Luis Ugalde 3 de julio de 2014
El mal gobierno es de Maduro, pero el
mal modelo político es de Chávez. Hace falta un nuevo gobierno decidido a salir
de este desastroso modelo político, antes de que se hunda el país. Operación
urgente y riesgosa. Maduro se quemó con la fórmula cubana-dictatorial y perdió
la oportunidad. Nada ayudan la creciente represión y la invasión militar de la
Asamblea Nacional, del Banco Central, de una docena de gobernaciones y de
decenas de institutos y ministerios, ni la multiplicación de intrascendentes
enroques ministeriales. La causa del fracaso no está en ninguna conspiración,
ni magnicidio, sino en el modelo político dictatorial.
Sacaron a Giordani y pueden cambiar a
Maduro con la fórmula Emparan: No me quieren, pues “yo tampoco quiero mando”.
Este primer cambio no vendrá de la oposición, sino del instinto de
conservación, viveza y de cierta sensatez, de aquellos del gobierno decididos a
cambiar el reaccionario modelo cubano por el “revolucionario” brasileño o
uruguayo, para decirlo de alguna manera. Un nuevo gobierno para evitar el
estallido, desmontar ilusiones y emprender la difícil recuperación económica y
social, que arranque con inequívocas señales de cambio y garantías
constitucionales nacionales e internacionales. Luego vendrán otros gobiernos
con cambios más amplios pactados para llegar a encauzar democráticamente el
país. El nuevo gobierno chavista arrancará aplausos de muchos, resistencia de
algunos “revolucionarios” y callado beneplácito de otros, por las medidas de
libertad para todos los estudiantes, alcaldes y demás presos políticos y
despenalización de la oposición.
Más difícil será enfrentar la
carestía, improductividad, inflación y empobrecimiento, con decidida apertura
de negociaciones que conduzcan a la superación de la terrible crisis
socioeconómica (todavía creciente) y al rescate pleno de la democracia, con
fortalecimiento de las banderas sociales y programas efectivos que sustituyan
mentiras oficiales sobre la superación de la pobreza. Combate frontal de la
ineficiencia, corrupción e incompetencia gubernamentales, que son monumentales
y transformación del pobrísimo nivel de gestión pública, entendiendo que lo
público no es sinónimo de estatal y estimulando y exigiendo más la dimensión
pública de toda la sociedad. Rescate de la democracia con la separación de
poderes públicos y selección democrático-constitucional para los cargos,
eliminando la criminalización de la oposición y el uso del Poder Judicial para
perseguir a los opositores y absolver a los amigos. Combate integral contra la
violencia y la inseguridad y cultivo del reencuentro nacional.
La oposición tiene que bajarse de la
nube que remite el cambio para 2019 y también de los voluntarismos
inmediatistas. Con su presión vendrán elecciones adelantadas, pero antes hay
que conquistar un CNE nuevo, constitucional y creíble. Urge una oposición
actualizada sincerada con la realidad a julio 2014, unida con el sufrimiento
del país con la única obsesión de recuperar la democracia, con justicia social
y productividad. No merecen gobernar quienes no son capaces de tomar en serio
las necesidades de la inmensa mayoría. Alternativa democrática unida, sin
equívocos, dejando de lado las aspiraciones enanas de sus parcialidades; que
ahora no se mete en gobiernos de transición, pero los exige y valora los pasos
del gobierno para desmontar el disparate suicida del modelo.
Es la hora del pragmatismo en los
pasos para salvar el país. La transición española requirió que un falangista de
toda la vida (Adolfo Suárez) se diera la mano con el comunista que hizo la
guerra (Santiago Carrillo) y que ambos tuvieron el valor de aceptar ser
tachados de traidores por los suyos. La democracia venció pacíficamente a
Pinochet con apoyo de militares aliados del dictador que apostaron por la
transición. En Venezuela no habrá cambio democrático sin apoyo militar, pero la
nación no va a aceptar pasar de un militarismo con envoltorio democrático a
otro más descarado.
Conclusión: estos son sueños y, como
dice el poeta, los sueños sueños son. Pero hay diversas clases de sueños: unos
son fugas ilusas, otros, premoniciones y otros –como el de Martin Luther King
(I have a dream)– se convierten en una formidable fuerza interior que moviliza
a millones para superar exclusiones y lograr esperanzas. Escoja usted.
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