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viernes, 7 de marzo de 2014

La Res Pública en grave peligro, Vladimiro Mujica


Por Vladimiro Mujica, 27/02/2014

La tarde del pasado sábado 22 de febrero, una gandola cargada de reses se volcó en el sector La Cochinera de la carretera Morón-Coro. Según informó el diario Notitarde, “luego del accidente los habitantes de la zona salieron a la calle con cuchillos y machetes para sacrificar en plena vía a los animales que quedaron vivos y descuartizar los que murieron con el volteo de la gandola”. Fin del parte de prensa copiado literalmente del sitio sunoticiero.com.

La palabra “Res” proviene del latín y significa literalmente cosa o propiedad. Aplicada al ganado destinado al consumo humano transmite la idea de que estos animales son considerados propiedad de quienes eventualmente se los comerán.

Quizás más interesante para los propósitos de este artículo es que la palabra “República” también proveniente del latín, es la contracción de dos términos: res y pvblica. Es decir, la república viene a ser etimológicamente la “cosa pública”.

La horrenda visión de una poblada con machetes y cuchillos asaltando el camión cargado de reses y sacando a los aterrorizados animales para sacrificarlos en un acto de salvajismo primitivo es sobrecogedora. El pueblo tiene hambre, dirán algunos para justificar la crueldad de la acción y el asalto sobre la propiedad privada. Yo pienso que el problema es mucho más complejo y profundo y atañe a una pérdida de valores, a una creciente deshumanización de la conducta de muchos venezolanos que cada vez se hace más evidente.

Cómo ignorar que tras el proceder vandálico y obscenamente agresivo de la GNB, la PNB y los colectivos y motorizados protegidos por el régimen se encuentra la prédica del odio de estos últimos 15 años y la deshumanización del adversario. Cada vez que los prohombres chavistas se expresan de otros venezolanos como apátridas, fascistas y escuálidos se alimenta el desprecio y el resentimiento de la mitad roja del país por la mitad azul. La oligarquía chavista ha creado la ficción de que estamos en una especie de oclocracia bucólica, de gobierno de la calle que actúa como un padre benevolente y fuerte en la defensa del pueblo. En verdad estamos en presencia de un régimen militarista y fascistoide, esta vez sí bien empleada la palabra, que no duda en usar los más odiosos métodos de represión contra su propio pueblo con tal de mantenerse en el poder. Ello, conjuntamente con una oscurana informativa de censura a los medios que hace palidecer los proverbiales ataques sobre la libertad de expresión en países como Cuba o Corea del Norte.

EL LEVIATÁN DE HOBBES Probablemente el sarcasmo implícito en la comparación es inapropiado, pero inevitable. Una diferencia importante entre los semovientes descuartizados por la turba y los humanos a quienes se pretende reprimir, es que éstos últimos tienen la capacidad de oponerse a sus matarifes. La oligarquía chavista suele añadir como coletilla amenazante la frasecita: no se equivoquen, la revolución es pacífica pero armada. Quizás habría que recordarles a los chavistas la inconveniencia, probada una y otra vez en la historia, la más reciente de ellas en Ucrania, de equivocarse y creer que la gente puede ser siempre controlada por el miedo y el terror. El Leviatán de Hobbes es un buen punto de partida para esta reflexión, porque según este autor el estado natural del hombre es un estado de guerra contra todo otro hombre. Para controlar este estado de cosas y ordenar la convivencia se constituye el contrato social para construir un gobierno central fuerte que pueda controlar la violencia y la anarquía que favorece al más brutal. Una sola excepción establece Hobbes para convalidar la desobediencia del individuo a la autoridad central: cuando el gobierno es incapaz de garantizarle la vida. Creo que es innecesario argumentar que el Estado venezolano no solamente es incapaz de garantizarle la vida a los ciudadanos por su incapacidad manifiesta para controlar la violencia homicida que cobra incontables víctimas cada año, sino porque ahora se le añade el uso de la represión y la tortura contra estudiantes que manifiestan precisamente contra la violencia.

En este punto entra de manera determinante la sabiduría política de la oposición para impedir que la República sea sacrificada como las reses en la carretera de Morón por quienes no tienen ningún miramiento en ejercer la violencia.

La respuesta al caos que pretende propiciar el régimen para justificar la represión no puede ser la generación de caos del lado opositor sino una cuidadosa administración de las fuerzas de la rebelión pacífica ciudadana, un asunto en que han insistido tanto Capriles como Machado y López. La paz es un bien inestimable pero no a cualquier precio. Solamente la paz con dignidad, democracia y libertad es aceptable y, como enfatiza hoy Capriles, no hay lugar para participar en las comparsitas carnestolendas de paz convocadas por el gobierno mientras se reprime a nuestra gente a mansalva. Solamente en presencia de hechos concretos que indiquen una disposición real al diálogo se debe tomar parte en el mismo. En este contexto es indispensable plantearse dos interrogantes acerca de las contradicciones internas en el chavismo: (1) ¿Por qué el propio gobierno sabotea con sus acciones el llamado al diálogo? Respuesta posible: porque el régimen entiende que el diálogo significa para muchos de sus partidarios la muerte de la revolución, el pacto con el enemigo jurado. (2) ¿Por qué la FANB no es utilizada masivamente en la represión? Respuesta posible: porque existe un temor real a darle mando operativo de tropas a militares que no son fichas del régimen.

Es indudable que el caso venezolano es muy complejo porque el chavismo cuenta con un considerable apoyo popular. Pero lo mismo se puede decir de la oposición en un país dividido en dos mitades. En estos aciagos días hemos asistido a una convergencia de las posiciones opositoras que apunta a conciliar la rebelión popular con la ampliación de la base social de la alternativa democrática. Probablemente la mejor estrategia para proteger a la República de sus asaltantes y movernos hacia el ansiado diálogo.


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