Macky Arenas Agosto 7, 2014
Entrevista a Benigno
Alarcón Director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB
La oposición ha cometido errores muy
serios. Hay que impedir que la gente pierda la esperanza. Hay actores
internacionales, extranjeros que deciden por nosotros e imponen su agenda. No
podemos olvidar la enorme influencia que tiene China en Venezuela en este
momento, señala el experto.
Se graduó en 1989 de abogado de la
universidad para la cual ahora trabaja. Realizó una maestría en Derecho
Internacional Económico en la UCV y otra en Seguridad y Defensa en el Instituto
de Altos Estudios de la Defensa Nacional. Allí fue donde se inició en la
discusión de los temas políticos. Entró en contacto con ese mundo y la
fascinación aún lo mantiene enganchado. Entonces se fue a Estados Unidos a
estudiar una Maestría en Ciencias Políticas en la Universidad de Maryland. Eso
fue definitivo: abandonó el Derecho y se dedicó al tema político. Estas son sus
reflexiones para los lectores de ABC de la Semana.
— Usted coordinó un equipo profesional
en la UCAB que se dedicó a pensar el tema de la transición política y
produjeron un libro que ahora circula. ¿Cómo desarrollaron ese trabajo?
— La idea surgió de unas reuniones que
cada semana realizamos en la universidad. Las llamamos “mesas de análisis
coyuntural”, donde participa el rector junto a un equipo multidisciplinario. Un
día llegamos a la conclusión de que, cuando leemos lo que pasa en el país,
normalmente lo hacemos desde la óptica limitada de cada especialización
profesional, cuando nuestra compleja realidad no tiene explicación a partir de
un solo punto de mira. Así que nos pusimos como desafío tratar de escribir algo
que nos permitiera conectar las diferentes perspectivas. Desde principios del
año 2013 estamos trabajando ese libro, que precisamente recoge todas nuestras
reflexiones. Decidimos lanzarnos esta aventura que salió escrita a ocho manos,
interrelacionando las distintas visiones.
— ¿Hacen alguna propuesta, como
producto de ese trabajo interdisciplinario, que permita abordar una eventual
transición política?
— Si. Uno de los capítulos tiene que
ver con una posible salida a una transición política. Es importante anotar que
la palabra transición se puede utilizar de diferentes maneras. Algunos hablan
de un cambio de gobierno o de actores dentro del mismo gobierno; de hecho, hay
quienes hablan de que estamos en medio de un proceso de transición. Es difícil
ver hacia el futuro si estás en medio de eso, pues lo que aclarará el panorama
son los resultados finales. Pero técnicamente, cuando se habla de transición, en
realidad estamos hablando del traspaso de poder de un grupo que ejerce el
gobierno a la oposición a ese gobierno. Un cambio completo y radical de
actores. Esa es la gran discusión en este momento.
— ¿Cuál es la visión de ustedes?
— Ángel Álvarez y yo desarrollamos dos
vertientes del problema. Él se ocupa de la importancia de los procesos
electorales en las transiciones y por qué es posible una transición por la vía
electoral. Por mi parte, trato de complementar esa visión. Desde el año 2009
emprendí un estudio de las transiciones hacia la democracia en el mundo, para
comparar lo ocurrido en varios países y determinar si alguno de esos ejemplos
se parecía al caso Venezuela, o bien si existían elementos en común entre esas
diferentes transiciones.
— ¿Qué encontró?
— Muchos elementos en común. Detecté
variables las cuales, si no se dan, la transición nunca se materializa. Eso nos
permitió ofrecer aportes distintos al debate sobre el problema que no habían
aparecido hasta hoy día. Aprendimos que, mientras los costos de salida (de
dejar el poder) sean muy altos para quienes están en el poder, las transiciones
son casi imposibles. Por ello es tan importante que se abran o preserven
ciertos espacios en las transiciones pacíficas de las que estamos hablando. Me
refiero a generar espacios de negociación que permitan, a quienes están en el
gobierno y se muestren dispuestos a revisar ciertas condiciones, el poder
hacerlo y abandonar el poder en un momento dado. Es el caso de Pinochet en
Chile, del franquismo en España y del PRI en México después de haber gobernado
60 años.
— Pero no todas se dan por vía
pacífica…
— Hay algunas muy traumáticas pero no
es lo que queremos en Venezuela. No es el tipo de transición que estamos
buscando.
