Gustavo Linares Benzo 30 de
agosto de 2013
@glinaresbenzo
¿Qué vendrá, delegar el
cobro de la factura petrolera, que el jefe del Seniat se llame Lin Biao…?
Nadie se llame a engaño: la ley
habilitante es para otra cosa, secreta y perversa, no para combatir la
corrupción, algo que no le importa a casi nadie y mucho menos al chavismo, que
vive de ella. Como tampoco le importó en vida al Gigante Eterno, quien la
necesitaba para mantener dóciles a sus adláteres, aunque ahora se pretenda
reconstruir la historia siguiendo el ejemplo que Chávez dio.
Es para otra cosa, ya veremos más
adelante para qué, puesto que cualquier cosa imaginable, desde penas máximas
hasta los controles más impermeables pueden establecerse con la actual mayoría
del chavismo en la Asamblea o simplemente ejecutando lo que dice la ley
vigente, pues en eso sí somos el país más honesto del mundo: ley dura, práctica
blanda, como decía Tocqueville; ley dura, nada de práctica, diría cualquier
analista venezolano.
Antes, el Gobierno debe superar el
detalle de que no tiene los votos en la Asamblea. Ese problemita tiene varias
soluciones: i) como ya dijo el presidente Cabello, las tres quintas partes
necesarias no se cuentan sobre los miembros de la Asamblea, asistan o no, sino
sobre los presentes en la sesión. Basta entonces una orden a un fiscal del
INTTT para que detenga el carro de cualquier diputado de oposición en camino a
la sesión, digamos, porque su triángulo de seguridad es chimbo, para que se
llegue al final deseado; ii) un poco más agresiva, lograr un salto de
talanquera in extremis, con tantas maneras de convencer que posee el Gobierno;
iii) las tres quintas partes no hacen falta porque la interpretación
transversalista del Texto Magno requiere de una hermenéutica dialógica que ante
todo alzaprime el buen vivir del colectivo, lo que lleva inexorablemente al
apotegma de que las mayorías calificadas son un residuo burgués que
invisibiliza el sentir del pueblo oprimido, id est, el chavismo arrebata.
Superada la formalidad, se verá el
texto del proyecto de ley habilitante. No hay que ser profeta para saber cómo
vendrá: luego de varios numerales que habilitarán a Maduro a “aumentar las
penas por los delitos de corrupción”, aumentar los controles, reforzar los
organismos de control, léase Sebin, o al final de cada uno de los numerales,
estará la verdadera ley habilitante: el Presidente de la República “podrá hacer
todo lo que sea necesario, o lo conveniente, para lograr el buen vivir de los
venezolanos (refrito de la última ley habilitante de Chávez, que con la excusa
de resolver la tragedia de las lluvias, dictó una nueva Ley del Trabajo), o lo
necesario para la construcción del socialismo, o para garantizar la paz y la
justicia de todos los pueblos de nuestra América”, etc.
Con esa base, ¿qué será lo que de
verdad se busca con la habilitante? Primero, seguir tratando de visibilizar a
Maduro, hacerlo protagonista de cualquier iniciativa del Gobierno. Así, queda
como paladín decretando una ley contra la corrupción, en un acto de gobierno de
calle. La alternativa es impensable, la única que permite esa molesta
formalidad que es la Constitución: contentarse con una firmita a una ley
dictada por la Asamblea, es decir, una firmita después de la rúbrica de
Diosdado Cabello. Antes, el presidente Cabello dirigiendo el debate por ANTV y
todos los noticieros, quedando como factor fundamental del buen orden de la
República.
egundo, evitar precisamente que haya
debate público. Toda Venezuela en vilo ante la TV, en tiempo real, cada vez que
Julio Borges saque una carpeta con documentos o María Corina pida la palabra
durante la discusión de la Ley de Contraloría, digamos; o esperando el nuevo
insulto de los diputados chavistas a los homosexuales o a cualquier otro grupo
que les venga en gana. Ese espectáculo no lo puede permitir el Gobierno. Mejor
es la tranquilidad de la Sala Situacional o la consultoría jurídica de la
Vicepresidencia, sin debate ni cámaras. Al final, sólo se sabrá cómo quedó el
Decreto Ley.
Sobre todo, se podrán dictar las
reformas de la ley de administración financiera del sector público necesarias
para recontraendeudarnos con los chinos (¿qué vendrá, delegarles el cobro de la
factura petrolera, o el control de las aduanas o del IVA? ¿Que el jefe del
Seniat se llame Lin Biao? La enmienda Platt, versión venezolana). O para que el
BCV le siga dando real a Pdvsa sin quedar tan mal, tratando que no se entere
Fitch y nos salga más cara la enésima emisión de deuda. O terminar de
despalillar las reservas, o flexibilizar el control de cambio. Todo, todo,
entre gallos y a medianoche. Lo que sea, pues. La corrupción es paja.
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