JAVIER LAFUENTE / EWALD SCHARFENBERG Madrid Caracas 13 DIC
2014
La alianza que fundaron
Hugo Chávez y Fidel Castro hace hoy 10 años ha perdido influencia tras la
muerte del líder venezolano y la caída del precio del crudo
La visita de Hugo Chávez a La Habana
hace hoy 10 años distó mucho de lo que se esperaba. Pocos pensaban que el acto
político que se celebró en el teatro Karl Marx fuese a ir más allá de una
escenificación de los lazos entre el entonces presidente venezolano y el líder
cubano, Fidel Castro. Ambos, sin embargo, sorprendieron con la firma de un
convenio que acababa con los aranceles a las importaciones entre ambos países y
que facilitaba a Cuba inversiones y petróleo subvencionado por parte de
Venezuela. “El ALCA ha muerto”, proclamó Chávez en referencia al Área de Libre
Comercio de las Américas, que promovía Estados Unidos. Nacía el 14 de diciembre
de 2004 el Alba (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América),
un organismo que creció gracias al petróleo, cuyos bajos precios hacen que hoy
languidezca.
Los tiempos han cambiado. Al desplome
del crudo se une la muerte de Chávez, en marzo de 2013 y la retirada de la
escena pública de Castro, que han dejado sin liderazgo el organismo, al que se
sumaron Bolivia, Ecuador y Nicaragua. El actual presidente venezolano, Nicolás
Maduro, carece del carisma de su antecesor, y otros mandatarios como el
boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa o Raúl Castro, en Cuba, han
optado por diversificar sus políticas exteriores con la participación en otros
organismos como Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) o la Celac (Comunidad
de Estados de Latinoamérica y el Caribe), “más pragmáticos que ideológicos o
doctrinarios, como el Alba”, para Rafael Rojas. “La diversidad ideológica de la
izquierda iberoamericana ha acabado por imponerse sobre el proyecto hegemónico
bolivariano”. dice el historiador cubano.
“El mayor logro fue cohesionar al bloque
bolivariano, introduciendo una visión propiamente política de la integración
frente a las visiones más comerciales y promercado”, opina el analista
argentino Pablo Stefanoni, que añade: “El problema fue que su fuerza y sus
límites estaban asociados a la diplomacia petrolera venezolana. El Alba era una
extensión de la energía política de Chávez, y de su petróleo, y no se pudo
avanzar en su institucionalización real, ni en el aterrizaje de sus horizontes
ideológicos a políticas de integración concretas”.
La yunta de Cuba y Venezuela, piedra
angular para el Alba desde 2004, sigue organizada en torno a este intercambio:
Caracas entrega petróleo y derivados con grandes facilidades y descuentos, y La
Habana, responde con bienes y servicios sobrevaluados. Cálculos independientes
cifran en 100.000 barriles diarios el aporte de hidrocarburos que Venezuela
hace a Cuba, suficiente para cubrir la demanda interna de la isla y permitir la
venta de cargamentos de segunda mano en el mercado internacional —algo que
ninguna de las dos partes reconoce—. Los poderes petrolero y financiero de
Venezuela, ahora en cuestión, han ejercido en el Alba un influjo magnético. Al
margen de pactos bilaterales y Petrocaribe, un club de consumidores de petróleo
diseñado por Hugo Chávez para proyectar su propia influencia política en las
Antillas, decir sí al Alba era el camino más fácil para obtener acceso a
combustibles baratos, la eliminación de aranceles entre algunos países y la
facilitación de alianzas regionales. Las exportaciones venezolanas a los socios
promediaron durante el último quinquenio unos 4.000 millones de dólares al año.
Si el petróleo venezolano fue la
argamasa para la alianza, esta corre el riesgo de derrumbarse. La producción de
crudo en Venezuela está en declive. Hoy ronda los dos millones de barriles al
día, acotada por la falta de inversión y la hemorragia de expertos sufrida por
la estatal petrolera Pdvsa. El Gobierno de Nicolás Maduro, bajo presión por la
caída de los ingresos petroleros, se ve en la necesidad de revisar su
diplomacia de hidrocarburos baratos para sus aliados hemisféricos.
Hace dos semanas, el canciller
venezolano, Rafael Ramírez, aseguró, en referencia a Petrocaribe, que a pesar
de la caída en los precios internacionales, sus compromisos de suministro de
combustibles en condiciones preferenciales son “perfectamente sostenibles en el
tiempo”. La afirmación es coherente con el principio chavista de dar prioridad
a la política. Pero en nada satisface las demandas internas de recortar esos
subsidios que merman los recursos locales mientras financian sonados casos de
corrupción, como el de Albanisa, en Nicaragua. La empresa encargada en ese país
de administrar las donaciones petroleras de Venezuela, según investigaciones
periodísticas, ha desviado ese dinero hacia negocios privados.
“La falta de transparencia y rendición
de cuentas del Alba representa una inagotable fuente de corrupción, pero a los
venezolanos esto parece no preocuparles. La premisa fundamental de esta
cooperación no es de eficiencia económica o de desarrollo, sino política: que
[el presidente Daniel] Ortega se mantenga en el poder”, considera el periodista
Carlos F. Chamorro. Entre 2008 y 2014, Nicaragua ha recibido casi 4.000
millones de dólares, gracias al convenio de cooperación con el Alba, pero
manejado a través de empresas privadas. Esto representa unos 550 millones de
dólares anuales, un presupuesto paralelo equivalente al 5% del PIB, o el 20% de
los ingresos presupuestarios del país centroamericano.
Si el futuro del Alba está vinculado al
del petróleo, el Caribe parece la única zona de crecimiento. “En el fondo es un
proyecto venezolano, de ahí la dificultad de encontrar relevos. Su dinámica
está asociada además al Socialismo del Siglo XXI, que está bastante debilitado
como horizonte”, incide Stefanoni.
Ni Ecuador ni Bolivia son potencias
petroleras. Además, Correa y Morales, como Chávez en sus inicios, participan de
distintos foros y ven en Unasur un motor de integración económica con un
horizonte más claro que el del Alba. “Hay muy pocas opciones de que crezca como
plataforma ideológica”, opina Rojas: “Venezuela está saturada de problemas
domésticos. Ha perdido muchísimo liderazgo regional”.
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