Fausto Masó Martes, 3 de
septiembre de 2013
@faustomaso
Nicolás Maduro ha sido el relacionista
público de Primero Justicia, lo ha vuelto el partido de la oposición por
excelencia, ha creído que es una genialidad definir a la “derecha amarilla”
como el gran enemigo. Centrar los ataques contra PJ ha sido un maquiavelismo
infantilísimo, eso de suponer que presentarle al país el dilema entre la
izquierda, ¿el PSUV?, y la derecha acabaría con la oposición. Esta estrategia
la aplaude el grupillo de chavistas radicales. Venezuela no anda preocupada por
escoger entre Marx y Adam Smith.
Miembros de la MUD que revientan de
celos hablan de un matrimonio hecho en el infierno entre PJ y el PSUV, quieren
que Maduro insulte a los adecos, los copeyanos, Proyecto Venezuela, o Un Nuevo
Tiempo, que les diga fascistas, ratas, canallas. ¡Los han excluido del debate!,
susurran. No dan el paso lógico para volverse relevantes, unirse. Si UNT, si
Alianza Bravo Pueblo y Acción Democrática se convirtieran en un partido serían
una opción política.
Pero no se engañen los de PJ, no todo
es un lecho de rosas: Miraflores quiere dejarlos sin sus principales operadores
políticos, financistas, organizadores, obligar a salir del país a su tropa de
combate, o terminar presos.
El reciente teatral afán moralista de
Maduro busca colocar un dique para limitar la corrupción interna, impedir que
devore al chavismo, quiere depurar sus propias filas con un doble propósito:
arrinconar a sus adversarios internos y ponerle un límite a un desmadre
demasiado peligroso en el Gobierno.
Todo esto se une a una ofensiva para
lograr la famosa hegemonía mediática. Hoy sin Globovisión, la quiebra por falta
de papel de la prensa del interior, se cierra el cerco de hierro, desaparece la
oposición mediática, la que solo exigía de los políticos lograr ser invitados a
programas de opinión y aparecer en cámara limpiecitos afeitaditos y peinados,
un estilo que lograba mantener al país en una crisis histérica y generaba
líderes de cartón. A la oposición la están obligando a salir a la calle en
estos meses de calor y de lluvia.
No nos extrañemos que entre los planes
oficiales acaricien abandonar esa obsesión de Chávez por celebrar elecciones,
ya no se cumplen los lapsos que marca la ley para convocarlas. De aquí a
reemplazarlas por consultas a las comunas no hay mucho trecho.
En estas elecciones el PSUV repetirá
el mensaje de que a un alcalde de oposición le impedirán, por ejemplo, recoger
la basura como ya ocurre en Petare; que votar por la MUD garantiza que al
alcalde le quitarán recursos, funciones, le impedirán trabajar, aplicar medidas
a favor del ciudadano. Es un argumento poderoso aunque claramente sea abusivo.
Esto unido a la indolencia de los electores, de la campaña a favor de la
abstención propicia una derrota. Hoy todo favorece a la oposición porque las
circunstancias empeorarán semana tras semana, pero contra la tontería nada se
puede, como la de los que se esfuerzan por minimizar la trascendencia al 8D.
La prensa extranjera habla de un cambio
en la política petrolera venezolana, la única forma para Maduro de conseguir
recursos para mantener el pie este socialismo petrolero. Pero no es fácil, no
es nada fácil hacer lo sensato incluso en el momento en que está en juego el
pellejo político. La ideología les pesa como el famoso collar de bolas criollas
mientras el país se desbarata a una velocidad sideral. El último en irse no
podrá ni apagar la luz.
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