Transiciones
— De los casos que mencionó, ninguno
de esos gobiernos tuvo el tinte ideológico, ni los objetivos geopolíticos, ni
el tutelaje de La Habana que tiene el nuestro… ¿es posible generar esos
espacios?
— Hay más de uno, es el caso, por
ejemplo, de los países del Este de Europa los cuales estaban tutelados por la
Unión Soviética. Cuando ésta se disuelve, Rusia intenta mantener cierto control
sobre los países que integraban su órbita. Aún hoy ocurre, basta ver el caso de
Ucrania. Es un poco la relación Cuba-Venezuela en este momento. En aquellos
países las transiciones ocurrieron vía procesos electorales, no sin mucho de
negociación y de movilización en las calles, que era lo que permitía a las
transiciones materializarse.
— Sin embargo, no podríamos hablar de
un parecido real pues en la Unión Soviética hubo un Gorbachov y todo lo demás
fue aguas abajo… ¿no existe un ejemplo más parecido a lo que podría pasar en
Venezuela?
— El caso de Ghana. Allí un señor toma
el poder por un golpe de Estado y derroca a una dictadura instalada en Ghana.
Se trató de J.J. Rawlings (Jerry John Rawlings, Lugarteniente de la Fuerza
Aérea), quien aún vive. Después de tomar el poder por la fuerza busca
legitimarse a través de un proceso electoral. Es decir, un golpe de Estado, no
fallido sino exitoso, pero después llamó a una elección para reivindicarse. Lo
que acaba de pasar en Egipto, por ejemplo. Durante años J.J. Rawlings estuvo
apoyado por la Unión Soviética y todo el sistema socialista, tratando de
implementar un sistema socialista en su país. Pero se dio cuenta de que el
modelo no funcionaba. La unión Soviética se disuelve, pierde su apoyo
económico, se queda prácticamente desnudo en mitad de la calle, sin tener hacia
donde buscar ayuda. Eso lo lleva a tomar la delicada decisión de comenzar a
negociar con los actores opuestos. Va al FMI, a los países con economías
avanzadas, exitosos en su manejo económico, a pedirles ayuda. La condición fue
que tomara medidas que llevaran a la economía por los derroteros deseados, sin
posibilidad de retrocesos. El acepta.
— ¿Y cómo manejó los
costos políticos?
— Inicialmente fueron muy altos, pero
como las medidas se tomaron de manera adecuada, no a medias ni como pañitos
calientes, tuvo éxito y pudo superar sus primeros malos momentos. J. J.
Rawlings fue reelegido después de ese proceso de ajustes económicos. Más tarde
pierde las elecciones, pero hoy en día se le sigue recordando, no como un
dictador sino como el hombre que modernizó Ghana. En la última cumbre económica
africana realizada en Ghana, él fue orador de orden. La magia de Rawlings fue
haber logrado transformar su gobierno –después de muchísimos años bajo un
régimen autoritario y centralizador- logró finalmente rectificar y modernizar a
su país, viniendo justamente de un gobierno de inspiración socialista.
Ingerencia y dependencia
— El detalle está en que a nosotros
nos ha puesto la mano un país sin recursos, como es Cuba, con la complacencia
de quienes gobiernan acá. No decide un venezolano, sino La Habana. El caos y la
destrucción ayudan al control político. ¿No está trancado el serrucho?
— Hasta hora estoy describiendo el
escenario deseado, no necesariamente el que vamos a tener. Cuando estas
transiciones se han dado es porque existió mucha presión de calle y el gobierno
va perdiendo su posibilidad de controlar al país por la fuerza. Es lo que hemos
visto en el Este de Europa y en otros muchos escenarios, como el de Chile
después de la pérdida del Referéndum al que convocó el mismo Pinochet.
Normalmente, en los procesos de transición se dan dos variables que casi
siempre están presentes: los costos de salida bajan por un proceso de
negociación. Pero para que ese proceso sea posible, sucede previamente un
aumento de los costos de represión. Eso implica que comienzan las protestas en
la calle –como las estamos viendo en Venezuela- bien sea políticas o sociales y
el gobierno empieza a perder el control sobre la situación. Cuando se percatan
de que no pueden dominar al país por la fuerza, entonces abren los procesos de
negociación. Ahora, si el gobierno siente que puede controlar al país por la
fuerza, normalmente jamás abre espacios para otra cosa.
