Por Maria Victoria Chirinos, 15/12/2014
Hace unos días preguntaban a Zulma qué le hacía creer en ciudad, qué la
motivaba a seguir a pesar de las adversidades. Ella, entre un largo
suspiro, una pausa y mucho entusiasmo respondía: – el creerlas posibles,
el verlas hechas realidad en otros lugares con menos recursos, el haberlas
tocado, el haberlas vivido.- Esto me levantó el ánimo y me reafirmó las ganas
de seguir creyendo que es posible tener ciudades mejores. Que después de las
crisis más grandes vienen los grandes cambios. Y están por venir…
De que a granos podemos transformar pequeños huequitos urbanos que
emparamen a su entorno e invitan a nuevos a hacerlo posible. Aunque el viento
parezca ir en contra, seguimos empeñados que desde lo urbano no sólo podemos
tener ciudades bonitas y coquetas, sino ciudades educadas, sensibles,
amigables, confortables, de pensamientos encontrados y corrientes políticas
adversas. Ciudades enérgicas y con vida propia, con identidad, que dan
cabida a todos, que nacen desde intenciones urbanas.
Ciudades que sonríen y le cambian el ánimo a quien anda sin rumbo.
Ciudades que enseñan con su ejemplo. Ciudades que se viven desde sus calles y
no detrás se muchas rejas, ciudades que se caminan. Ciudades en donde comer en
la calle o donde compartir el banquito de la Plaza Bolívar y un café con
un señor desconocido es posible. Ciudades que disfrutan de su cultura, exhiben
sus tradiciones y hasta lo que saben hacer sus artesanos.
Ciudades en donde moverse en ruta o transporte público no es una
vergüenza para muchos, un tabú, un miedo para otros o un viacrucis para tantos.
Ciudades que caminan con el sonido de un saxo que se esconde en cada esquina o
la entona un Chelo que se pasea en busetas y autobuses.
Ciudades donde el cine se proyecta en las paredes de los edificios y
los asientos son las gradas de cualquier espacio público. Ciudades que se deja
ver desde las terrazas y ventanas. Ciudades que se vende en las vitrinas de sus
comercios a pie de aceras y no en cajas genéricas con aire acondicionado.
Ciudades que se a cobijan con la sombra de sus árboles y las engalanan
los colores de un Aranaguaney, Apamate, Bucares o Flamboyand. Ciudades que se
recorren por sus cursos de agua y vuelan a la velocidad de su fauna.
Ciudades que se aroman con perfumes de hierbas y frutas de los
mercadillos de calles, coleccionan edificios que hablan de historias y en
donde los museos son las discotecas de los adolescentes que quieren divertirse.
Ciudades en donde sus cementerios son parques para ir a pasear y elevar
papagayos, sus vertederos son jardines botánicos y los manicomios son
universidades.
Ciudades en donde no sólo hay que convencer a los que están en contra,
sino que re-enamora a los suyos y a los nuestros. Ciudades en donde los
beneficios colectivos están por encima de los individuales. Ciudades en donde
los votos políticos son opacados por la voluntad de los habitantes. Ciudades en
donde las acciones van más allá de donde pasa la novia y llegan a donde hay
realmente necesidades.
Ciudades que se viven en la calle y acarician a quienes en ellas viven.
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