Por Tamara Suju, 22/02/2015
Mucho se ha hablado acerca de “La tumba”, cárcel ubicada a 5 sótanos
por debajo de la tierra en el Sebín de la Plaza Venezuela en Caracas, donde se
encuentran detenidos 3 jóvenes en condiciones infrahumanas. También ha sido
noticia el encierro en Leopoldo López y Daniel Ceballos en las celdas de
castigo o “tigritos” de la cárcel militar de Ramo Verde, luego de que sus
celdas fueran violentadas por un comando de uniformados encapuchados que luego
de varios intentos, destrozaron los candados que ellos mantenían por dentro
-tratando justamente de evitar allanamientos violentos a sus celdas como ha
ocurrido en otras oportunidades- y acabaron con todo lo que consiguieron a su
paso, que no era mucho, pues en un hueco que mide 2x 3 mts, sólo pueden
guardarse fotos, algunos libros y objetos personales, pero que son de mucho
valor para quienes permanecen en esas terribles condiciones.
De lo que poco se habla es de aquellos que dan la orden, de aquellos
que conocen de lo injusto de estas situaciones y de quienes las ejecutan o
permiten que sucedan sin que les tiemble el pulso o se les arrugue la frente,
convirtiéndose esto en una cadena de actitudes de complicidad por acción u
omisión. Y yo me voy a permitir llamarlos “sepultureros”, porque son los
enterradores de los derechos humanos hoy en Venezuela. Porque hay que ser bien
insensibles e inhumanos para permitir por ejemplo, que 3 jóvenes permanezcan
“enterrados” a por lo menos 20 metros por debajo de la superficie, sin sol, sin
ventilación, recibiendo torturas físicas y psicológicas “suaves”, que
lentamente van haciendo estragos en sus cuerpos y mentes, y no inmutarse ante
sus solicitudes a pesar de haber iniciado una huelga de hambre que al momento
de escribir ésta columna, ya suma 14 días.
No se necesita ser experto para saber que de lejos, estas celdas no
guardan ni una sola de las condiciones que establecen por ejemplo, las Reglas
mínimas para el tratamiento de reclusos de la Organización de Naciones Unidas.
Y tampoco hay que excusar a los responsables de que esto esté sucediendo. Desde
la presidencia de la República para abajo, se conoce de esta situación. Según
el Decreto N° 9.308 emitido en diciembre del 2012 por la Presidencia de la
República, el Sebín se adscribe a la Vicepresidencia de la República, es decir,
está bajo la dirección de ese despacho, siendo un órgano desconcentrado, con
capacidad de gestión presupuestaria, administrativa y financiera.
Por lo tanto, son sepultureros de estos muchachos -y de cualquier
persona que en lo delante sea llevado a ésta cárcel- tanto los comisarios que
se sientan a vigilar las cámaras que los filman durante las 24 horas del día, o
quienes requisan a sus padres y abogados cuando acuden a la visita, así como
también el mismo Vice Presidente de la República Jorge Arreaza, el Director del
Sebín Gustavo González y todos los que forman parte de la cadena de mando del
Sebín Plaza Venezuela hasta llegar al celador. Yo quiero creer que entre estos
“hombres de negro” todavía hay quienes conservan valores humanos y tienen
alguna sensibilidad y son capaces de indignarse ante la injusticia y la
crueldad. Porque de aquellos que disfrutan de la situación de éstos jóvenes y
por ejemplo no acuden a su llamado cuando tocan el timbre para que los saquen
al baño, o les bajan aún más el aire acondicionado para castigarlos toda la
noche, o intentan quitarle el único libro que tienen para leer, simplemente no
hay mucho que decir, porque así como actúan ante actos crueles que no parecen
graves pero que terminan siendo torturas blancas, pueden terminar como aquellos
que le pusieron electricidad en todo e cuerpo a Carlos Ayala por ejemplo, o
quienes colgaron a Gerardo Carrero por los brazos para luego caerle a golpes
con un palo en las piernas.
En cuanto a los sepultureros de Leopoldo López y Daniel Ceballos, las
esposas y abogados le han puesto el nombre y apellido al que encabeza las
acciones: Cnel. Homero Miranda, director del Centro de Procesados Militares
CENAPROMIL. ¿Pero a quien responde Homero Miranda? Según el organigrama del
Ministerio de la Defensa, éste centro de reclusión militar responde a la
Defensoria Pública Militar -que ironía – que a su vez está adscrita al Vice
Ministerio de Servicios, Personal y Logística, que responde finalmente al
Ministerio de la Defensa. Es decir, el Cnel. Miranda no está sólo en estas
crueles y degradantes acciones contra estos venezolanos.
Si profundizamos un poco en el significado de aquella frase que pronunciara
el actual Ministro de la Defensa, G/J Padrino López, cuando tildó de
“hermosisima” la resolución que permite el uso de armas mortales en las
manifestaciones públicas, contraviniendo no sólo lo que manda la Constitución
Nacional sino también todos los Convenios que en materia de DDHH ha firmado y
ratificado Venezuela, pudiéramos comprender entonces como piensan algunos de
estos oficiales que hoy detentan alguna jefatura, incluyendo una cárcel, y
están al frente de la peligrosa y malvada actuación de un grupo comando que de
forma cobarde, encapuchados para que nadie los identifique, entran a las celdas
de dos venezolanos que además están injustamente encarcelados y que deberían
estar libres según sendas resoluciones del Grupo de Trabajo sobre La Detención
Arbitraria de las Naciones Unidas, y a la fuerza, los someten entre muchos, a
cada uno individualmente, para luego llevarlos como trofeo hasta las celdas de
castigo, donde permanecerán sin luz, sin buena ventilación, sin espacio para
estirarse e incomunicados por tres semanas sin ver a sus seres queridos.
Al momento de escribir este artículo, un comando de sepultureros armado
del SEBIN allanaron (sin ninguna orden judicial) de forma violenta las oficinas
del Alcalde Mayor Antonio Ledezma, y procedieron a secuestrarlo -porque cuando
no hay orden de aprehensión se llama secuestro- sacándolo esposado entre la
multitud a la que repelieron con tiros al aire. Su abogado informó que
presuntamente había sido trasladado al Sebín de la Plaza Venezuela, pero que ningún
funcionario informaba al respecto, a pesar de que permanecieron toda la noche y
la madrugada a las puertas de ese organismo policial.
Cuando pienso en esto que he escrito, lo hago no sólo con indignación,
sino con profunda tristeza. Jamás imaginé la descomposición de los valores de
estas personas que con alevosía y hasta con sadismo, maltratan a sus propios
compatriotas, o lo permiten silenciosamente, convirtiéndose en cómplices.
¡Ninguno tiene excusa! Lo que si quiero decirle al resto de mis compatriotas es
que estos sepultureros son la excepción. Que aunque no entendamos de donde
sacaron tanto odio y resentimiento y sepamos que están por todo el país, no son
la mayoría. Y es bueno que ellos sepan que la MAYORIA de los venezolanos
rechaza sus acciones. Que el venezolano es gente buena, gente solidaria, que se
levanta muy temprano a trabajar y que procura siempre un mejor futuro para sus
hijos. No permitamos que la conducta de los sepultureros provoquen reacciones
que envilezcan a la gran mayoría de gente buena de este país.
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