AMERICO MARTIN 11 de octubre de 2014
Cuando
el diputado Robert Serra fue brutalmente acuchillado se sugirió la implicación
de factores de la oposición. En la balacera de la esquina de Glorieta cayeron
muchos velos. El gobierno tiene la certeza suficiente para hallar a los
culpables. Pero hacerlo significa reconocer la ruindad de las maniobras contra
la MUD
La sonora batalla librada en plena
avenida Baralt por algunos colectivos revolucionarios aparentemente enfrentados
entre sí y simultáneamente contra las autoridades del gobierno, hizo correr a
todos los pisatarios del centro de Caracas. Y no es para menos: cinco
cadáveres, entre ellos dos jefes de colectivos pesuvistas rivales, precedidos
por declaraciones contra el director del CICPC, a quien el acribillado José
Odremán –jefe del denominado frente 5 de Marzo– acusó horas antes de caer,
"de lo que pudiera ocurrirle".
Semejante barahúnda es una ruidosa
muestra de decadencia, de retroceso. Arrojan estos hechos una luz esplendente
sobre los agitados conflictos internos de la revolución y las complicadas
maniobras a las que está siendo arrastrada la cumbre del Poder. La cumbre, sí,
la mera cumbre, estando a la cabeza el presidente Maduro, el diputado Cabello
en plan del "otro rostro de Jano", y el general-ministro Rodríguez
Torres. Como se trata de un asunto interno del célebre proceso bolivariano,
corresponderá al gobierno resolverlo.
Pero puesto que los estallidos de ese
volcán que anuncia tonantes erupciones están cubriendo de flama los más
variados rincones del país, los afectados son todos los venezolanos. El
problema es de la colectividad y no únicamente de "los colectivos",
cuyo gran poder de fuego arropado de impunidad, constituye una amenaza muy
cierta para el país.
Los militantes del PSUV, me refiero a
una probable mayoría que cree y tiene su fe depositada en la sedicente
revolución, percibirán en lo muy íntimo algo que les atañe solo a ellos.
Se comprende el efecto desquiciante de
la refriega en pleno día en la avenida Baralt. ¿También culparán a la
oposición? Lo harían de no ser porque los protagonistas se están
responsabilizando recíprocamente. A estas alturas no habrá quien compre las
denuncias de Maduro. Tampoco los elogios. Con asombro militante oyeron llamar
"pandillero común" a quien hasta ayer consideraban héroe
revolucionario.
El ministro del Interior, metido a
fondo en la tarea de hacer recaer sobre la oposición el desastre en que su
gobierno ha sumido a Venezuela, se ha tropezado con una piedra que se devuelve
con fuerza contra la cumbre del poder.
El horrendo asesinato del diputado
Serra pareciera haber estremecido la fe de los que aún la conservan y probablemente
puesto a dudar a la militancia chavista acerca de la idoneidad y seriedad de
los sucesores del caudillo fenecido.
¿Quién cometió este crimen? ¿Qué clase
de monstruoso depredador maquinó y ejecutó un atentado que solo se ve en
ciertas películas de horror? No sería justo señalar con el dedo a los de la
cumbre, salvo si hubiera pruebas contundentes, que nadie ha aportado. Pero si
no cometieron o autorizaron el homicidio, es su manera de gobernar lo que ha
hecho florecer estos grupos paramilitares de índole tan similar a los fasci de
Mussolini.
Los han defendido, elogiado y armado
asignándoles la suprema misión de defender la revolución de sus imaginarios
enemigos. El mal tomó senda propia, mientras que para ganar posiciones en las
alturas del gobierno, no pocos dirigentes cultivaron una muy estrecha relación
con ellos. Los ayudaron a cambio de apoyo en su posicionamiento interno.
Cuando el diputado fue brutalmente
acuchillado se hicieron notar señales que sugerían la implicación de estos
factores. En la Baralt cayeron muchos velos. El gobierno tiene la cercanía
suficiente para encontrar a los culpables. Pero hacerlo significa reconocer la
ruindad de las maniobras contra la oposición.
El cuento de la
"ultraderecha" y demás zarandajas. En ninguna parte fueron coreadas,
aunque sirvieran quizá para domeñar el malestar interno que no haced sino
crecer. Al fin y al cabo además de la guerra económica "la
contrarrevolución" desató la bacteriológica. Para probarlo, el gobierno
trajo médicos cubanos. ¿Médicos? ¿Por qué no agentes de inteligencia? Por
supuesto, ninguno se echó la vaina de endosar semejante tontería. Guardan un
elocuente silencio, como por lo demás se esperaba.
Poco ha logrado el poder correteando
arrugas, encarcelando opositores, silenciando medios, persiguiendo periodistas
y chillando contra la oposición como cochino antes del sacrificio.
El delito de la MUD consiste en
fortalecer la unidad, sumar factores donde había desencuentros y unificar
políticas con la mira puesta en las elecciones parlamentarias. Por convicción,
por sensibilidad humana, porque el cambio democrático reluce en el horizonte,
la oposición no se sale de su cauce constitucional y pacífico, por más que
desde el poder la provoquen una y otra vez y la acusen de inocular el virus de
las epidemias. Sí, esas que evidencian en forma tan cruel la indefensión de los
venezolanos.
¿Arde París? es una extraordinaria
película dirigida por René Clement, guión de Coppola y del excelente novelista
norteamericano Gore Vidal, y un reparto de inigualable calidad. Hitler,
temeroso de la entrada de los gringos en la indomable capital, ordena
incendiarlo todo. La resistencia se defiende con extremo coraje.
¿Tiene algo de común con el "Arde
Caracas" de la Baralt? En guión, dirección, actuación y protagonistas
absolutamente nada. Pero algo favorece a la tragicomedia caraqueña: allá los
agresores están de un lado y los resistentes del otro, aquí no hay buenos, los
malos son todos. Y eso sí que es original.
La lucha por la libertad de expresión
aturde al poder que la viola. Esa batalla sigue en pie. En el centro se
levantan TalCual y su valiente director.
Como los bravos kurdos defendiendo con su vida la asediada ciudad, los
periodistas de TalCual defienden la suya hasta el final. Por deber moral, por
ejercer la libertad contra la expansión autocrática debemos acompañarlos y
hacer que este emblema del decoro siga flameando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico