Por Albinson Linares | 12 de Agosto, 2014
Entrevista a Ramón Piñango
Hace 30 años Moisés Naím y Ramón
Piñango eran unos jóvenes profesores del Instituto de Estudios Superiores de
Administración (IESA), dedicados al análisis y estudio de las políticas
públicas y los entornos gerenciales del país. Una mañana, a inicios de los
ochenta, recibieron la visita de varios empresarios venezolanos que habían
cursado seminarios en la Escuela de Negocios de Harvard y volvieron a Venezuela
con varias inquietudes.
Habían experimentado el eje central de
la aproximación teórica usada en ese centro de estudios, que es el uso de los
casos, y traían en mente aplicar esos principios en el país: “Un caso de
estudio es la organización de un material sobre una experiencia organizacional,
una decisión o cualquier cosa que tenga que ver con manejo de organizaciones.
Puede ser en cualquier área pero sin interpretar nada. Se exponen los datos, se
arma la historia y se presenta. Estos empresarios querían que armáramos un caso
sobre Venezuela”, recuerda Piñango.
En 1984 luego de meses llenos de duras
jornadas de investigación, recopilación de data y edición, se publicó El Caso Venezuela: una ilusión de armonía, un
ambicioso estudio transdisciplinario dirigido por la dupla Naím-Piñango que
reunía una pléyade de expertos entre los que destacaban Elisa
Lerner, Asdrúbal Baptista, Héctor Valecillos, Sergio Bitar, Pedro Cunill Grau,
Tomás Eloy Martínez, Ignacio Ávalos y Haydee García, entre otros.
Desde entonces este volumen se ha
convertido en referencia académica para todos los investigadores que desean
ahondar en las problemáticas del desarrollo histórico, político y
socioeconómico del país. La razón de su vigencia estriba en las graves
tendencias que detectó a inicios de los ochenta y que aún perduran, con los
agravantes lógicos del paso del tiempo, como la debilidad institucional, un
crecimiento rápido junto a un frenético proceso de industrialización y la gran
conflictividad social que eso conlleva.
“Pese a las dictaduras, los golpes de
Estado y los personalismos, para 1984, hacía tiempo que había un gran ausente
en nuestras relaciones sociales y era el conflicto. Eso era muy extraño porque
había tres grandes lineamientos básicos que habían orientado, de manera
implícita o explícita, el manejo del país y las organizaciones privadas: hay
pa’ todo, todo es posible y, como hay pa’ todo y todo es posible, de ahí surgía
la evasión del conflicto como norma fundamental”, rememora Piñango como si ayer
fuera hoy y Venezuela siguiera siendo un fascinante caso de estudio.
¿Cómo define los métodos usados para
gerenciar Venezuela por ese entonces?
La gerencia venezolana estaba signada
por el terrible principio de que ‘si hay para todo y todo es posible ¿por qué
le voy a decir que no a una solicitud tuya?’. Eso afectó, entre otras cosas, el
no tener que escoger prioridades ¿Cuándo sé que estoy haciendo un buen
ejercicio de establecimiento de prioridades? Cuando hay algo que quiero atender
pero tengo que decir que no, porque hay cosas más importantes y no hay recursos
de dinero, tiempo, talento, etc. cuando tienes que decir no a algo que amas y
sientes ese desgarramiento, estás estableciendo prioridades.
¿Qué casos de evasión de la realidad
recuerda en la gestión pública del país?
No había estímulos para priorizar
porque todo era posible y había pa’ todos, eso se reflejaba en que invertimos
en muchísimas cosas. No todo eso lo criticamos porque nos dejó un gran
desarrollo de la red vial, por ejemplo, pero también nos legó toda la locura de
Guayana. No solo establecimos SIDOR sino también el Plan IV de SIDOR, en 1975,
que era multiplicar por cuatro toda la producción en muy pocos años. Eso no era
posible y trajimos gente de muchos lugares del mundo. Recuerdo mucho a los
hindúes que vinieron y como en Guayana no había suficientes habitaciones se compró
un barco, el Cristóforo Colombo, que se ancló en el Orinoco para usarlo como
hospedaje. Otro gesto hermoso y poético de nuestra política internacional fue
regalarle un barco a Bolivia, también hicimos una gran virgen para la paz en
Trujillo. Teníamos el proyecto del puente hacia Margarita que Luis Herrera
ofreció, pero era un viejo sueño del Ministerio de Obras Públicas. La idea
original era que el puente saliera de tierra firme y, cuando se aproximaba a la
isla, se sumergía para convertirse en un túnel de cristal en el que los
viajeros pudieran ver las ruinas de Cubagua. Pero no solo hubo ideas locas en
el sector público, recuerdo una iniciativa privada que fue la crueldad de poner
el safari Carabobo, en un lugar sin agua, por eso se murieron muchos animales.
