Yoani Sánchez marzo de 2014
Dicen que nadie escarmienta por cabeza
ajena, que repetimos los errores de otros y tropezamos –una y otra vez- con la
misma piedra. Los escépticos aseguran que los pueblos olvidan, que cierran los
ojos al pasado y vuelven a cometer idénticos descuidos. Venezuela, sin embargo,
ha comenzado a desmentir esa fatalidad. En medio de una realidad marcada por la
inseguridad, el desabastecimiento y la inflación, los venezolanos tratan de
enmendar un desliz que ha durado demasiado tiempo.
Tomada por la inteligencia cubana,
monitoreada desde la Plaza de la Revolución y gobernada por un hombre que azuza
la violencia contra los diferentes, esta nación suramericana se encuentra ahora
ante el dilema más importante de su historia contemporánea. Totalitarismo o
democracia son las opciones. Lo que se decide en sus calles, no es sólo la
permanencia de Nicolás Maduro en el poder, sino la existencia misma de un eje
de autoritarismo y personalismo que atraviesa a toda Latinoamérica. Un sistema
que se disfrazó con palabrería hueca, al estilo de “socialismo del siglo XXI”,
“revolución de los humildes”, “sueños de Bolívar” y “nueva izquierda”, pero cuyas
características fundamentales son la ambición de poder de sus líderes, la
ineficiencia económica y el recorte de libertades.
Los estudiantes venezolanos le han
dado, no obstante, una dosis de su propia medicina al chavismo. El sector
juvenil y universitario ha sido en este caso el motor impulsor de las
protestas. Lo cual evidencia que Miraflores ha perdido la parte más rebelde y
dinámica de una sociedad. Aunque los titulares oficialistas hablen de
conspiración fomentada desde el extranjero, basta mirar las imágenes de
policías y comandos armados golpeando a los manifestantes, para comprender de
dónde viene la violencia.
Venezuela vive momento difíciles, como
todo despertar. Los oligarcas de rojo no abandonaran voluntariamente el poder y
Raúl Castro no se dejará arrebatar tan fácilmente “la gallina de los huevos de
oro”. Pero al menos ya sabemos que los venezolanos no transitarán el mismo
camino que nos impusieron en Cuba. La mansedumbre, el miedo, la complicidad, el
escapar como única salida… han sido nuestros errores. Venezuela no quiere
repetirlos, no puede repetirlos.
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