Por Yusnaby Perez, 26/12/2014
Cuando éramos niños según la costumbre de nuestras familias escribíamos
una carta para pedir los juguetes que se supone nos habíamos ganado por haber
sido buenos. En algunas casas el destinatario era el Niño Jesús, en otras San
Nicolás, y algunas pocas los Reyes Magos. Los niños más afortunados escribían
tres y en consecuencia recibían regalos por tres vías diferentes.
En mi familia como siempre hemos sido un poco paganos, los hermanos
recibíamos un regalo navideño del Niño Jesús, otro de Año Nuevo que traía el
anciano de los renos, y el más modesto el Día de Reyes, pero este último
solamente si habíamos dejado los zapatos en un lugar visible.
A veces sucedía que el Niño Jesús nos dejaba los regalos en la casa de
la abuela y San Nicolás los dejaba en la nuestra. Pareciera que tenían
problemas de logística y se repartían las zonas pero no los días, así que todo
llegaba en Navidad y nadie echaba de menos un paquete debajo del árbol el
primer día del mes de enero, pues seguíamos bajo el efecto del olor a nuevo de
los juguetes que habíamos recibido apenas una semana antes.
Cuando comienzas a peinarte las canas recuerdas con nostalgia esos días
en los que tu vida se resumía a jugar, comer y dormir. Pero no porque llegar a
adulto sea terrible, sino porque esaVenezuela de las hallacas, del pan de
jamón, de las gaitas y el Ponche Crema se ha ido desvaneciendo bajo una enorme
mancha de sangre y de miseria. Es por esto que este año y aunque ya no soy la
niña de entonces, voy a escribir una carta cuyo destinatario no es santo e
inspira cualquier cosa menos ternura o respeto. Conociendo sus ya célebres y
múltiples limitaciones, en especial las intelectuales, les pido a los
aduladores que están a su lado que se la lean, se la expliquen detalladamente,
incluso que se ayuden de algún dibujo para que la entienda. Seré considerada y
la escribiré como si tuviera de nuevo aquellos lejanos siete años de una
infancia que sonríe en mi memoria, así será más comprensible. La carga de sarcasmo la
dejaré para nosotros porque él no sabe lo que es eso.
Esta es la carta para un Nicolás sin santo:
“Querido” Nicolás:
Te escribo esta carta desde muy lejos porque este año la guerra
económica y el desvío de los aviones al Mundial de Brasil me han obligado a
quedarme sin pasar las fiestas junto a mis seres queridos. Te aseguro que nada
me gustaría más que meter en mi maleta –además de comida y medicinas– un par de
tacones y un traje de baño para pasar estos días aunque sea alternando la playa
con el peregrinar por supermercados, saltándome los semáforos en rojo cuando
desaparece el sol, y ahorrándole a mi madre la humillación de tener que dar su
número de cédula para comprar aceite. Pero supongo que cuando acabe este
atentado contra tu extraordinario gobierno, podré volver a casa por lo menos en
una Navidad.
Quisiera aprovechar que eres tan dadivoso y solidario con tanto país
extraño para pedirte un regalo en nombre de la mayoría de los venezolanos.
Como bien sabes hemos sido muy buenos, hemos hecho las colas que nos has
impuesto para comprar comida cuando la hay, hemos aprendido economía medieval
haciendo trueque de medicinas con los vecinos e incluso con desconocidos, hemos
luchado contra el sueño para seguir tus largas e inverosímiles cadenas de radio
y televisión, nos hemos dejado abusar por tus matones con y sin uniforme –esos
que matan estudiantesdesesperados por la libertad y a los que les
agradeces el favor montándoles fiestas amenizadas con orquestas–. También hemos
sido obedientes y nos hemos adecuado a los innumerables cortes de
electricidad, a las tuberías llenas de barro. Hemos aprendido a bañarnos menos,
a mezclar el champú con agua y a echarnos desodorante como si se tratara de oro
en polvo.