En el capítulo final de Caso
Venezuela alertan sobre la grave carencia de mecanismos sociales para
la resolución de conflictos, ¿continúa esa problemática?
En la Venezuela de entonces
argumentábamos que había dinero para no tener que enfrentar el conflicto, para
no decir “no, eso no se puede” a cualquiera: desde un sindicato, pasando por
los gremios, empresarios, trabajadores, etc. No existía la noción de
concentrarnos en prioridades porque los recursos, después de todo, son
limitados. Por eso no desarrollamos los músculos sociales para manejar el
conflicto, las instituciones y mecanismos sociales de resolución de conflictos.
El gran mecanismo para resolver conflictos es el sistema judicial, también los
concejos municipales, órganos deliberantes como el Congreso y todos los
organismos pero nadie estaba trabajando en fortalecer esos mecanismos de
resolución de conflictos, eso explica la actual debilidad donde todas las
instituciones están cooptadas. Nosotros decíamos que aquí había una ilusión de
armonía pero no tenía base. También existía el mito de que los venezolanos no
somos conflictivos, esa sensación de que todo es chévere.
¿Persistía esa idea pese a todo el
pasado independentista, las revoluciones y episodios como la Guerra Federal?
La mayoría de esos hechos fueron en el siglo XIX y estaban olvidados. En 1983 teníamos democracia desde la caída de la dictadura perezjimenista en el ‘58. Otra idea fija era que la democracia ya estaba aquí para quedarse, los militares permanecían en su sitio y todo esto creaba una ilusión armónica. Nosotros decíamos “cuidado” porque no sabíamos resolver nuestros conflictos y estaban comenzando los tiempos de escasez donde, a punta de plata, no íbamos a poder resolver todos nuestros problemas y creo que no nos equivocamos. Había una serie de cosas que no se cuidaban, para cualquier cosa se creaba un comité, había muchas organizaciones y poca organización. Incluso se pisaban las mangueras, unas a otras, porque había un desprecio por la “carpintería”, se pensaba que lo importante era tomar decisiones y ya. Pues no, porque en la implementación se pueden distorsionar las cosas.
La mayoría de esos hechos fueron en el siglo XIX y estaban olvidados. En 1983 teníamos democracia desde la caída de la dictadura perezjimenista en el ‘58. Otra idea fija era que la democracia ya estaba aquí para quedarse, los militares permanecían en su sitio y todo esto creaba una ilusión armónica. Nosotros decíamos “cuidado” porque no sabíamos resolver nuestros conflictos y estaban comenzando los tiempos de escasez donde, a punta de plata, no íbamos a poder resolver todos nuestros problemas y creo que no nos equivocamos. Había una serie de cosas que no se cuidaban, para cualquier cosa se creaba un comité, había muchas organizaciones y poca organización. Incluso se pisaban las mangueras, unas a otras, porque había un desprecio por la “carpintería”, se pensaba que lo importante era tomar decisiones y ya. Pues no, porque en la implementación se pueden distorsionar las cosas.
¿En algún momento sintieron, como
muchos de sus lectores, que ‘El Caracazo’ estaba pronosticado en su
investigación?
Recuerdo que en 1989, cuando vino el
Caracazo, Moisés era ministro y todo el día traté de comunicarme con él pero
Cantv estaba colapsada permanentemente. Fue muy tarde en la noche cuando
pudimos hablar y le dije ‘¿No es una desgracia que lo que temíamos esté
ocurriendo?, hubiera preferido que estuviéramos equivocados’. Lo que más nos
preocupaba era que sin mecanismos sociales para resolver nuestros conflictos,
las instituciones estaban muy débiles y sí creo que la historia reciente del
país ha puesto en evidencia eso de una manera dramática. Ya no hay árbitros
creíbles, porque buena parte del país no cree en muchas de las instituciones.
