Por Elizabeth Fuentes, 22/12/2014
Como si se tratara de un capítulo de Dimensión Desconocida, el año que
viene lo peor de Cuba se instalará en Venezuela. Pero una vez que deje su clon
aquí, la isla y sus habitantes empezarán a disfrutar de lo rico que era vivir
en la Venezuela pre Chavez.
Por Elizabeth Fuentes.- Si algo aprendió Estados Unidos en su fracasada
política de aislamiento a Cuba- reconocido hasta por el presidente Obama en su
intervención sobre el anuncio de la apertura de relaciones-, es que el enemigo
tiene nombre y apellido y no se puede condenar a un pueblo para castigar a
su gobierno. Lo hizo hace poco con Rusia y repitió el gesto dos días
atrás, al castigar a algunos funcionarios venezolanos congelando sus
cuentas y negandoles el placer de derrochar sus dólares en Miami.
Solo que la jugada magistral de la Casa Blanca, al restablecer las relaciones
con Cuba con la mano derecha y castigar a funcionarios venezolanos
con la mano izquierda, parece un matrimonio hecho en el cielo
porque acaricia a los cubanos y a su gobierno, regalándoles la posibilidad de
vivir felices para siempre, mientras a la débil Venezuela la deja
sola en su enfrentamiento contra el Tío Sam de las caricaturas y la
abandona a la lamentable suerte que le espera el año por venir, ambos
escenarios que ni el chavismo ni el gobierno de Maduro pudieron
imaginar en ninguna de sus salas situaciones, hoy
buenas para nada.
Ayer, la hija de Raúl Castro y diputada a la Asamblea Nacional Cubana,
Mariela Castro Espín, confesaba emocionadísima a CNN que ella se enteró de la
medida como cualquier cubano de a pie, que su papá nunca le dijo nada y que
suponía que su tío Fidel quizás sí sabría algo, pero que en todo caso,
se sentiría tan feliz como ella de conocer el notición. Ningún
calificativo contra el imperio, ninguna frase mal colocada, ni un ápice de
orgullo. Todo era dicha y agradecimiento en las declaraciones de la rozagante
hija de Raúl. Tan contenta estaba con la entrevista a CNN, que cuando
finalizó no se percató de que los micrófonos seguían abiertos y le
preguntó nerviosa al productor, : “¿Cómo quedé, salió bien?”,
mientras en la isla había bulla de fiesta colectiva, similar
al sonido de las campanas de las iglesias que sonaron mientras Raúl
anunciaba la nueva era como si se tratara de la toma de La Habana
por Fidel o la entrada del Ché a Santa Clara. La revolución en la
revolución, diría un sátiro
Lo cierto es que, como un mal chiste, el 2015 será para los cubanos un
año de proyectos y desarrollo. En lugar de balseros lanzándose al mar en busca
de trabajo en Miami, el asunto será al revés: por el recién reformado Puerto de
Mariel -uno de los más grandes de América Latina-, comenzarán a atracar
cruceros, yates de lujo y barcos de carga llenos de containers con alimentos,
repuestos o medicinas, la postal contraria de lo que ocurrirá en
Venezuela cuyo fracaso económico se debe, vaya ironía, a seguir la
ruta que les marcaron los Castro para entender finalmente,y
demasiado tarde, que el amor y el interés se fueron al campo un día.
Mientras Cuba verá regresar el empleo, aumentar su clase
media, construir viviendas y levantar fábricas, Venezuela iniciará el paso
definitivo hacia un despeñadero económico que arrastrará al país hacia un
desabastecimiento peor a lo vivido. Mientras en Cuba se acabarán las colas para
adquirir lo poco que haya con la tarjeta de racionamiento, en Venezuela
aumentarán las colas al vertiginoso ritmo de la inflación. Mientras en
Cuba comenzarán a llegar autos nuevos, abrirán concesionarios y abundarán los
repuestos, en Venezuela comenzará la espantosa ruta hacia lo que fue Cuba, con
sus calles llenas de autos viejos más el agravante de que la delincuencia -algo
que los Castro sí lograron combatir-, será capaz de asesinar por
una batería. Mientras en Cuba los jóvenes profesionales verán,
finalmente, mejorar su calidad de vida y aspirar a un empleo digno, en
Venezuela seguirán huyendo a otros países en busca de las oportunidades
que el chavismo les negó.
Y lo más tragicómico: los cubanos del futuro cercano, cuando tengan
empleo, vivienda y hasta una cuenta en el banco, se volverán escuálidos, como
dijo el ministro Hector Rodríguez. Una poderosa clase media
que, históricamente, ha sido la promovedora de los grandes cambios
sociales, desde Carlos Marx hasta el sol de hoy. Una clase media bien preparada
-no hay que negarlo-, que con la apertura de las comunicaciones,
Internet incluido, tendrá acceso a la información de todo tinte político
y, vista su trágica experiencia con el régimen castrista, ya no se
dejará convencer por los pajaritos preñados que les pinte nadie. Mientras en
Venezuela, imposible no comparar, la mayoría de los medios seguirán en
manos de los amos del poder, dando una sola versión de los hechos,
buscando en Granma el ejemplo a seguir.
Ya veremos a los médicos de Barrio Adentro regresando a su país, a los
entrenadores deportivos, hasta a los espías porque ya no tendrán al
imperialismo como enemigo al cual espiar y porque Venezuela se convertirá en
una mala copia de lo que dejaron atrás.
Como un buen capitulo de Dimensión Desconocida, lo peor de Cuba se
replicará en Venezuela y una vez que dejen instalado su clon aquí,
la isla y sus habitantes comenzarán a sentir allá lo rico que era
vivir como en la Venezuela de antes.
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