Por Lissette González, 28/02/2014
Hay cierta sensación de irrealidad cuando te toca recorrer tu ciudad entre escombros porque recibiste la noticia de que en aquel supermercado hay leche. Y corres, claro. Como quizás en otros tiempos alguna vez corriste porque estaban grabando Ligia Elena en el Teatro Las Palmas y el grupo de amigas del edificio moría por ver en persona a Guillermo Dávila, de quien ese día solo nos separaban un par de cuadras.
Pero, bueno, los tiempos cambian y ahora uno corre por leche, aceite o alguna medicina. Me preocupaba esta mañana que el mentado supermercado queda en El Cafetal zona de aguerridos guarimberos. Encontré en el camino varias barricadas construidas con palos y muebles viejos, sin muchas pancartas que explicaran qué es lo que se demanda. Algunas de estas barricadas estaban abandonadas y otras con pequeños grupos de manifestantes, muy jóvenes. Y hubo suerte, porque solo habían restringido el tránsito, no lo habían detenido. Escombros y basura en las calles, colas por comida y aviones militares sobrevolando la ciudad… Cualquiera pensaría que es el escenario de una distopía; desafortunadamente, es nuestra cotidianidad.
Cuando empezaron las protestas en Caracas y en muchas otras ciudades del país el pasado 12 de febrero, mostré públicamente mi desacuerdo. Pero después de una represión desmedida, de 15 muertos, cientos de detenidos y al menos 33 casos documentados de tortura, no tiene mucho sentido elucubrar si este era o no el momento, cuál era la mejor forma de canalizar el descontento o sobre cualquier otra precisión. A nuestros problemas de escasez, inseguridad e inflación, se ha sumado ahora la violencia desproporcionada del estado. Y con conducción o sin ella, es de esperar que la gente siga en las calles manifestando su descontento. La cuestión es cómo.
Mientras en algunas zonas del este de Caracas los vecinos han decidido que su activismo consiste en cerrar completamente el tránsito durante todo el día, mientras en otros sectores hay enfrentamientos diarios entre manifestantes y los cuerpos de seguridad del estado, esta coyuntura también ha servido para abrir espacios a la creatividad y a la ciudadanía organizándose. Por citar solo muy pocos ejemplos: el Proyecto Reconocernos, plataformas para la difusión de información a través de la web 2.0 como @EfectoEco y @volantear, nuevas asociaciones como @MusicosNLaCalle. La ciudadanía se está moviendo mucho más allá de las marchas y las “guarimbas”, se están tejiendo nuevas redes, donde lo central no es tanto qué opción política partidista defiendes, sino la promoción de la tolerancia, el encuentro, la defensa de los derechos de todos. Creo que es el germen de un cambio importante.
Este no es el escenario completo. Como se diría en tiempos de la guerra fría: los rusos también juegan. El desenlace de la actual crisis política no depende exclusivamente de qué decida hacer y cómo la ciudadanía descontenta, ni los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática. El actor más poderoso en el actual juego político es el gobierno, quien tiene a su disposición los muchos o pocos recursos económicos del país, todos los poderes públicos, las armas de los cuerpos de seguridad y el sistema nacional de medios públicos para distribuir a la ciudadanía su interpretación de la realidad.
El gobierno es en la actualidad como aquel rival en una partida de dominó que tiene en su mano la única piedra que puede jugarse, el que puede decidir si abre juego o si tranca la partida. Así, los llamados a conferencias de paz serán ilegítimos para los estudiantes, gremios y partidos de oposición mientras el gobierno no admita la legitimidad de las demandas populares frente a los graves problemas que nos aquejan, mientras no reconozca el derecho a la protesta y no se emprendan acciones concretas para el cese de la violación de los derechos humanos y el castigo de los responsables. Esa jugada de reconocer al adversario y aceptar que existe un marco legal que debe ser respetado por todos los actores, incluido los propios cuerpos del estado, solo la puede hacer el gobierno. Si no emprende ese camino el juego está trancado y no habrá vías posibles de negociación, por más conferencias de paz que se transmitan en cadena nacional de radio y televisión.
Aunque de lado y lado haya quienes apuesten por trancar, por encerrarse en sus posiciones, en nuestras manos sigue estando la posibilidad de seguir construyendo nuevas redes y espacios de encuentro donde se promuevan la discusión, la integración y la tolerancia, aspectos imprescindibles para la salida democrática y pacífica que desea la mayoría de los venezolanos.
Lissette González
http://conjeturasparallevar.blogspot.com/
@LissetteCGA
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