Hemos dejado que una epidemia se apoderara de los cuatro puntos
cardinales de este país, nos convertimos en pilotos expertos en esquivar
huecos, llevamos a nuestros niños desnudos por casa porque no hay pañales para
vestirlos apropiadamente. También nos acostumbramos a comprar la ropa que dejas
que nos vendan como si se tratara de un milagro divino. Dejamos que pusieras a
una ignorante a representarnos ante las Naciones Unidas, hemos permitido
que te gastes nuestro dinero paseando con tu séquito por las calles de Manhattan y
que siguieras regalando lo poco que quedaba en nuestras arcas. Permanecimos
tranquilos sin saber el destino de los miles de millones de dólares producto
del barril de petróleo por encima de los 100$ durante tantos años. Tampoco te
reclamamos lo suficiente por someternos a un control de cambio que
nos obliga a ver cómo suben los precios cada día, y a veces cada hora. Hemos
alcanzado la suprema felicidad que vendes gracias a las noticias de los medios
de comunicación que has ido comprando o amordazando para que muestren un país
de ensueño como si viviéramos la escena final de un cuento de hadas. A pesar de
nuestra voluntad formamos parte de tu lucha contra el capitalismo salvaje que
no es “Made in China”, hemos seguido viviendo bajo llave y con el horario
limitado para evitar que el hampa que no ves nos mate como a perros.
Acogemos y protegemos a víctimas de atrocidades como las que vivimos a diario
porque para ti en esta “patria grande” no tienen importancia ni castigo. Hemos
sido pacientes como si nos sobraran los años para seguir padeciendo las pruebas
que nos pones con el fin de ver hasta dónde, cuánto y hasta cuándo podremos ser
nobles, pacíficos o tontos.
Como ves, hemos sido un pueblo ejemplar, el pueblo que todo
dictador soñaría para poder dormir así como tú duermes, es por eso querido
Nicolás que quisiera pedirte, o si quieres rogarte un regalo para este
maravilloso y generoso país:
Agarra esos miles de millones de dólares que con tu magia y la del
gigante han conseguido desparecer en un “ahora lo ves, ahora no lo ves”,
llévatelos lejos y disfrútalos bajo la impunidad que algún gobierno
“agradecido” puede proporcionarte. Dile a tus amigos que recojan sus billetes
los metan en las maletas que tan bien saben camuflar en los aeropuertos del
mundo y comiencen a disfrutar como hacen los ladrones cuando a punta de pistola despojan
del sueldo a cualquier venezolano.
Este país lleno de gente acostumbrada por obligación a
entregar el carro entre el rojo y el verde de un semáforo, miserablemente
programada para producir dinero destinado al pago de vacunas o el rescate de
secuestros. Este país desgraciadamente entrenado para comenzar desde cero con
las manos vacías y las ganas de vivir como único resto después de un
atraco, podrá continuar sin ti, sin reservas, sin palabrería, sin ataduras y
sin esa patria de cartón que se desvencija irremediablemente. No hace falta que
te preocupes por nosotros, saldremos adelante, no de inmediato, no sin
esfuerzo, pero saldremos adelante. Sólo necesitamos que nos regales la libertad
porque no sólo nos pertenece, sino que nos la hemos ganado.
Te mando la carta hoy para que te llegue después de los primeros
festejos de Navidad, no la confundas con una broma del Día de los Inocentes, y
tengas de tiempo de organizar tu partida como una de las tantas parrandas
corruptas que inician con vuelos en aviones oficiales a los que tanto
provecho les ha sacado la revolución, esas vuelos en los que ustedes invitan a
familiares, amigos, mayordomos, niñeras, y tantos otros beneficiarios ilegales
de nuestras riquezas.
Fíjate si somos espléndidos que hasta el avión te lo regalamos si a
cambio prometes no volver. Como ves es todo un paquete de ventajas.
Perdiendo también se gana, diría una abuela.
Piénsalo Nicolás, pedimos poco para todo lo que hemos dado.
Te mando un saludo navideño en forma de puente de plata iluminado por
la estrella de Belén, porque si lo dejo a cargo de la Cruz del Ávila, es
posible que un corte de electricidad te deje a oscuras en el camino y
no quisiera que la confusión te haga dar media vuelta.
YEDZENIA
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