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miércoles, 2 de septiembre de 2015

La contrarrevolución burocrática por @victoralvarezr


Por Victor Álvarez



Una de las causas que determinaron el fracaso del socialismo del siglo XX fue el burocratismo. La propiedad estatal absoluta sobre los medios de producción maduró las condiciones para que poderosas élites burocráticas secuestraran la propiedad estatal y la administraran como si de una propiedad privada se tratara, impidiendo que los trabajadores se sintieran verdaderos copropietarios sociales de esos medios de producción estatizados.


La propiedad no puede verse únicamente desde su forma jurídica, sino como expresión de las relaciones sociales que se establecen, no solo para la producción material, sino también para la propia reproducción de las relaciones de explotación o cooperación que signan un sistema económico. Por eso, estatizar no necesariamente implica socializar. De allí la necesidad de superar la creencia limitante que imponen los intereses del burocratismo sobre la propiedad estatal como forma superior de la propiedad social.

La revolución bolivariana estatizó compañías de telecomunicaciones, electricidad, siderúrgicas, fábricas de botellas, torrefactoras de café, empresas de lácteos, procesadoras de aceite doméstico, textileras, cementeras, briqueteras, centros comerciales, cadenas de supermercados, empresas de servicios, operadoras de aeropuertos, bancos, etc. La mayoría de estas empresas terminaron secuestradas por el burocratismo, el pseudosindicalismo y la corrupción, y hoy representan una pesada carga fiscal que el Gobierno ya no puede sostener.

El intento por construir el socialismo del siglo XXI no ha podido concretar nuevas y exitosas formas de propiedad social que logren empoderar a los trabajadores directos sobre los medios de producción. En lugar de convertir en propiedad estatal lo que antes era propiedad privada e incubar así el germen del burocratismo, la clave está en democratizar la propiedad a través de nuevas formas de pertenencia que aseguren que los trabajadores y la comunidad sean los verdaderos copropietarios sociales de los medios de producción expropiados, dejando claro que las ganancias no serán repartidas como dividendos individuales, sino que serán la fuente de recursos para financiar la inversión social.

El bloque soviético se desplomó no por un ataque imperialista sino por su propia erosión interna. La fuerza que más corroe una revolución no está ni en la amenaza externa ni en la oposición interna, sino en la contrarrevolución burocrática que se enquista en la estructura del Estado para medrar del poder que debe ser transferido al pueblo organizado. Erradicar las causas del desempleo, la pobreza y la exclusión social no depende de seguir ganando elecciones o de la inversión social de la renta petrolera, sino de un nuevo orden político, económico y social basado en verdaderas formas de propiedad social y empoderamiento popular, sin mediaciones burocráticas de ningún tipo.

La descentralización es la mejor arma para luchar contra el burocratismo y la corrupción, toda vez que libera a las instancias superiores y organismos nacionales de una engorrosa carga de trámites administrativos que distraen su atención de los asuntos realmente estratégicos en los que debe enfocarse. De allí la importancia de descentralizar todo lo que se pueda descentralizar, enfrentando la férrea resistencia que opone el burocratismo del poder constituido, el cual se niega a ceder espacios a la ciudadanía organizada como expresión del poder constituyente.

31-08-2015




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