— Quiere decir que es necesario que se
de una combinación de ambas estrategias…
— Exactamente, esas dos variables: por
un lado, que suban los costos de represión para el gobierno y por el otro, que
el grupo que está en la oposición y que podría ser una alternativa frente al
gobierno, garantice ciertos espacios y ciertas garantías para que el grupo que
detenta el poder tenga salida. Sólo así se da una transición pacífica.
— ¿Qué pasa con la dependencia que
muchos países tienen de Venezuela?
— Eso es un tema preocupante, no solo
Cuba sino muchos países del Caribe dependen en buena medida de la ayuda que les
proporciona Venezuela, a través del petróleo y otros tipos de asistencia. Pero
no podemos olvidar la enorme influencia que tiene China en Venezuela en este
momento. Los chinos deben buscar fuera de su propio territorio recursos
naturales y fuentes de energía que les hagan posible mantener ese inmenso país
con esa gran población. Venezuela es uno de los más importantes proveedores
para China de petróleo. Lo que hemos hecho es ir hipotecando la producción
futura a precios actuales, que no sabemos si se mantendrán iguales con el
tiempo. Se ha venido comprometiendo el futuro del país. A Cuba, que no tiene
recursos, le estamos dando todo. Por ello podemos hablar de que la soberanía
venezolana está afectada de forma muy grave. Hay actores internacionales,
extranjeros, que deciden por nosotros e imponen su agenda al mismo gobierno
nacional a cambio de generarle las condiciones para estabilizar al país.
— Ese es, tal vez, el mayor de los
peligros que afrontamos hoy…
— Hay un gobierno que siente que sus
costos de salida son muy altos y está negociando casi cualquier cosa para
mantenerse en el poder. Terminaremos nosotros, los venezolanos, pagando las
facturas de todo este juego.
— ¿Eso no nos coloca en un escenario de
mucha debilidad a la hora de una transición, con el agregado de que tenemos una
oposición fragmentada, a ratos muy errática y un gobierno desprovisto de apoyo
popular? Allí tenemos la reciente demostración con las elecciones del PSUV…
— Eso conduce a una situación que a mi
juicio es la más peligrosa: la pérdida de esperanza. Una de las cosas que
gobiernos con vocación autoritaria han aprendido a manejar muy bien son las
expectativas de la gente. Parte del juego de mantenerse en el poder es
manipular esas expectativas para su provecho. En la medida en que la gente
pierda las esperanzas y abandone la lucha porque siente que es un esfuerzo
inútil, en esa medida aumenta el peligro y se reducen las posibilidades de un
desenlace. Eso explica que gobiernos que enfrentan situaciones económicas y
sociales como la de Venezuela, e incluso peores, hayan logrado eternizarse en
el poder. Eso se debe a que la gente ha perdido la esperanza.
— En Cuba, por ejemplo…
— Recuerdo un estudio que se hizo hace
años en Cuba y le preguntaban a la gente por qué creía que vivía en precarias
condiciones, o por qué creía que no había podido progresar en la vida. La gente
culpaba al gobierno. Cuando se les preguntaba qué opinaban de la oposición
decían que había gente valiente tratando de hacer cosas. Una pregunta final:
“¿Y usted, qué esta haciendo?”: “Nada, porque la lucha de la oposición no va a
servir para nada”. Se opta por ser simplemente testigos de un proceso que está
destruyéndolo todo.
— ¿Quién tiene la culpa de la desesperanza,
el Gobierno o la oposición?
— Pienso que la oposición ha cometido
y sigue cometiendo errores muy serios. Las fracturas y los cálculos personales
son de las faltas imperdonables; la ausencia de solidaridad -entre la
oposición- con su propia gente se pagará caro. Pero existe toda una forma de
hacer las cosas en los gobiernos autoritarios que ha permitido ese manejo de
expectativas. Los cubanos son expertos en hacer esto. Pero no sólo los
gobiernos de corte izquierdista, también bajo Pinochet la gente llegó a pensar
que no se podía salir de él sino cuando muriera. En la España de Franco fue
igual. En el Egipto de Mubarak, lo mismo. La gente emigra por eso, porque
piensa que no hay nada que hacer y esa es la parte más peligrosa. Si el país se
domestica y pensamos que nos amarran cadenas que no existen, triunfa la
desesperanza.
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