Por Pedro Vicente Castro Guillen 01 de junio de 2015
@pedrovcastrog
Estamos asistiendo a una de las crisis
más dramáticas de la economía venezolana en toda su historia, que se expresa en
el colapso de nuestra moneda nacional. En abril del 2013 cuando asciende al
poder el Presidente Nicolás Maduro, el valor del dólar paralelo era de 24 Bs/$
y hoy exhibe un valor superior a los 400 Bs/$, una escalada de 1.600% en 26
meses, 68,3 veces por encima de los 6,3Bs/$ la tasa más baja del mercado, 33,5
veces por encima de la del SICAD y Bs. 200 por encima de la del SIMADI, que
está en aproximadamente 199, 77Bs/$.
Lo anterior puede explicarse por las expectativas
hiperinflacionarias con que cerrará la economía en el 2015, por la caída
vertiginosa de las Reservas internacionales, a pesar del ingreso de un $1,38
millardos por la pignoración del oro y por el retiro del FMI de $318 millones
en DEG, un PIB que mostrará una disminución de 7% a final de año de acuerdo a
las previsiones del FMI, el colapso de la producción del sector público y
privado, la virtual desaparición de la oferta externa de bienes, lo que se
expresa en escasez y desabastecimiento en niveles que hacen peligrar las
condiciones de vida de la población. Esta constelación sin duda son
responsables de la mudanza de las previsiones en bolívares a dólares que los
venezolanos realizan para preservar el valor de sus activos monetarios y en
consecuencia de la pulverización del valor de la moneda nacional.
No obstante; Todo lo anterior; este
fracaso monumental de la economía en “socialismo” se produce en un país
petrolero en el periodo de la mayor alza histórica de los precios de los
hidrocarburos, con lo que las causas económicas no son suficiente para explicar
una situación tan calamitosas. Esto impone buscarlas en el proceso masivo de
destrucción institucional a que ha sido sometido el país, de la cual forma
parte y es consecuencia el caos económico. La demolición del Estado Derecho,
que ha conducido a la desaparición de todo el sistema garantista propio de una
democracia moderna, produjo una total desconfianza de la ciudadanía en general
y del sector empresarial en particular en la forma opaca como el “Socialismo
del Siglo XXI”, conduce los asuntos del Estado. La apropiación por parte de una
elite dirigente de todos los recursos de la República, para su provecho
particular no hace más que acrecentar esa desconfianza.
Esta situación se agrava por dos
circunstancias extremas: 1. la división en la cúpula dirigente que impide toda
coherencia en el manejo de los asuntos públicos, al punto de que la ciudadanía
ignora que grupo del PSUV lleva los destinos de la nación, y 2. El hecho de que
no hay escándalo nacional o internacional relacionados con el blanqueo de
dinero, narcotráfico, contrabando de bienes y dinero, donde no estén implicados
altos personeros del oficialismo, sin que se produzca ni un gesto, vergonzante
al menos, que inicie una investigación.
Frente a tal nudo de acontecimientos, el
hundimiento de la economía reside en estos hechos que van más acá allá y más
allá de ella, y el resultado lógico y dramático era el descalabro al que
estamos asistiendo del bolívar que sintetiza la crisis de la economía y de toda
la vida republicana.
Por ello la respuesta democrática de la
ciudadanía debe ser una enérgica exigencia para que se fije la fecha de las
elecciones parlamentarias que permita un cambio político que posibilite un
rumbo nuevo hacia la conducción en paz y en democracia de los asuntos de la
nación y que nos oriente a recuperar el camino de la reconstrucción social,
política y a la reconciliación nacional.
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