Edgar Rivero abril de 2015
Dice un viejo adagio, que el trabajo más
productivo es el que sale de las manos de un hombre contento. En este sentido,
para trabajar contento, ese hombre debe ser valorado en su justa medida. He
aquí el gran detalle: la realidad en Venezuela y en Portuguesa, nos dice que
ese adagio está lejos de aplicarse, con un panorama desarticulado, complicado,
oscuro y muy difícil. Todo, gracias a la terquedad y al mal manejo de las
políticas económicas desarrolladas por el Estado en estos últimos años y su
edulcorado toque de impune corrupción.
Las advertencias, las observaciones y
las propuestas formuladas por las organizaciones políticas, sindicales,
gremiales, sociedad civil y expertos en economía, para colocarle freno a este
desbarajuste social, se convierten en un saludo a la bandera. No hay
rectificación por parte del gobierno de turno, quien todo lo impone a un ritmo
despiadado y sin control, en pos de la destrucción de todo el sistema de
libertades económicas y sociales. El país se dirige hacia un despeñadero sin
punto de retorno: el más rancio y obsoleto comunismo.
La empresa privada vive su peor momento.
Sin condiciones reales, sin materia prima, sin dólares, sin garantía de ningún
tipo; obligada a transitar por el desierto de lo inconstitucional, como son el
desvío y confiscación de toda su producción, expropiaciones, encarcelamientos y
destrucción del aparato productivo. Resultado: menos puestos de trabajo, más
desempleo, más economía informal, más pobreza, hambre y miseria. La verdadera
guerra económica es la que te mantiene ocupado buscando alimentos, para que no
protestes en las calles. ¡Despierta Portuguesa!
El estado desde hace buen rato comenzó a
dar demostraciones de agotamiento. No soporta la pesada carga de su abultada
nómina, con sus pasivos laborales. El petróleo ya no da para tanto, en una
nación desangrada y sin remedio visible, para su cura y recuperación. Sin
dudas, un panorama desolador ya anunciado. Todo esto indica que la situación
tiende agravarse, con el paso de los meses y con cada nueva medida impuesta por
el régimen. ¡Despierta Portuguesa!
Si realmente crees que uniéndote a las
celebraciones de este 1 de mayo, acabarán las colas, el racionamiento de
alimentos, la deficiencia en los servicios de agua, luz y aseo y tus bolsillos
estarán completos para las necesidades de tu familia; anda, ve a celebrar. De
lo contrario: ¡Despierta Portuguesa!
No hay nada que celebrar. Todo lo
contrario, existen muchas razones para participar en las movilizaciones que
surjan del trajinar político, social que la misma dinámica vaya dictando; eso
sí, siempre dentro de lo que establece el marco legal vigente, pero que
demuestre el descontento generalizado que existe.
Toda esta crisis, que comenzó hace 16
años y que recrudeció hace dos, la sufre la mayoría de los venezolanos sin
distinción de color político, ni condición de civil, militar o religioso. Todo
el pueblo venezolano que depende de un sueldo para vivir al día, con su gastos
y compromisos, sufre esta escasez y el deterioro de su economía familiar; pues
a pesar de las mentiras y maniobras, se hace inocultable una nevera sin
alimentos, porque la inflación aplastó el dinero y éste ya no te no alcanza
para vivir dignamente. En fin, son muchas las razones que nos invitan a no
perder la esperanza por recuperar y cambiar el destino político de nuestra
herida Venezuela.
El trabajador venezolano y en especial
el portugueseño tienen en estos momentos sobradas razones para movilizarse y
actuar en función de mayor bienestar y felicidad posible. Pero donde más se
palpa una crisis es en el bolsillo y un aumento general de sueldos y salarios
debe ser la mejor forma de dignificar a un trabajador, pero eso dista mucho de
la realidad actual y eso precisamente es negativo para la salud y condición
humana de la clase trabajadora como tal.
Finalmente, la movilización social es la
clave para avanzar hacia una transformación plena del modelo que nos aflige y,
al mismo tiempo, es el grito digno de un pueblo que dice basta a los abusos a
los cuales ha sido sometido. No hay nada que celebrar, pero muchas razones para
participar, hablar y actuar por ti, por tu familia, por nuestro estado.
¡Despierta Portuguesa!
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