Por Vladimiro Mujica, 27/02/2014
La tarde del pasado sábado 22 de febrero, una
gandola cargada de reses se volcó en el sector La Cochinera de la carretera
Morón-Coro. Según informó el diario Notitarde, “luego del accidente los
habitantes de la zona salieron a la calle con cuchillos y machetes para
sacrificar en plena vía a los animales que quedaron vivos y descuartizar los
que murieron con el volteo de la gandola”. Fin del parte de prensa
copiado literalmente del sitio sunoticiero.com.
La palabra “Res” proviene del latín y
significa literalmente cosa o propiedad. Aplicada al ganado destinado al
consumo humano transmite la idea de que estos animales son considerados
propiedad de quienes eventualmente se los comerán.
Quizás más interesante para los propósitos de
este artículo es que la palabra “República” también proveniente del latín, es
la contracción de dos términos: res y pvblica. Es decir, la república viene a
ser etimológicamente la “cosa pública”.
La horrenda visión de una poblada con
machetes y cuchillos asaltando el camión cargado de reses y sacando a los
aterrorizados animales para sacrificarlos en un acto de salvajismo primitivo es
sobrecogedora. El pueblo tiene hambre, dirán algunos para justificar la
crueldad de la acción y el asalto sobre la propiedad privada. Yo pienso que el
problema es mucho más complejo y profundo y atañe a una pérdida de valores, a
una creciente deshumanización de la conducta de muchos venezolanos que cada vez
se hace más evidente.
Cómo ignorar que tras el proceder vandálico y
obscenamente agresivo de la GNB, la PNB y los colectivos y motorizados
protegidos por el régimen se encuentra la prédica del odio de estos últimos 15
años y la deshumanización del adversario. Cada vez que los prohombres chavistas
se expresan de otros venezolanos como apátridas, fascistas y escuálidos se
alimenta el desprecio y el resentimiento de la mitad roja del país por la mitad
azul. La oligarquía chavista ha creado la ficción de que estamos en una especie
de oclocracia bucólica, de gobierno de la calle que actúa como un padre
benevolente y fuerte en la defensa del pueblo. En verdad estamos en presencia
de un régimen militarista y fascistoide, esta vez sí bien empleada la palabra,
que no duda en usar los más odiosos métodos de represión contra su propio
pueblo con tal de mantenerse en el poder. Ello, conjuntamente con una oscurana
informativa de censura a los medios que hace palidecer los proverbiales ataques
sobre la libertad de expresión en países como Cuba o Corea del Norte.
EL LEVIATÁN DE HOBBES Probablemente el sarcasmo implícito en la
comparación es inapropiado, pero inevitable. Una diferencia importante entre
los semovientes descuartizados por la turba y los humanos a quienes se pretende
reprimir, es que éstos últimos tienen la capacidad de oponerse a sus matarifes.
La oligarquía chavista suele añadir como coletilla amenazante la frasecita: no
se equivoquen, la revolución es pacífica pero armada. Quizás habría que
recordarles a los chavistas la inconveniencia, probada una y otra vez en la
historia, la más reciente de ellas en Ucrania, de equivocarse y creer que la
gente puede ser siempre controlada por el miedo y el terror. El Leviatán de
Hobbes es un buen punto de partida para esta reflexión, porque según este autor
el estado natural del hombre es un estado de guerra contra todo otro hombre.
Para controlar este estado de cosas y ordenar la convivencia se constituye el
contrato social para construir un gobierno central fuerte que pueda controlar
la violencia y la anarquía que favorece al más brutal. Una sola excepción
establece Hobbes para convalidar la desobediencia del individuo a la autoridad
central: cuando el gobierno es incapaz de garantizarle la vida. Creo que es
innecesario argumentar que el Estado venezolano no solamente es incapaz de
garantizarle la vida a los ciudadanos por su incapacidad manifiesta para
controlar la violencia homicida que cobra incontables víctimas cada año, sino
porque ahora se le añade el uso de la represión y la tortura contra estudiantes
que manifiestan precisamente contra la violencia.
En este punto entra de manera determinante la
sabiduría política de la oposición para impedir que la República sea
sacrificada como las reses en la carretera de Morón por quienes no tienen ningún
miramiento en ejercer la violencia.
La respuesta al caos que pretende propiciar
el régimen para justificar la represión no puede ser la generación de caos del
lado opositor sino una cuidadosa administración de las fuerzas de la rebelión
pacífica ciudadana, un asunto en que han insistido tanto Capriles como Machado
y López. La paz es un bien inestimable pero no a cualquier precio. Solamente la
paz con dignidad, democracia y libertad es aceptable y, como enfatiza hoy
Capriles, no hay lugar para participar en las comparsitas carnestolendas de paz
convocadas por el gobierno mientras se reprime a nuestra gente a mansalva.
Solamente en presencia de hechos concretos que indiquen una disposición real al
diálogo se debe tomar parte en el mismo. En este contexto es indispensable
plantearse dos interrogantes acerca de las contradicciones internas en el
chavismo: (1) ¿Por qué el propio gobierno sabotea con sus acciones el llamado
al diálogo? Respuesta posible: porque el régimen entiende que el diálogo
significa para muchos de sus partidarios la muerte de la revolución, el pacto
con el enemigo jurado. (2) ¿Por qué la FANB no es utilizada masivamente en la
represión? Respuesta posible: porque existe un temor real a darle mando
operativo de tropas a militares que no son fichas del régimen.
Es indudable que el caso venezolano es muy
complejo porque el chavismo cuenta con un considerable apoyo popular. Pero lo
mismo se puede decir de la oposición en un país dividido en dos mitades. En
estos aciagos días hemos asistido a una convergencia de las posiciones
opositoras que apunta a conciliar la rebelión popular con la ampliación de la
base social de la alternativa democrática. Probablemente la mejor estrategia
para proteger a la República de sus asaltantes y movernos hacia el ansiado
diálogo.
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