LUCIA MAGI Venecia 1 SEP
2013
El Pontífice convoca una
jornada de oración mundial por la paz en Siria el próximo 7 de septiembre
“Queremos un mundo de paz, queremos
ser hombres y mujeres de paz. Queremos que en nuestra sociedad destrozada por
divisiones y por conflictos, estalle la paz. Nunca más la guerra”. El papa
Francisco aprovechó el habitual Ángelus dominical para clamar contra la guerra
en Siria. Encaramado a la ventana del Palacio Apostólico, bajo sus pies, la
plaza de San Pedro estaba repleta de fieles. Casi gritaba, con los puños
cerrados, la voz firme, aquella palabra ‘paz’ que seguía repitiendo, como
rezando un rosario. “He decidido convocar para toda la Iglesia el próximo 7 de
septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de
ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero”,
dijo Jorge Mario Bergoglio.
“Mi corazón está profundamente herido
por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por los dramáticos desarrollos
que se presentan", comentó en un Ángelus insólitamente largo y centrado en
la actualidad, en el cual condenó el uso de armas químicas pero también la
respuesta armada que están barajando EEUU y Francia . “¡Cuánto sufrimiento,
cuánta devastación, cuánto dolor ha traído y trae el uso de las armas en aquel
martirizado país, especialmente entre la población civil e inerme! ¡Pensemos en
cuantos niños no podrán ver la luz del futuro!"
Con particular firmeza condenó el uso
de las armas químicas: "Les digo que tengo aún fijas en la mente y en el
corazón las imágenes terribles de los días pasados! ¡Hay un juicio de Dios y
también un juicio de la historia sobre nuestras acciones al que no se puede
escapar! Jamás el uso de la violencia lleva a la paz. ¡Guerra llama guerra,
violencia llama violencia!”.
Una posición cristalina. No
descontada, por su fuerza y detenimiento. En ella, quizás, ya se vislumbra
alguna sugestión del nuevo secretario de Estado, el diplomático Pietro Parolin.
El número dos del Vaticano empieza a trabajar el 15 de octubre, pero el anuncio
de su nombramiento llegó justo ayer (sábado). La experiencia de Parolin en
temas delicados como las relaciones entre la Iglesia y China, Vietnam o en
Venezuela de Chávez, hace de él un hombre que va a devolver a la Santa Sede
algo de centralidad en la comunidad internacional. Porque además de jefe
espiritual —que insta a rezar por a paz— Jorge Mario Bergoglio es también jefe
de un Estado, que dispone de un nutrido cuerpo diplomático, contactos y
autoridad.
Con su discurso en la Plaza de San
Pedro Francisco toma una posición clara como Papa y como hombre político. El
Vaticano se coloca en el bando opuesto al l de EEUU y Francia. Condena a Assad
y es contrario a la intervención militar en Siria. Y la condena con la
ascendencia que le deriva no tanto de su dimensiones o poder temporal, sino de
la influencia moral, aquel poder de disuasión que algunas veces contribuyó a
calmar los ánimos en la historia: “Con toda mi fuerza, pido a las partes en
conflicto que escuchen la voz de su propia conciencia, que no se cierren en sus
propios intereses, sino que miren al otro como un hermano y emprendan con
coraje y con decisión la vía del encuentro y de la negociación, superando la
ciega contraposición.
Con la misma fuerza exhortó también a
la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo para promover, sin ulterior
demora, iniciativas claras por la paz en esa nación, basadas en el diálogo y en
la negociación, por el bien de la entera población siria”.
El 7 de septiembre, en la Plaza de San
Pedro, desde las 19.00 y hasta las 24.00, Francisco rezará con los fieles
presentes. Millones de personas le seguirán en el mundo, no solo católicas:
“invito a unirse a esta iniciativa -pidió - según el modo que considerarán más
oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los pertenecientes a las
demás religiones y a los hombres de buena voluntad”. Mientras tanto, con su
mensaje pone también en marcha una silenciosa maquinaria diplomática.
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