Fernando Mires 23
de febrero de 2015
Afirmaba
Kant que si bien política y moral son dos cosas distintas, no puede ni debe
haber contradicción entre ambas. Por eso mismo, cuando aparece la contradicción
se trata de un síntoma de que algo no anda bien en la política o en la moral.
Ha llegado entonces el momento del debate y de la rectificación. Esa es también
la razón por la cual los debates políticos adquieren cada cierto tiempo un
formato predominantemente moral.
Moral
ha sido también el tono de la crítica pública ejercida en contra del dirigente
del nuevo partido español Podemos, Juan Carlos Monedero, debido a las altas
sumas de dinero recibidas de gobiernos por dirigir (monitorear, dicen los
sociólogos cursis) proyectos que nunca fueron realizados. Crítica muy lógica
por lo demás. Los de Podemos lograron instalarse en la escena pública como
portadores de un fortísimo cuestionamiento moral no en contra de algunos
políticos, sino de toda la clase política española, denominada por ellos como
“la casta”.
Lo
menos que podían esperar entonces los dirigentes de Podemos era ser medidos con
la misma vara con la que ellos miden a los demás. Por ese mismo motivo, los
servicios prestados por Monedero y otros miembros de Podemos a los gobiernos
del ALBA demuestran algo muy obvio: Podemos no está formado por vírgenes del
paraíso y sus dirigentes están tan contaminados por el vil dinero como
cualquier miembro de la maligna casta; más aún, ya son parte de ella.
Y
bien, aunque parezca afirmación sorprendente, para quienes no usamos la misma
vara de Podemos -es decir, para quienes
creemos que los seres santos y virtuosos hay que ir a buscarlos en las
religiones (supongo) pero nunca en la política- los dineros recibidos por
Monedero no ameritan ningún gran desacato a la moral pública. Ese tema se lo
dejamos a los moralistas, entre ellos a los de Podemos. Vale la pena recordar
en ese punto a Max Weber cuando escribía que los políticos moralistas son por
lo general grandes inmorales políticos (Robespierre, Stalin, entre otros)
Pero
para quienes no andamos con el dedo acusando a nadie, las supuestas o reales
faltas de Podemos no constituyen gran escándalo. Porque, coño, hay que ser
justos: Monederos no recibió dinero como dirigente de Podemos sino como
sociólogo, politólogo o sabe Dios que otro logo. Es decir, como un profesional
que va, ofrece, presta y vende servicios a un buen postor. ¿No es acaso lo
mismo que hacen cientos, quizás miles de investigadores sociales en todo el
mundo?
En
largos años de vida académica he tenido oportunidad de conocer a habilísimos
vendedores de fantásticos proyectos quienes lograban financiamientos de
empresas y fundaciones, organismos internacionales e incluso Estados. Por
cierto, la mayoría de esos proyectos quedaron a medio camino. Y si alguna vez
fueron entregados, su informes eran amontonados en estantes en espera de que
algún miembro del personal de aseo tenga la buena idea de echarlos al tacho de
la basura. De modo que no seamos hipócritas. Si Chávez se dejó embaucar por
Monedero, ese fue un problema de Chávez y no de Monedero. Monedero vendía,
Chávez compraba. Pura y simple ley de la oferta y de la demanda.
¿Dónde
está el problema? Ah, dirán algunos: El problema reside en que Monedero se hizo
pagar por gobiernos antidemocráticos y con abiertas tendencias totalitarias. ¿Y
por qué debe sorprendernos si ha sido así? Mucho más grande habría sido el
problema si Monedero hubiese sido un conservador o un neo-liberal y después
hubiera vendido su capacidad intelectual (nótese, escribo intelectual sin
comilla) a un gobierno socialista. Pero no. Monedero parece ser socialista de
nacimiento, siempre ha sido de izquierda y nunca lo ha negado. Venera a la
dictadura de los Castro y tal vez piensa que la caída del muro de Berlín fue un
gran error histórico. Seguramente cree en el socialismo del siglo XXl, en la
dictadura del pueblo y en la maldad infinita del imperio. Pero, aunque todo eso
nos parezca absurdo, él, como ciudadano y político está en el derecho a creer
lo que le dé la gana. España es plural y democrática.
