RAFAEL LUCIANI sábado 20 de diciembre de 2014
Continuamos con la reflexión sobre la
Natividad y la paz social.
El anuncio a los pobres. María
participaba de la espiritualidad de los pobres de Yahveh, que se recoge en el
Magnificat. Ahí se le ora a un Dios que se aparta de los que se aferran al
poder y al dinero, y se hace cercano a los problemas de los humildes y
hambrientos (Lc 1,51-53). Jesús, como su madre, se entiende como un pobre de
Yahveh. Él cree en un Dios que, en cuanto Padre compasivo, no trae la salvación
por medio de prácticas religiosas, sino sanando los corazones y viviendo
compasivamente (Sal 50).
Este anuncio es también recibido por los
pastores, que eran considerados laxos en el cumplimiento de la ley y, por
tanto, impuros, pecadores. Los evangelistas hacen uso del recurso literario
llamado angelofanía: muestran una multitud de «legiones» de ángeles para dar
gloria a Dios «en las alturas» y anunciar en la tierra «paz a todos» porque «el
Señor los ama» (Lc 2,13-14). Es un himno que contrapone la paz impuesta por las
«legiones romanas» con esta otra anunciada por las «legiones angélicas». Así se
simboliza el querer divino: la «gloria de Dios» es que todo hombre viva sin miedos
ni tiranos que lo gobiernen.
El anuncio se da en medio de la noche y
ofrece una nueva «luz», una esperanza que permitirá ver la realidad de otro
modo (Lc 1,78-79). Es una luz que no tendrá su origen en el dios Apolo, el
padre de César, pero tampoco en el Dios del Templo. Esta luz proviene de las
«entrañas de misericordia de Dios» que quiere iluminar a todos sus hijos para
que no vivan con miedo y desesperanza. La luz permite ver un modo de ser humano
que se realiza construyendo «la paz social», fraternizando, buscando el bien
del otro y la justicia para todos, independientemente de creencias religiosas o
adhesiones ideológicas. Es una invitación a dejar atrás la venganza, el odio,
la envidia y el resentimiento para construir caminos de bienestar común. Pero,
¿cómo lograrlo si Jesús no nace para ser un revolucionario político?
Ha nacido el único Mesías
El nacimiento de Jesús se representa en
Belén, siguiendo la tradición mesiánica (Miq 5,1; Mt 2,5-6; Jn 7,42). Es
anunciado por un ángel a los pastores (Lc 2,11) diciendo: «no teman» (Lc 2,10).
Lucas ha desmontado una proclamación imperial: es Jesús, y no Augusto, el único
Mesías; es Belén, y no Roma, la ciudad donde se inicia la verdadera paz; fueron
los pobres, y no los ricos y poderosos, los que apostaron por un cambio. Hay
esperanza: «no teman».
Se nos recuerda que la fe y la esperanza
trascienden las creencias religiosas y las adhesiones políticas, y asumen a
todos sin mirar la condición moral. Es una buena nueva porque une a todos los
que tienen buena voluntad, mostrando que sí es posible un modo de ser más
humano.
Estos relatos ayudaron a discernir la
vida frente a la dureza de la propaganda imperial que divinizaba el ejercicio
del poder en nombre de una paz ideologizada; y ponían en cuestión a los líderes
religiosos que carecían de compasión e imponían cargas en las conciencias de
muchos. ¿Seremos capaces de construir una verdadera paz para todos?
RAFAEL LUCIANI
@rafluciani
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