EL PAÍS 2 SEP 2014
El daño causado por
Maduro es de tal magnitud que no habrá recuperación sin un acuerdo nacional
La demolición de la economía
venezolana ha entrado en una fase que parece difícil de atajar para un Gobierno
más centrado en adoptar llamativas medidas tan urgentes como ineficaces que en
encarar con seriedad las profundísimas reformas necesarias para evitar que el
nivel de vida de los venezolanos baje a cotas desconocidas desde hace décadas.
Ajeno no solo a los consejos de los
organismos internacionales sino a la opinión de la mayoría de los venezolanos,
Nicolás Maduro incide en una línea intervencionista y asfixiante negándose a
aceptar la realidad de que la senda económica iniciada hace 15 años por Hugo
Chávez ha llevado a la economía al borde del abismo. Las medidas de emergencia
introducidas por el Ejecutivo como las cartillas de racionamiento —con una
huella digital electrónica que sustituye al tradicional cartón— no han logrado
solucionar la escasez de productos alimenticios y de primera necesidad en
algunas de las ciudades más importantes del país.
El intervencionismo de los precios ha
causado un floreciente mercado negro que agudiza el desabastecimiento, fomenta
el contrabando y alimenta la corrupción entre las fuerzas policiales encargadas
precisamente de evitarlo, en un panorama general de degradación progresiva más
similar al de regímenes dictatoriales aislados del exterior que a un pujante
país rico en recursos naturales.
Precisamente sobre estos recursos el
Gobierno de Caracas está a punto de protagonizar la enésima paradoja.
Venezuela, que no solo pertenece a la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP) sino que es depositario de las mayores reservas de crudo del
mundo, se verá obligado a importar el denominado petróleo ligero ante el
imparable desplome de la producción de la nacionalizada Petróleos de Venezuela
(PdVSA). La del crudo es la última pieza que ha caído en lo que fueran
millonarios ingresos por turismo, pesca o café, entre otras industrias que ahora
también experimentan notables dificultades.
Maduro no puede permanecer ajeno al
desplome económico y a la tragedia social resultante en nombre de una política
que ha retrotraído al país sudamericano varias décadas atrás. El daño es de tal
magnitud que la recuperación no será fácil; y es imposible que esta comience
sin contar con el consenso de toda la sociedad, oposición incluida.
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