Por Miguel
Mendez Rodulfo, 12/09/2014
Los sucesos de Oriente Medio, ocurridos sobre todo
en Gaza, pero también en Irak y Siria, al igual que lo acontecido en Ucrania,
ponen en entredicho lo que conocíamos en el mundo como paz, guerra y
diplomacia. Anteriormente, en general, los países en guerra llegaban a la paz
por medios diplomáticos, luego de unos cruentos acontecimientos. Significaba
que la beligerancia operaba un natural desgaste político, económico, militar y
social. Lo ataques a las ciudades y el campo, las hambrunas, los refugiados, la
destrucción de la economía y de los servicios públicos, conspiraban contra la
guerra y abrían los mecanismos de la diplomacia. Lo que hemos visto en Gaza con
su secuela de más de 2.100 muertos debe llamarnos poderosamente la atención por
lo desigual de los contendientes y por los objetivos así como por los medios
que cada uno puso sobre el terreno. Mientras el objetivo israelí era reducir
unos focos terroristas dedicados al lanzamiento de cohetes contra el territorio
hebreo, pero que gracias a la llamada “cúpula de hierro”, poquísimos de estos
llegaron a su objetivo, ello no dejaba de representar un serio peligro para el
Estado de Israel. El medio que utilizó Netanyahu para acabar con tal amenaza
fue un ataque militar masivo contra la Franja de Gaza por aire, mar y tierra.
En tanto el objetivo de los palestinos fue provocar al gobierno judío, desatar
una guerra y ganarse la opinión pública mundial, mediante la denuncia de los
ataques israelíes; los medios que utilizó Hamas, por su parte, fueron los
muertos que afectaron a una población civil inerme, víctima de la guerra.
Aunque en efecto hubo
reuniones diplomáticas, éstas no produjeron avances significativos y no
fue sino la presión pública mundial, horrorizada ante la destrucción en Gaza,
que obró el milagro de hacer desistir a Netanyahu de su empeño por reducir el
terrorismo de Hamas. Israel retiró sus tropas y accedió a las siguientes
condiciones de los palestinos que durante años se había negado a negociar:
levantamiento del bloqueo naval de Israel alrededor de la Franja de Gaza junto
con la apertura completa de las fronteras terrestres; establecimiento de un
aeropuerto internacional y un puerto marítimo en Gaza; ampliación de la zona de
pesca de Gaza en 10 kilómetros, y la apertura del paso fronterizo de Rafah
entre Egipto y Gaza. La lección es que un gran ejército no es la única vía que
conduce a la mesa de negociación; sin embargo, no creo que otro pueblo pueda
apostar por tal estrategia. En tanto que esta guerra devastadora de tres
semanas ocurría, la comunidad internacional se dedicaba a calcular el costo de
la reconstrucción de gaza. Lo que debe preocuparnos es que los dirigentes de
Hamas usaron a sus propias víctimas como estrategia de negociación, la
comunidad internacional sólo pensaba en los costos y los israelíes en la
seguridad de su población, pero nadie pensó en los muertos.
Aunque no podríamos
decir que el derribo del avión malasio sobre Donetsk, con su secuela de casi
300 muertos, sobre todo holandeses, propició la paz, si supuso una revaluación
y una ralentización de la guerra, al menos por un tiempo. En todo caso la
cantidad de muertos rusos y ucranianos, ya comienza a dejar de lado una salida
fácil de esta crisis y se ha convertido en un estímulo para la paz.
La crisis de Siria con
su catástrofe humanitaria de más de tres millones de refugiados en países
vecinos y de casi 200.000 muertos, no ha servido ni siquiera para lograr
mínimos acuerdos entre las partes en conflicto. Distinto ha sido en Irak, donde
la matanza de cristianos y yizadies, así como la propagación del califato de
ISIS, ha puesto en peligro los intereses estratégicos de occidente. Los muertos
no han logrado la paz, pero han permitido la intervención de factores que deben
poner freno a los desmanes de una cruenta secta islámica.
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