No puedes jugar fútbol sospechando que, debajo de su uniforme, el árbitro lleva
la camiseta del otro equipo, eso es lo que ocurre actualmente.
La fatalidad de las indecisiones
¿Comparte la visión de algunos
analistas que critican la lentitud del actual gobierno para tomar decisiones
económicas?
Es fascinante ver que estamos viviendo
una evasión del conflicto con consecuencias muchísimo más graves que las
vividas después del ‘58 y el ’74, cuando se agravó todo. Ahora es mucho más
dramático porque se postergan decisiones que deben tomarse, por lo menos Carlos
Andrés Pérez se atrevió aunque no lo hizo de la manera adecuada, ni tuvo el
apoyo decidido de Acción Democrática (AD), eso es muy cierto. Pero es que ahora
tampoco hay un apoyo irrestricto del PSUV pese al congreso, que fue muy
manipulado y eso lo sabemos todos. Acá se posterga todo hasta que las cosas se
agravan muchísimo.
Hace poco el presidente Nicolás Maduro declaró que no hay apuro para
acordar el incremento del precio de la gasolina…
Estamos viviendo una escasez como
nunca habíamos conocido y esa es una de las múltiples razones por las que sería
conveniente subir el precio de la gasolina, estamos de acuerdo, pero ¿por qué
no le quitan todos los combustibles que estamos subsidiando a otros países? Ah,
porque eso no les conviene políticamente, pero igual van a aumentar un poquito
en el mercado local y seguirán subsidiando el petróleo para el extranjero. Parece
que quieren vivir en el peor de los mundos posibles.
Con sus más de siete millones de militantes inscritos ¿es
el PSUV el partido más grande de la historia de Venezuela?
Creo que el gran partido de la
historia de Venezuela fue AD porque el PSUV es un partido muy centralizado con
muy pocos voceros, en los buenos tiempos de AD y COPEI podías hablar de muchos
voceros y varios candidatos presidenciales, cosa que no pasa con el partido de
gobierno. La manifestación más evidente de la decadencia de AD fue cuando un
sábado, el superpoderoso Alfaro no pudo entrar a su comando de campaña porque
le pusieron un candado. Después de ser un gran partido de masas en AD perdieron
la conexión con la base, que era su gran mérito, y así perdieron el poder.
¿Por qué cree que luego de tener un
movimiento tan exitoso como el V República, Chávez decide crear un partido
clásico como el PSUV?
Es raro porque el Psuv es un partido
leninista muy centralizado, poco original. Uno puede entender que AD y Copei
sean así, pero un supuesto partido revolucionario, no. Los partidos
revolucionarios, como en la experiencia soviética con Stalin, obedecen a un
gran caudillo y quizá eso era lo que perseguía Chávez.
¿Cómo ve la gran influencia electoral
del PSUV?
Es una maquinaria efectiva aunque,
hace poco, leí denuncias de gente que trabajó en las elecciones del PSUV sobre
irregularidades. Parece que hubo militantes que llegaban con cédulas para votar
por otras personas. Ellos tienen sus operaciones remolque y todas esas cosas,
pero ya no dan para más, hace rato que llegaron a su tope. AD, con todo y todo,
se dividió más de una vez por posiciones ideológicas, así se crearon el MEP, el
MIR, etc. porque había discusiones y desacuerdos de fondo. En el PSUV dicen que
están los radicales, los custodios de la herencia de Chávez, pero poco se sabe
de sus discusiones, por el control férreo desde las cúpulas.
¿Por qué compara al PSUV con AD en sus
análisis?
