuerdo a la ley y sin
violencia de ningún tipo. Lo primero y principal es la vida humana: de allí el
llamado a las autoridades no sólo a defenderla sino a que eviten atropellos
hacia quienes piensan de manera diversa y a los cuales se les están haciendo
acusaciones no del todo ciertas. A los
dirigentes políticos a que, en diálogo, no sólo busquen la verdad sino también
la hagan relucir. A los miembros del poder electoral les invitamos a actuar
apegados a la Constitución y las leyes y así reconozcan los auténticos
resultados; no tengan temor de darlos a conocer según las actas electorales de
cada mesa y centros de votación. A los miembros de las fuerzas armadas y
policiales, quienes también pertenecen al pueblo, les pedimos actuar de acuerdo
al juramento prestado de defenderlo, sin olvidar que muchos de sus familiares
también padecen las vicisitudes de los otros hermanos venezolanos. A los
sacerdotes y diáconos como a los agentes de pastoral y miembros de los
Institutos de Vida Consagrada, les urgimos acompañar a sus comunidades con
caridad pastoral, no incitando a la violencia de ningún tipo sino con la
consigna dada por Dios a través del Profeta Isaías (40,1): “¡Consuelen,
consuelen a mi pueblo!”
12.- Nos apoyamos en la fuerza del Espíritu.
Para ello, sin dejar de cumplir la misión evangelizadora y con el compromiso de
hacer patente la justicia de Dios entre nosotros, fortalezcámonos con la
oración. Esta, fundamentada en la Palabra de Vida eterna, nos ilumina para
descubrir y caminar por las sendas de justicia, paz, libertad y reconciliación.
En la mesa eucarística encontraremos, ciertamente, la fortaleza para así
permanecer firmes en la fe con la cual orientamos nuestras acciones. La hermosa
tradición de las horas santas cada jueves y las diversas expresiones de la
adoración perpetua existentes en nuestra Diócesis constituyen un lugar precioso
para sentir la presencia de Dios según la describe el salmista (Salmo 121): Él
es nuestro guardián, no duerme ni descansa para protegernos. Con la intercesión
de María del Táchira y de nuestros santos patronos junto al Beato José Gregorio
Hernández, aumentaremos nuestra confianza y podremos demostrar, con el Apóstol,
que todo lo podemos en Jesucristo el Señor.
13.- Finalmente, recordamos que los venezolanos
somos capaces de resolver nuestros propios problemas. Se necesita voluntad para
ello. Es necesario que todos, sin excepción, nos podamos sentar en la misma
mesa de fraternidad para escucharnos y aceptar la decisión popular. Lejos de
nosotros el deseo de intervenciones extranjeras, cuando somos los protagonistas
de nuestro quehacer. Con respeto a la institucionalidad hemos de aplicar el
ordenamiento jurídico de la nación. Es necesario evitar todo tipo de rumores
que terminan siendo falsos positivos mediante los cuales se destruye la fama de
personas inocentes y se pone en peligro la pacífica convivencia ciudadana.
Apelamos y llamamos a que todos actuemos en conciencia, tesoro preciado de
nuestra condición de persona humana. En ella se hace presente el Dios de la
vida a fin de poder actuar en plena justicia. Apelamos a esa conciencia
personal de quienes están llamados a dar la justa solución a la situación
creada. Esa misma conciencia debe ser orientada por el temor de Dios, don del
Espíritu colocado en los corazones de todos.
14.- Reafirmamos y sostenemos que nuestro
verdadero compromiso como Obispos, Presbíteros y Diáconos es con el pueblo del
cual formamos parte. Nosotros pertenecemos única y exclusivamente a Jesucristo,
Sumo y Eterno Sacerdote, a quien estamos configurados. Nuestra obediencia es a
la Iglesia de la cual somos ministros y donde compartimos los gozos y alegrías,
las angustias y sufrimientos de nuestra gente (Cf. G.S. 1). Al obrar así, lo
hacemos en el nombre del Buen Pastor, Jesús el Señor (Jn 10). Pedimos al Santo
Cristo de La Grita, protector de los Andes Venezolanos, continúe enviándonos el
Espíritu Santo para reforzar en nosotros los dones del consejo y de la
sabiduría.
Con
nuestra cariñosa bendición,
+Mario,
Obispo de San Cristóbal y +Juan Alberto, Obispo Auxiliar.
SAN
CRISTÓBAL, 2 DE AGOSTO DE 2024, en la Festividad de Nuestra Señora de los
Ángeles
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