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miércoles, 18 de febrero de 2015

En vez de sensatez…, por @aveledounidad

Escrito por Ramón Guillermo Aveledo Miércoles, 18 de Febrero de 2015

Que la situación está mala no necesita explicaciones. Tan fuerte está el impacto de la cosa económica en la vida de las personas, que va desplazando

la violencia y la inseguridad de vidas y bienes como centro de la preocupación de los venezolanos. Lo cual no es poco si se toma en cuenta que terminamos el año pasado con 24.980 homicidios, dato que nos pone entre los países más violentos del mundo.

Las cifras muestran que tenemos la inflación más alta del planeta. Pero no es cuestión de números fríos sino de vida real. La plata no alcanza, todo está cada día más caro, si se consigue. Las colas son un síntoma de la escasez, pero también de la dura realidad. Mucha gente se dedica a hacer cola para comprar y luego vender, porque es una manera de ganarse la vida en una economía desquiciada sin inversión ni nuevas fuentes de trabajo ni producción.

Tarde y mal tomó el Gobierno unas medidas cambiarias. Tarde porque su indecisión dejó que empeorara el cuadro que sus propias equivocaciones había causado. Mal porque son aisladas, insuficientes, poco creíbles, y piensan más en cuadrar las cuentas propias que en resolver los problemas que sufre la gente. La respuesta implacable de la realidad es que una vez anunciado el sexto esquema cambiario en doce años, el dólar del Simadi subió como un cohete a los niveles del paralelo. Lo que pasa es que los anuncios no generan confianza.

En ese cuadro nacional llegan las noticias de las cuentas ocultas en un banco suizo. Resulta que el Gobierno tenía, calladito cuando es tan hablachento, desde hace años, varios miles de millones de dólares escondidos por allá. Y publica la prensa española que un oficial hasta ayer de confianza en el altísimo gobierno, se habría entregado a las autoridades norteamericanas acusando de narcotráfico a peces muy gordos. Lo malo es que la partidización extrema nos deja carentes de instituciones públicas capaces de investigar y resolver aquí esos casos de modo confiable.

En vez de afrontar ese desastre con realismo y valentía, atreverse a rectificar, llamar a todos los venezolanos, el Gobierno ya ni siquiera se conforma con echar la culpa a otros, sino que relanza una vieja fantasía conspirativa, metiendo en ella a quienes quieren cambiarlo por la vía pacífica, democrática y constitucional del voto. Una peligrosa forma de locura política.



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