Porque lo que le pasó a AD, en
décadas, les está pasando a ellos en menos de 10 años. AD se descuidó y terminó
desconectada del país real, pero por mucho tiempo fue un buen transmisor de las
necesidades de abajo y las expectativas de arriba. El desgaste del PSUV es
mucho más rápido, también porque vive de la dependencia de una sola persona que
era Chávez, esta situación fue propiciada por él y utilizada por otros. Se
necesitan dos para bailar ese tango: quien propicia su imagen para el poder y
quienes usufructúan eso. Están esos que te apoyan porque sacan ventaja de eso,
no es porque te admiren o amen, sino que se aprovechan.
¿Cómo ve que en el momento cuando se
plantean divergencias en el seno del Psuv la oposición se atomice?
La oposición ha estado atomizándose
desde hace mucho tiempo. Su principal debilidad es su falta de conexión con el
país real, con las necesidades de la gente. Aún tienen ese problema. ¿Cuándo
ves la discusión sobre las carencias del pueblo en sus intervenciones? Por
estos días los hemos visto hablando del aumento de la gasolina que es un tema
concreto, importantísimo, pero ¿dónde hubo una declaración fuerte donde 5 ó 7
partidos de la MUD se reúnan y digan a los medios que es intolerable el tema de
las medicinas? Hay gente que está muriendo por la falta de insumos médicos y
ellos no declaran nada contundente. Hay personas que se hacen quimioterapias en
patios, porque en las unidades de oncologías no hay capacidad. Eso es
deprimente, es un sufrimiento pero no vemos unos líderes que se paren y digan
que eso no puede ser así: eso es conectar con las necesidades de la gente y no
lo hemos visto.
¿Y cuál es el futuro próximo para
líderes como Henrique Capriles?
No voy a personalizar pero pareciera
que, en muchos sectores, hay un gran supuesto de que esto va muy mal y cuando
lleguemos al desastre, cuando las cosas se pongan muy apretadas, van a tener
que venir a hablar con nosotros. Y ahí es cuando se van poner condiciones,
siento que ese es un supuesto fundamental de parte del liderazgo opositor. Pero
eso sólo es un supuesto.
¿Cuáles son las principales
diferencias entre el gobierno de Hugo Chávez y la actual administración?
Chávez parece que los unía a todos,
desde gobierneros a opositores. Él se esforzaba por mantener algunas
apariencias, el tema con el régimen actual de Maduro es que las apariencias no
importan. Con Chávez quedaba un perfume de institucionalidad pero ahora la
actitud es de “lo hago y tú te la calas”. Como la declaración de Rafael Ramírez
sobre la venta de CITGO acerca de que se va a vender cuando aparezca una oferta
conveniente, pero ¿quién decide cuál es una oferta conveniente? porque eso no
es un avión sino algo importante para la industria petrolera. Eso lo que
muestra es una ausencia completa de institucionalidad. Además les conviene que
la oposición refunfuñe y patalee, porque con eso se mantiene la ilusión de
democracia. Aún exista gente importante en la vida política del país que no se
atreve a llamar a este régimen como una dictadura.
Y Usted ¿cómo califica al actual gobierno?
No tengo problemas en decir que es una
dictadura del siglo XXI. No me voy a poner a decir que es un régimen híbrido,
como dicen algunos politólogos. Este gobierno de ahora ni mantiene una
apariencia, quien contribuye a que tenga un cierto toque de democracia es la
oposición. En Venezuela ya ni siquiera queda una ilusión de armonía, vivimos en
una dictadura con adornos democráticos.
¿Cree que la legitimación constante
por medio de procesos electorales también puede ser una forma de dominación?
Pareciera que es bueno el cilantro
pero no tanto. Tantas votaciones pueden minar la credibilidad de las
elecciones, que es lo que está pasando. No sólo en la oposición sino también en
el chavismo que ha tenido que recurrir, más y más, a sus operaciones de remolque,
arrastres o los remates como ellos lo llaman. Si las elecciones no tienen
consecuencias se mina su credibilidad, tanto en un partido como en un país. No
puede ser que la mayoría de la gente votara por la oposición en las últimas
elecciones parlamentarias y tengan una menor representación, por la perversión
de las circunscripciones electorales. La gente no siente que su voto tiene
consecuencias.
¿Cómo define al fenómeno de que,
cuando un opositor gana algún cargo electoral, debe gobernar junto a otras instancias
como las corporaciones regionales manejadas por militantes del PSUV?
