Por Gustavo Yepes, 21/02/2015
Mi voto sólo tiene el precio que le fije mi conciencia. Sin embargo, él
tiene que competir con votos que son canjeados por motos, por pensiones, por
cédulas, por electrodomésticos, por amenazas.
Mi voto solicitó la revocatoria de aquel que traicionó a su uniforme y
a su patria, y se ganó con eso un puesto en la ignominiosa lista que aún
discrimina a millones de compatriotas que cometimos el delito de seguir un
camino que nos brinda la también pobre y sufrida Constitución.
Mi voto sirvió para rechazar de plano el llamado socialismo que
propugnan los esbirros y, de forma fraudulenta, me impusieron por otras vías lo
que mi voto les negó.
Mi voto ayudó a conformar una mayoría indiscutible para la Asamblea
Nacional y ellos, a través de sus operadores electorales, nos robaron esa
mayoría. No contentos con eso, y en la mejor tradición de ¿cuánto vale un
juez?, se han dedicado a ponerle precio a los traidores cuya conciencia se mide
en términos de dinero, o de prebendas.
Mi voto sirvió para elegir a María Corina y ellos la han humillado, la
han golpeado, y la despojaron de la representación que le otorgó el sector de
los ciudadanos que ellos no reconocen. Hoy esa representación la ostenta un
joven que decidió seguir el ya trillado camino de la traición, mientras nuestra
digna y valiente Diputada nos sigue representando en escenarios distintos al
que le otorgamos. Asumo que es la próxima en la lista.
Mi voto sirvió para elegir y reelegir a Antonio, y ellos lo despojaron
de forma inconstitucional de la mayoría de sus atribuciones, del presupuesto
que le corresponde, y hoy acudieron al ya conocido método de secuestrarlo para
luego inventarle delitos que sólo existen en la mente estratégica de los
titiriteros cubanos que gobiernan al usurpador que dice gobernarnos.
Mi voto ha tenido la intención, siempre, de que nos permitan vivir en
democracia y en libertad con responsabilidad. Sin embargo, muchos que piensan
igual, hoy ya no están con nosotros, o sufren los rigores de la prisión, de la
tortura, del exilio.
Mi voto, a pesar de todo lo que ha sufrido, es codiciado por muchos,
pero él sólo quiere representar en estos difíciles momentos, no a una persona,
sino a un sentimiento de unidad que nos conduzca a la transición que propugna
el maravilloso documento que hoy es considerado como prueba de conspiración. De
ser así, confieso ante todos que mi voto es conspirador.
Mi voto no es sólo mi voto. Es mi rostro, es mi nombre, es mi número de
cédula, es mi firma, es mi sangre, y a pesar de haber sido tan vapuleado
seguirá siendo todo eso. Venezuela, el futuro de nuestros hijos y nietos, bien
vale un voto. Llegará el día en que mi voto volverá a recuperar su dignidad, no
importa si forma parte de la mayoría o de la minoría, porque de eso se trata la
Democracia.
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