Oscar
Bastidas
La solidaridad como valor está
presente en infinitas actividades humanas y, con mayor razón, en las
Organizaciones de Economìa Social (OESs), aquellas emprendidas por grupos de
personas para enfrentar problemas comunes; a propósito de su presencia como
valor en las organizaciones han surgido dos términos que pretenden explicarla:
Economía Solidaria y Economía de Solidaridad. Tan variadas son sus acepciones
como los temas con los que se relaciona, es frecuente relacionarla con la
bondad, la generosidad, el amor, la caridad, el respeto mutuo, la tolerancia, y
la justicia; también, coloquialmente, y particularmente en Venezuela, se usa
hasta para referirse a los precios bajos o “solidarios” de ciertos artículos.
En
un sentido etimológico, la solidaridad
aparece en el lenguaje jurídico en el S. XV “siendo común a muchos, cada uno responde por todos”, afirmación
ésta que de alguna manera aborda el tema
de la dependencia reciproca. Le Petite Larousse Illustré la señala
como “dependencia mutua entre personas”;
agrega que involucra también un sentimiento que impulsa a las personas a
establecer ayuda mutua o un deber asistencial hacia quienes están en peligro;
por extensión se relaciona con solidez.
Javier
de Lucas en su libro El Concepto de
Solidaridad, reflexiona sobre el concepto: 1.- Gramaticalmente al
calificarlo como un “sustantivo abstracto
formado a partir del adjetivo solidario, derivado a su vez inicialmente de la
expresión latina in solidum, que equivale a totalidad, al todo”; 2.-
presentándolo como “una categoría
específica de relaciones obligatorias caracterizada por la unidad-integridad
del vínculo obligatorio y la pluralidad de sujetos” … “precisamente las
características de las obligaciones solidarias”… categoría jurídica de la que
derivará la noción de solidaridad, …”; y 3.- otras acepciones.
Agrega
De Lucas que Comte la define como “consenso
entre unidades semejantes que solo puede ser asegurado por el sentimiento de
cooperación que deriva necesariamente en la jurídica de la que derivará la
noción de solidaridad, …”; y 3.-
otras acepciones.
En cuanto al uso del término por la
sociología, De Lucas lo señala como un “elemento
estructural de los grupos sociales”, encontrando antecedentes en dos
tradiciones: 1.- En los
saint-simonianos, remitiendo a Fourier como precedente de lo que Durkheim llamó
“solidaridad orgánica” al destacar la cualidad de la colonia comunitaria de
engendrar armonía desde la diversidad de los temperamentos individuales; y
2.- En una línea
estructural-funcionalista similar a la de la biología cuando muestra la vida
como dependencia reciproca de las partes de un organismo estableciendo una
relación directa entre la interdependencia y la perfección orgánica; así, la
solidaridad sería la clave de la supervivencia del cuerpo social y de su
evolución.
Agrega De Lucas que Comte la define
como “consenso entre unidades semejantes
que solo puede ser asegurado por el sentimiento de cooperación que deriva
necesariamente en la división del trabajo”. Para Durkheim, “teórico por excelencia de la solidaridad”
según De Lucas, la Solidaridad es “un
hecho social que consiste en el consenso espontáneo de las partes del todo
social, una particular conexión entre individuos y sociedad que…” supone
dos niveles: 1.- El psicosocial o vinculación entre las conciencias
individuales y las colectivas; y 2.- el estructural-funcional o vinculación
entre la posición del individuo y el grupo.
Para De Lucas, antes del uso de la
solidaridad como categoría científica se recurría a términos como integración,
cohesión, y socialización; afirma que Gauss prefiere la noción de cohesión que,
junto a la de integración, sustituye a la solidaridad en la sociología de corte
estructural-funcional, y que en Parson la solidaridad “aparece como la integración institucionalizada de la cooperación”. La
colectividad como sistema surgiría cuando el sistema de acciones implica
solidaridad, es decir, acciones en interés de la integración del sistema, de lo
que se deduce que el interés residía mas en la integración que en la
solidaridad.
De Lucas
también explora ocho términos con “los
que se propone sustituir la solidaridad”:
1.- Integración, se utiliza en el contexto del sistema
social por lo que habría que hablar más de integración sistemática que de
integración social (Parson).
2.- Integración social, referida a la inserción
de un individuo o grupo en una colectividad mayor cuyas cualidades se
adquieren, este término se enfrenta a marginación.
3.- Cohesión,
utilizado indistintamente como solidaridad por Durkheim, resulta más evidente
su uso en física y biología.
4.- Socialidad, para Gurvitch es una forma de
solidaridad que permite distinguir entre la “socialidad por fusión parcial en
el nosotros (interpretación) y socialidad por simple interdependencia
relación-comunicación”.
5.- Asociación, término que según Gurvitch,
propone “que el único sentido preciso de solidaridad en tanto que distinta de
cohesión /interdependencia, no puede ser análogo al “orden integrativo”, cuya
expresión son las asociaciones igualitarias de colaboración”, en lugar de
solidaridad habría que hablar de asociación.
6.- Comunidad, para Tönnies implica solidaridad
“sin que ello mida la posibilidad de diferenciación de funciones [...] porque
se trata de una diferenciación a favor del conjunto”, la variedad de círculos
de solidaridad es lo que produce la diversidad de relaciones comunitarias.
7.- Cooperación, entendida como actividad común
de varios sujetos para realizar intereses comunes, semejantes o
complementarios.
