Luis Carlos Vélez 30 de agosto de 2015
Pero
tomar acciones para resolver los inconvenientes significa actuar con
responsabilidad, algo que contrasta con el populismo que le mantiene en el
poder.
La
crisis fronteriza es otro episodio en el que Maduro busca un chivo expiatorio
para alejarse de sus responsabilidades. Como su dominio económico, político,
administrativo y de relaciones internacionales es nulo, acude a lo más básico:
el lenguaje de la guerra para tratar de solucionar una situación que su modelo
económico provocó.
Haciendo
un esfuerzo grande para desligarse de las dolorosas imágenes que acompañan el
relato de la tragedia que viven nuestros compatriotas en la frontera, es
importante destacar que en el fondo todo esto es un problema económico.
Históricamente la frontera binacional ha sido escenario de todo tipo de
actores. Desconocer la existencia de paramilitares, prostitución, narcotráfico
y guerrilla en la zona, es imposible. Sin embargo, desde que el régimen de
Venezuela respondió a la destrucción de su industria con el subsidio de
productos de primera necesidad, multiplicó la transacción ilegal entre las dos
naciones.
Si del
lado venezolano prácticamente regalan la gasolina, venden productos básicos a
precio de huevo y hay una moneda artificial que el gobierno trata de mantener
por mero capricho, pues aquellos que viven del otro lado harán lo posible para
sacarle provecho. Es el resultado de las leyes del mercado.
Mientras
en Venezuela una bolsa de harina de maíz cuesta 19 bolívares, en Cúcuta vale
650. La distorsión en los precios ha hecho que traficantes profesionales, la
Guardia Nacional Venezolana y el pueblo traten de aprovecharse de esta
oportunidad de arbitraje. Estamos viendo la acción del mercado en pleno. Uno
que salvajemente aprovecha la miopía económica de Maduro. Él debería entender
esto como otra señal de la insostenibilidad de sus acciones y no como otra
excusa para exacerbar un nacionalismo falso en busca de réditos políticos.
Parte
de la solución del lado de Caracas está en ajustar su moneda a los valores en
los que el mercado la transa a espaldas del gobierno. El problema es que este
ajuste cambiario evidenciaría la destrucción de la industria local y la baja
capacidad adquisitiva de sus nacionales. Sería quitarle la ropa al emperador.
El modelo de nacionalizaciones, el desestímulo a las inversiones privadas, la desconfianza
inversionista, el mal manejo macro y la compra de votos a punta de mercados
miserables han destruido la economía venezolana. El modelo chavista niveló al
país a la miseria y volvió a su pueblo indefenso, hambriento y vulnerable a los
abusos de los militares y corruptos.
Colombia
hace bien al no pelear en los términos de Maduro. Sus acciones pendencieras no
pueden ser respondidas con similar talante. Más bien, como a un desestabilizado
mental a punto de tirarse de un edificio, hay que aplicarle psicología,
negociación, y entendimiento. Rabia no se combate con rabia, mucho menos
ignorancia con brutalidad. Desescalar el lenguaje es parte de la estrategia.
Solo así pasará de hablar de paramilitares a tasas de cambio y estímulos para
generar empresa en la zona. Hay que calmar a la bestia para poder montarla.
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