Cuando pierden las elecciones activan
un contrapoder de inmediato. El candidato oficialista perdedor es nombrado,
automáticamente, presidente de una corporación estatal o ministro. Y algo mucho
más grave es que si deciden que hay un alcalde que, por ejemplo, no para las
protestas, lo sacan como pasó con Scarano y Ceballos. Y si no le gusta a la
oposición, que chillen, pero igual los sacan. Esa es la política real.
¿Cómo proyecta que se comportará la
masa crítica del voto chavista en los próximos eventos electorales?
Creo que primero pasará por una
abstención alta o un cinismo tremendo, porque la participación electoral tiene
mucho que ver con que sientas que tu voto tiene consecuencias. Eso te da un
sentido de eficacia política. Si el venezolano tuviera un alto sentido de esa
eficacia hoy en día, diría calladamente “vámonos de este país porque esto se
perdió y todo el mundo está loco”. No hay razones para creer que tu voto hace
la diferencia, eso es muy delicado y grave.
La gerencia verde oliva
¿Percibe que hay diferencias entre el
discurso de empoderar a la ciudadanía y la praxis política, mucho más
centralista?
Desde hace largos meses estoy viendo
que este es un régimen militar, con un civil que simula ser presidente.
Simplemente contemos la cantidad de militares o exmilitares en cargos clave,
además hay militares retirados que los han reincorporado y los ascienden. Los
expertos dicen que tenemos más generales que países mucho más grandes.
¿Eso es algo común en otros países
democráticos?
Claro que no. Aquí pareciera que se
parte del supuesto de que, si eres militar, sirves para todoy puedes manejar
cualquier cosa. Creo que la formación militar es valiosa para estrategias que
tienen que ver con la defensa del territorio, seguridad de la nación y algunas
nociones de desarrollo, pero ¿es bueno para todo?, no. Si eres bueno manejando
un batallón, eso no quiere decir que seas un buen ministro de economía. ¿De
dónde se sacó esa visión?
¿Cuáles son las características de la
gerencia implementada por militares?
El militar, por definición, tiende a
centralizar, a mantener y maximizar el control directo. El control directo
tiene costos elevadísimos al gerenciar una organización, son mejores los
controles implícitos que creas o desarrollas creando cultura, reclutando bien a
tu personal e incentivando el compromiso de la gente. Eso es lo que se enfatiza
en la gerencia contemporánea pero el viejo control directo donde “se hace lo
que yo quiero y estoy encima de ti todo el tiempo”, eso para empezar es
obsoleto. Solo puedes estar encima de un número limitado de personas pero no
puedes controlar a todo el mundo.
¿Qué características debería
contemplar la gestión pública de la Venezuela contemporánea?
Personalmente creo que necesitamos un
país muy flexible, ante la cantidad y variedad de problemas que tenemos, porque
mientras más lo centralices más débil nos haces. Debes centralizar algunas
cosas como las funciones policiales y de seguridad, en general, pero para la
gestión del país necesitas una gran flexibilidad. El país tiene que ser más
experimental, estar dispuesto a probar ciertas maneras de hacer las cosas. Por
ejemplo las escuelas se pueden manejar de manera eficiente en el Zulia, pero
quizá hay otros métodos para Táchira, igual con los hospitales, etc. eso es
descentralización real. Necesitamos experimentar porque no sabemos cuáles son
las soluciones en muchos ámbitos. Es tal la complejidad de problemas que, si
tratamos de homogeneizar a la fuerza, con seguridad pondremos una torta
homogénea, un pastel tremendo. Lo menos que he visto es creatividad en esta
gestión, puras fórmulas compradas en boticas: más militares y más control,
siempre es así.
Si le dieran el poder de cambiar una
sola cosa del país ¿cuál escogería?
Los problemas del país son muchísimos
pero, si me acorralas y me pones una pistola en la sien para que yo mencione
una sola cosa que cambiaría, respondería que todo el mecanismo de resolución de
conflictos que es fundamentalmente el sistema judicial. No me ocupo de más nada
y después muchas cosas se darán por añadidura.
¿Cree mucho en el poder de la
justicia?