8.- Consenso, concepto vinculado a la obra de
Comte, quien lo entiende como principio de equilibrio, de armonía, de
correspondencia entre los miembros de la sociedad, y que Durkheim en su Division du travail, equipara consenso
al conjunto de condiciones morales y materiales que constituyen la base social
de los contratos, considerándolo como fundamento moral de la división del
trabajo por lo que, además de la interrelación, sería un requisito de la
solidaridad en las sociedades modernas.
Cooperación y
consenso son para De Lucas los que pudieran sustituir la solidaridad en el
campo de las ciencias sociales.
Estas
nociones corroboran las dificultades para comprender la Solidaridad, existen
otras asimiladas a una dimensión ética que la entiende como valor y es la que
domina por su uso frecuente en el mundo de las cooperativas, las mutuales y las
asociaciones.
Según De Lucas, considerar la
solidaridad como principio ético obliga a afrontar al menos dos problemas:
Primero: El apuntalamiento del nosotros, del colectivo, del grupo; si lo
decisivo de la solidaridad es la idea de comunión, de unidad, de reconocimiento
de similitudes sin las que resulta imposible el afecto, la ayuda, el esfuerzo y
el sacrificio comunes, entonces no existe solidaridad plena en una sociedad
cerrada ya que ella no puede ser auténtica y excluyente a la vez: “la solidaridad como motor, por ejemplo, del
chauvinismo nacionalista o de la ley del silencio en un grupo criminal,
correspondería, desde el punto de vista regulativo, a un planteamiento erróneo”.
Segundo: “hasta que punto cabe afirmar la existencia de tal identidad colectiva
en sociedades en las que el grado de especialización del trabajo y la multiplicidad
y complejidad de las relaciones sociales provocan tal heterogeneidad que
indudablemente se arriesga a perder la integración / identificación /
reconocimiento en el grupo. Se pregunta: ¿cómo subsistirá la solidaridad en
una sociedad plural y atomizada?. “La
cuestión, […] es cómo dilucidar los intereses de los otros que puedo (y debo) asumir como propios en aras del
principio de solidaridad, sin quebrar el respeto a la identidad propia. O […]
¿hasta qué punto se puede ampliar en esas condiciones el círculo del
nosotros?”.
Esas
interrogantes parecieran justificar el freno a la ampliación del
“nosotros” en el momento en que aparecen diferencias que pudieran mostrarse, al
menos para una mayoría, como suficientemente relevantes para exigir el final de tal ampliación; o,
por el contrario, como sucede en los grupos xenófobos y racistas, no justificar
la relevancia argumentando que el mantenimiento de esas diferencias no es la
lógica consecuencia del respeto de unos derechos, sino de la defensa de una identidad
que se construye precisamente como
negación de derechos y de la igualdad y la solidaridad de otros a los que se
exigen contradictoriamente respeto a la propia identidad.
La
dificultad mayor consiste en identificar hasta donde llega la relevancia del
“nosotros”. ¿Dónde está la frontera
entre los deberes morales de la solidaridad y las exigencias jurídicas
derivadas de ella?; la relevancia del “nosotros” es clave para comprender el
espíritu de grupo de las organizaciones autogestionarias. Un punto de partida
de esa identificación puede ser el reconocimiento de las diferencias por todas
y todos; para De Lucas ese reconocimiento está en la base jurídica de la
autonomía moral y la libertad personal.
Como
se observa, la solidaridad en lo organizacional puede expresarse de diferentes
maneras pero, para alcanzar su plena realización debe extenderse en lo interno
y en el entorno de la organización, debe generalizarse por una suerte de oleaje sinérgico (intercooperación e
integración en el caso de las cooperativas), e impregnar con solidaridad otras
organizaciones, sectores, y regiones hasta copar la sociedad entera. La
solidaridad no puede generarse entre egoístas orientados solo por la racionalidad
económica.
Para el autor de estas líneas, la solidaridad
es un “valor-practico” que existe solo si se le practica; es un valor concreto,
verificable, no unilateral como la limosna que se proporciona a un desconocido;
exige reciprocidad, reconocimiento de la acción solidaria no se puede entender
un acto como solidario sin que exista contraprestación o respuestas acordes con
el acto mismo. Por ello la solidaridad no se proclama, impone o decreta, no
existe porque se promulgue una Ley de Economía Solidaria si las organizaciones
regidas por esa ley carecen de solidaridad.
En cuanto a la Solidaridad como
valor en el cooperativismo, la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), organismo cúpula del
cooperativismo mundial, la incluye en el conjunto de valores que le
conceden “unidad,
integridad e identidad al movimiento cooperativo en el planeta”, al hacerlo, coloca esa noción
en el mundo de la ética cooperativa. La solidaridad es para el cooperativismo,
al igual que la democracia, la intercooperación, la integración, y otros
valores, uno que surge voluntariamente entre un mínimo de dos personas, grupos
u organizaciones con necesidades comunes y disposición para aunar esfuerzos.
Esa unión de esfuerzos y acciones por un objetivo común debe
apuntar en el mundo de las Organizaciones de Economía Social (OESs) a una
marcha común que respete la diversidad. Todo proyecto de OES debe ser ante todo
un estado de espíritu, de ánimo de equipo, que surge de una participación
colectiva y se concreta con una movilización del conjunto hacia un “nosotros”
dispuesto a realizar esfuerzos, a desbloquear conflictos, a construir una
identidad colectiva, no un “nosotros” interesado en prebendas individuales.


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