YSRRAEL CAMERO SÁBADO,
14 DE FEBRERO DE 2015
Tras
casi tres décadas en el poder el tirano había muerto en su cama el diecisiete
de diciembre del año anterior. Su Ministro de Guerra y Marina, Eleazar López
Contreras, cabeza de la Fuerza Armada Nacional, controlaba los resortes
institucionales del poder. La pretensión del clan familiar de heredar el país
como patrimonio parecía haberse cerrado con la sorpresiva y dramática
desaparición física de Eustoquio Gómez.
Los
días posteriores fueron tensos y tumultuosos. Mientras los exiliados retornaban
a la patria y los presos políticos volvían a sentir la calidez del aire de la
libertad, multitudes saqueaban tanto las casas de connotados gomecistas como
los periódicos que hasta ayer gritaban loas al dictador. Entre los últimos días
de diciembre de 1935 y los primeros días de enero de 1936 la prensa reseñó el
aumento de los saqueos en varias partes del país, incluso algunos gomecistas
habían sido linchados por las pobladas iracundas.
La
calle estaba empezando a liberarse del miedo que había sido impuesto por Gómez
en 27 años de dictadura. Diez días después de la muerte del tirano los
trabajadores de los Telares San José, de los Autobuses del Este y de la Fábrica
de Tacones y Peines de Caracas se declararon en huelga exigiendo aumento de
salarios y mejora en las condiciones de trabajo. El 28 anunciaron paro general
los trabajadores de los telares de Valencia y Caracas, mientras un millar de
empleados estaba creando la Asociación Nacional de Empleados y Dependientes de
Comercio.
El
dos de enero de 1936 los obreros del puerto de La Guaira anunciaron su huelga.
Al día siguiente una manifestación fue disuelta en Caracas al llegar a la Plaza
de La Pastora. El cuatro la Federación de Estudiantes de Venezuela protestó
contra la disolución de dicha protesta pidiendo respeto por los derechos
democráticos. Al mismo tiempo los trabajadores del Ferrocarril Inglés de La
Guaira se fueron a huelga solicitando aumento de salario.
El
gobierno decidió recoger y empezar a imponer nuevamente el orden. El cuatro el
Ministerio de Relaciones Interiores informó que estaban prohibidas las
manifestaciones que no tuvieran autorización previa. En la Plaza Bolívar de
Caracas se realizó ese mismo día una manifestación exigiendo la destitución de
funcionarios y ministros gomecistas. Al día siguiente, 5 de enero de 1936,
Eleazar López Contreras suspende las garantías constitucionales y el Gobernador
Galavís impone la censura de prensa. El 28 de enero se creó una Oficina de
Censura.
Se
promulgó un decreto restrictivo el 12 de febrero de 1936. La Junta de Censura
nombrada renunció al siguiente día en la mañana. Al mismo tiempo periodistas y
directores de la prensa caraqueña presentaron sus protestas al gobierno,
redactando un documento que empezó a circular. Recibieron el respaldo de la
FEV, de la Asociación de Escritores de Venezuela (AEC), de la Asociación
Nacional de Empleados, etc.
EL PODER DE LA GENTE: EL PARTO DEMOCRÁTICO
Se
convoca una manifestación cívica para esa misma tarde, que será encabezada por
el rector de la Universidad Central de Venezuela, Francisco Rísquez y por
Jóvito Villalba, presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela. La
multitud se dirige desde la UCV hasta el Palacio de Miraflores. Los ciudadanos
rodean por completo el Palacio Presidencial, López Contreras abre las puertas,
dejando entrar a Rísquez y a Villalba. Se le exige al Presidente la restitución
de las garantías y la eliminación de la censura de prensa, así como la vigencia
de todos los derechos ciudadanos. López accede plenamente. La manifestación se
dirige entonces al Panteón Nacional para cerrar la jornada, allí varios
discursos de nuevos dirigentes políticos, como Rómulo Betancourt, se desatan
sobre la multitud. Luego de culminada la manifestación, la gente vuelve a sus
casas, en paz, a organizar partidos, sindicatos, asociaciones gremiales,
ateneos, etc. Venezuela empieza a ser otra.
Una
semana después, el 21 de febrero de 1936, el Presidente Eleazar López Contreras
se dirige a la Nación, usando la radio, para anunciar un Programa de gobierno a
desarrollar, el famoso Programa de Febrero. Aún hoy se discute si Alberto
Adriani lo tenía preparado desde hace algún tiempo, como es muy probable, o si
se realizó para responder a la manifestación del 14, lo que muchos creyeron
entonces. La convicción de que se podía, con manifestaciones de calle, mover al
gobierno, cambiar una política, impulsar una transformación en el
funcionamiento del poder, es una de las convicciones que le otorgan poder a la
democracia y a sus movilizaciones, y es uno de lo primero aprendizajes que
podemos extraer del 14 de febrero.
APRENDIZAJES: LA MISMA LUCHA
Manuel
Caballero señala características relevantes del 14 de febrero de 1936, entre
ellas la emergencia de jóvenes que vienen con un nuevo vocabulario, de la
importancia de la noción del Partido que se irá desarrollando desde entonces,
de la reivindicación de los espacios sociales para el ejercicio y
profundización de la democracia: la Universidad y la prensa.
Pero
va mucho más allá al analizar los eventos, cuando señala la fecha como el
nacimiento de la democracia en Venezuela a partir de la liberación de dos
grandes miedos que sostenían hasta entonces a la dictadura, el miedo a la
tiranía y el miedo a la guerra civil. Emerge entonces la democracia venezolana
en varias de sus acepciones claves, la expresión de una voluntad popular en la
calle, la existencia de una prensa libre, junto con el ejercicio de la libertad
de asociación y manifestación, de partidos políticos y del respeto a los
derechos humanos.
El
proyecto nacional democrático venezolano había dado sus primeros pasos durante
las jornadas de 1928, pero fueron los eventos de 1936 los que lo lanzaron
literalmente a la calle, dándole vida a la democracia en el seno y desarrollo
de la misma sociedad.
De
allí se desprenden varios elementos que podemos reivindicar hoy, setenta y
nueve años después, de las jornadas del 14 de febrero de 1936: primero, el
poder de la emergencia de la democracia en las calles, presionando a las
instituciones, reivindicando derechos y libertades públicas; en segundo lugar,
la lucha por la existencia de organizaciones políticas, de partidos, gremios,
sindicatos, de una prensa libre y de una sociedad civil activa en la defensa de
lo público, de lo que nos es común, de un proyecto de construcción colectiva;
tercero, el carácter desarmado, pacífico de las movilizaciones; y cuarto, la
inexistencia de la “búsqueda” de un líder, el carácter anti caudillista y anti
personalista de la construcción democrática.
En
1936 el pueblo venezolano salió a la calle a construir democracia, casi ochenta
años después no hemos vuelto, porque la democracia se construye desde lo
público, volcados hacia la calle, no ensimismados ni desesperanzados, sino
construyendo vínculos con los demás, organizando emprendimientos colectivos.
Esa misma lucha sigue hoy, y somos sus protagonistas.
Ysrrael
Camero
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