Creo mucho en el poder de los
mecanismos judiciales de resolución de conflictos. No me importa que todo quede
igual pero si un abuso del gobierno puedes llevarlo a una instancia judicial,
donde puedes denunciarlo y alguien sentencia sobre esas irregularidades,
entonces puedes llevar al país hacia algún lado. Pero sin eso no vamos a
ninguna parte. No creo en paz o armonía fundamentadas en la buena voluntad de
alguien.
¿Piensa que el ciudadano se siente
perdido en medio de la retórica política de ambos bandos?
Absolutamente perdidos porque
pareciera que nada tiene que ver con sus necesidades. Por ejemplo ante el pobre
funcionamiento de los hospitales nadie puede hacer una denuncia ante un
tribunal. Hay maneras jurídicas de hacerlo, pero en este momento eso no tiene
sentido, esa demanda no va a ningún lado. Si no tenemos árbitros
institucionales, no vamos a salir de esta crisis, con seguridad vamos hacia un
conflicto muy serio.
¿Cree que podría repetirse otro
estallido social como en el pasado?
Lo del estallido social, puede que sí
o que no ocurra, pero la gente no puede cifrar sus esperanzas de cambio en un
golpe o una revuelta. No creo en esos automatismos históricos, me hace falta más
marxismo para creer en las repeticiones históricas. Este país se puede hundir
hasta el infinito.
En los 30 años que han pasado desde la
publicación del Caso Venezuela ¿Ha perdido la capacidad de
asombro?
Para nada, si aún estoy esperando para
ver si vamos a bañarnos en el Guaire. Esa es la poética socialista. Chávez
manejó más dinero que ningún otro presidente, recordemos que Caldera cerró su
gobierno con el barril de petróleo a menos de 10$, hay que ver lo que pasado
desde entonces. El petróleo es un flujo importante de recursos, lo que pasa es
que lo han manejado tan mal que ya no alcanza y tenemos deuda. Esta es la
revolución que más plata ha recibido y ha repartido mucho hacia afuera, pero
convirtió al Estado en un ente fragmentado. Hay una cantidad de grupos tratando
de apoderarse de una parte del ingreso, con una mezcla terrible y una gran
competencia para ver quién agarra más.
¿Y cómo quedan las denuncias de
corrupción hechas en los últimos años?
La corrupción siempre está asociada a
dos cosas. Lo primero es el mal diseño administrativo al poner tantas
dificultades para hacer un trámite, mientras más controles pongas, hay más
corrupción porque crece la discrecionalidad en el sistema. Lo otro es que hay
una gran fragilidad institucional si tú sabes que hay corrupción en algún lado,
no tienes donde ir para denunciarlo y que pase algo. Porque hay instituciones
pero no funcionan, se denuncia y no pasa nada. Desde mediados de los ochenta
aparece el tema de la inseguridad personal ese problema, en su manifestación
más grave, es el aumento progresivo de la probabilidad de morir asesinado para
todos los venezolanos. Curiosamente en tiempos revolucionarios esa probabilidad
es mayor para quienes menos tienen. En los sectores populares la probabilidad
de morir es mayor.
¿Cuáles son los cambios que ha notado
en el venezolano actual?
Creo que el venezolano se ha ido
volviendo respondón, aunque la gente diga que hace colas sin quejarse. Aún
estoy esperando esas reacciones, porque ya no somos como antes. Ahora se cuestiona
al poder más fácilmente, tanto hombres como mujeres, jóvenes y viejos, pero
¿logrará articularse eso en un movimiento social importante?, está por verse,
pero ahí hay una base. La estadística de protesta social muestra un desarrollo
sostenido de la conflictividad y no nos olvidemos del detalle de que hay un
control, cada vez más duro, de la prensa. De hecho eso logra ponerle sordina, a
muchas expresiones de esa protesta.
¿Puede ser gobernado un país bajo la
actual situación de incertidumbre?
No lo creo pero cualquier cosa puede
pasar acá. Tenemos a Cuba muy cerca como precedente claro, es el gran referente
de este gobierno. Hace cinco años nadie creía que íbamos a estar así y ya ni
podemos salir del país. Cada año se amplían los límites de mi asombro.
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