Incluso
si Monedero pensara que Stalin, Mao o
Calígula, fueron grandes líderes históricos, ese atañe a Monedero y a
nadie más. Eso significa, Monedero prestó servicios a Chávez, su comandante
eterno. Y si por realizar sus creencias y dar curso libre a sus convicciones
fue, además, “bien pagao”, tanto mejor para él. Repito: ¿Dónde está el
problema?
El
problema, dirán otros, es que ni Podemos ni mucho menos Monedero se han
distanciado de su pasado chavista. Solo Pablo Iglesias ha tenido el
atrevimiento de afirmar que Maduro hace cosas buenas pero también cosas malas
(si es así, Franco también hizo “cosas buenas”, piensa uno). ¿Y por qué tienen
que distanciarse? -es mi pregunta
obvia-. Si los electores de Podemos votan por un partido que se dice moralista
y no lo es, que proclama valores democráticos y no los practica, que cree en el
pluralismo y sigue atado a gobiernos que han echado por la borda la libertad de
opinión, de asociación y de prensa, eso es un problema que deben resolver los
electores de Podemos. Nadie más.
Hasta
aquí entonces mi alegato sobre las irregularidades de Podemos. Pero solo hasta
aquí. Pues, si no hay grandes problemas en el hecho de que Monedero hubiese
recibido dinero por sus mercancías socio-marxistas, si no hay ningún problema
en que Monedero profese la ideología que le parezca más linda y si no hay
problema en que Podemos tenga un pasado anti-democrático, eso no significa que
no hay ningún problema. Hay, efectivamente, otro problema.
Ese
otro problema es que el tema de las violaciones a los derechos humanos
cometidos por el régimen de Maduro se encuentra en la primera plana de los
medios españoles de comunicación y Podemos no dice nada. El problema es,
además, que los dos partidos de “la casta”, el PSOE y el PP, se pronunciaron
enérgicamente en contra del régimen venezolano y Podemos no dice nada. El
problema, por último, es que los dirigentes de Podemos son los políticos
españoles que más y mejor conocen por dentro al régimen chavista y Podemos no
dice nada.
Entiéndase
bien: nadie está pidiendo a Podemos un pronunciamiento sobre los derechos
humanos en el Tibet o en Mongolia. Pero el mencionado es un tema del cual ellos
no son espectadores. Por el contrario, son y han sido parte. Dicho más
radicalmente: Podemos es libre, si así lo decide, de pronunciarse a favor de
Maduro. Pero ¡díganlo! Porque si Podemos defiende con argumentos la prisión del
dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, a la prisión del alcalde de Caracas,
Antonio Ledezma, y la de tantos otros ciudadanos, estaría cumpliendo con el
papel de un partido político, el de plantear posiciones contra los otros
partidos frente a los cuales ellos imaginan ser tan diferentes.
Hannah
Arendt distinguía dos tipos de verdades. La verdad de opinión y la verdad de
hecho. Y bien; más allá de cualquiera opinión, en Venezuela están ocurriendo
hechos que contradicen la letra y el sentido de la Declaración de los Derechos
Humanos. Son hechos, no opiniones. Y el deber de un partido es pronunciarse con
opiniones frente a la verdad de los hechos. Callar frente a la realidad es
simple cobardía.
Cobardía
es un término más moral que político pero demuestra la exactitud del
pensamiento de Kant cuando escribía que moral y política son dos cosas muy
diferentes aunque no pueden existir separadas. O, para decirlo con los términos
del uso diario que aprendí en mi país natal: lo que tantos ciudadanos españoles
y venezolanos está exigiendo a los dirigentes de Podemos es que no se sigan haciendo
los huevones (gilipollas). Así no más. No sé si se entiende.
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