Miguel Méndez Rodulfo Caracas 30 de noviembre de 2012
El llamado “escándalo de las escuchas”
que sacudió a Inglaterra hace un año, provocó una profunda revisión del rol de
la prensa en la sociedad actual. Por siglos el papel de los medios había sido
el de garante de la libertad de expresión, del derecho a la información y del
de la defensa del ciudadano frente al poder político, económico o social. Sexto
Poder se le llegó a llamar y fue tal el prestigio que llegó a alcanzar que
siempre tuvo el reconocimiento de la sociedad. Este estado de cosas comenzó a
cambiar, sobre todo a raíz del amarillismo que se desató en la Gran Bretaña,
como en el resto del mundo, alimentando un morbo por la divulgación de aspectos
privados de personajes públicos, fueran de la realeza, del espectáculo, de la
política, del mundo de los negocios o de figuras del deporte.
El escándalo tuvo su epicentro en el
periódico más escandaloso del imperio de Rupert Murdoch: el "News of the
World". La directora de dicho pasquín, Rebekah Brooks, urdió en colusión
con funcionarios gubernamentales una red de espionaje para escuchar las
conversaciones telefónicas de personajes públicos y obtener de esta manera
primicias. Se supone que esto se hizo durante mucho tiempo, pero el colofón de
esta ilegalidad fue la intervención telefónica que se le hizo a una familia
cuya niña había sido secuestrada y que posteriormente resultó muerta durante el
plagio. Lo más grave es que la manipulación que se le hizo al celular de la
niña, les hizo pensar a los padres que aún vivía, cuando ya la habían matado.
Esta maniobra macabra, cuando se conoció tiempo después, dejó estupefacta a la
sociedad británica y al mundo. Murdoch, muy relacionado a David Cameron, negó
tener previo conocimiento de que este tipo de operación se llevaba a cabo en un periódico de su propiedad.
Para ponerle un reparo a esto, el
Primer Ministro inglés decidió encomendar al prestigioso juez Levenson, una
investigación exhaustiva que duró un año y cuyas conclusiones más importantes
fueron: proteger los derechos de las víctimas y también a los ciudadanos que
presenten quejas cuando se vean acosados por la prensa, y la creación por ley
de un organismo regulador con mayores competencias que la obsoleta Comisión de
Quejas a la Prensa. Este órgano regulador debía ser independiente de la propia
industria de medios, del gobierno así como del sector político, y debía estar
sometido al control del parlamento. Las encuestas señalan que los ciudadanos
apoyan un marco legal para los medios, en lugar de que se autorregulen, El
Sindicato Nacional de Periodistas apoya el consejo regulador independiente de
los medios y del Gobierno que, además de velar por la ética profesional y la
calidad, proteja a los informadores.
El juez Leveson consideró que la
prensa había actuado hasta ahora como si su código de conducta "nunca
hubiera existido”. Agregó también que un órgano regulador realmente
independiente puede lograr una mejor autorregulación de los medios y una mayor
obligación hacia la población, así como garantizar la calidad del periodismo y,
al mismo tiempo, proteger la intimidad de las personas. Además dijo que debía
tener la autoridad para multar hasta con un millón de libras (unos 1,2 millones
de euros) a los periódicos si violan su código de conducta. Hay cosas
importantes que deben considerar los medios de comunicación del mundo, aunque
la lucha en Venezuela es contra la brutal interferencia gubernamental.
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