Fausto Masó 19 de diciembre de 2014
Los recientes acuerdos entre Cuba y
Estados Unidos se volvieron inevitables cuando los cubanos supieron que
Venezuela no continuaría regalándole petróleo a la isla.
Estos acuerdos no traerán la prosperidad a la isla, como ingenuamente creen muchos cubanos. Mucho peor que el supuesto embargo ha sido, y seguirá siendo, la falta de dólares que no aparecerán si no hay un cambio fundamental en la economía cubana, se abandona la propiedad estatal, cosa que no ocurrirá. A su vez, la crisis en Venezuela no la provoca la maldad de los Estados Unidos sino la incapacidad de aumentar la producción petrolera y el no haber aprovechado las vacas gordas para ahorrar como hicieron los países árabes. Por su parte, Cuba ya no produce ni azúcar ni alimentos y el turismo, pobremente desarrollado, no rinde los frutos que en la vecina Aruba.
Sin producir un barril adicional, Chávez proclamaba que contaba con las reservas mayores del mundo mientras que los Estados Unidos aumentaban su producción gracias a desarrollar nuevos sistemas de extracción.
El famoso embargo de los Estados Unidos fue la respuesta de USA a la alianza de Fidel Castro con Rusia y a su respaldo a los movimientos guerrilleros.
En el siglo pasado, ¡hace 60
años!, Castro irrumpió con la muerte de la mano; astutamente le quitó el
sabor amargo con el abrumador ¡venceremos! Pedía mirarla a los
ojos; lo hizo, lo hicieron, lo hicimos. Fue tan, o más conocido que Ho Chi Min.
Dirigió la revolución en una isla del Caribe, no en el país mayor del mundo; no
inventó como Lenin un modelo de partido cuya organización imitarían en todas
partes; ni tampoco escribió memorables cartas y documentos desde la prisión
como Gramsci, hasta su teoría del foquismo no era suya, la inventó Regis
Debray. Castro no alcanzó triunfos militares en África y Latinoamérica, ni al
sistema cubano lo imitaron en otros países. Ganó fama por haber asociado
socialismo y muerte, volverse un personaje sensacional en el tiempo que llegaba
la televisión, hacer de La Habana la capital de la revolución mundial
y librar a la izquierda del aburrimiento de leer Materialismo y
empiriocriticismo, o algo peor, a Althusser. Castro jamás dijo “morir
de viejo o socialismo, lo que parece su destino porque no morirá heroicamente
como Allende, sino lo matará la ancianidad.
Marx habría condenado la fe en el heroísmo como lo que es, una ideología pequeño burguesa, pero en los tiempos que el marxismo estaba en manos de profesores universitarios, burócratas y políticos cansados, Castro entusiasmó al mundo.
Aunque derrotaron a las guerrillas en el Congo, Bolivia, Salvador, Guatemala, Venezuela, Argentina, La Habana se volvió la Meca de la revolución, a donde acudieronen peregrinación artistas, escritores, revolucionarios y vagos. Se inventó el boom de la novela latinoamericana.
Armados con fusiles y pistolitas aguardaron los cubanos en el malecón de La Habana el ataque con bombas de napalm del ejército más poderoso del mundo: los bárbaros no llegaron y ellos quedaron petrificados como los habitantes de Pompeya después de la erupción del Vesubio, apuntando a un mar vacío. Querían morir como héroes, sobrevivieron como una cantante de ópera que lanzase medio siglo un do agudo, hasta que el teatro quedó vacío o como ahora que desde los Estados Unidos llegarán más turistas.
Hasta Castro solo invocaban la muerte pequeños grupos de derecha. Con sus uniformes negros, una carabela en la gorra, respondían a los discursos de la izquierda con un disparo: enviaban al cementerio a los que se jactaban de tener la historia en el bolsillo de la camisa. Con un “Viva la muerte” el general franquista Millán Astray, contestó al admirable “venceréis pero no convenceréis” de Miguel Unamuno. A continuación, los malos ganaron la Guerra Civil Española.
El fin posible del embargo colocará al castrismo frente a la realidad, ¿a quién echarle la culpa del deterioro económico? No vendrán millones de turistas a la isla, porque no cuenta con los atractivos y la organización de la pequeña Aruba, y presenta una sociedad poco atractiva, donde el visitante no encuentra nada que comprar. Como dice un visitante “pedí un mojito en la Bodeguita del Medio y me dijeron que no había limón ni hierbabuena por culpa del embargo. Así me ocurría en todas partes”
El castrismo despertaba simpatías porque simbolizaba el rechazo a los Estados Unidos que palpita en el alma de los latinoamericanos, cosa que el continente está superando porque ha reconocido que nuestras crisis dependen de causas internas, no de la maldad del imperialismo. Chile y ahora Uruguay y en parte Colombia, han manejado exitosamente sus economías sin la obsesión del antimperialismo.
Aunque terminara el embargo en Cuba continuará la escasez y la miseria.
¿Nicolás Maduro sabía que se aproximaba ese acercamiento? Ha hecho el ridículo, lo han dejado solo.
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