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viernes, 19 de febrero de 2016

Yelena Yanes: El venezolano promedio está neurotizado, por @soficarol21



Sofia Torres 18 de febrero de 2016
@soficarol21

Yelena Yanes, psicólogo clínico, sostiene que ante la crisis económica y social que agobia al país “hemos puesto en exceso de prueba nuestras fortalezas como seres humanos”.

La también presidenta del Colegio de Psicólogos del Estado Miranda señala que el venezolano promedio está neurotizado, con un alto índice de ansiedad, angustia continua y una previsión negativa de lo que va a ocurrir en su día a día.


Para Yanes lo importante es aceptar la realidad, explica que no hay nada más perjudicial que su evasión y por ello hay que buscar las formas de adaptarse a las circunstancias que imponen restricciones.

Asegura que la ansiedad, el estrés y la depresión son malos compañeros en este momento y como toda crisis siempre genera oportunidades, es tiempo de retomar el círculo cercano, familiar y amistoso.

Miedo e impotencia

El venezolano promedio no tiene actualmente  un buen estado de salud mental. La ansiedad generalizada conduce a problemas psicosomáticos, a vivir en permanente alerta.

¿Qué significa que estemos neurotizados, no saludables?, cuando el ser humano está ante un estado de alerta normalmente se altera. ¿Qué es un estado de alerta?, pensar que al salir a la calle algo terrible va a pasar, sentir que podemos perder la vida o ser víctimas de un atraco mantiene a la persona en una tensión inmensa. Tal situación no solo ocurre con el caraqueño sino en todo Venezuela.

El miedo tiene mucho que ver con la posibilidad de  enfermedad y muerte. Las noticias diarias te dicen que si te enfermas no tienes un centro que te preste la debida atención,  tampoco cuentas con los medicamentos requeridos, por lo que hay una alta probabilidad de morir o que la gravedad de una enfermedad no tenga cura inmediata.

La desesperación es impotencia y la impotencia es una de las características principales del venezolano hoy en día. La impotencia es algo que genera preocupación, tormento y no hay manera de enfrentar ese algo. Ocurre cuando por ejemplo veo la nevera vacía y tengo que comprar alimentos para mis hijos, pero para eso necesito mi día de cédula y hacer una cola sin garantía de que voy a conseguir lo que busco.

Esa desesperación al perder casi un día en una cola sin el resultado esperado y además recibir una queja de mi empleador porque falté a mi trabajo hace que pierda la capacidad de resolver y tenga el riesgo de padecer enfermedades físicas y mentales.

El estrés, una constante

En atención clínica en mi consulta con personas de nivel medio bajo, medio y medio alto, hemos sabido de colegios que han aumentado su matrícula más de un 100%, entre 180 y 200%, una locura en cualquier país del mundo.

La justificación de esos ajustes es el índice de inflación y de no cancelar ese incremento las instituciones deben cerrar o bajar la calidad. Hay  padres que tienen 2 ó 3 hijos y los han retirado al tomar la decisión de cambiarlos para un centro de menor costo y  menor calidad educativa.

Hay gente incluso que ha tenido que retirar a los niños durante todo un año escolar porque no tienen cómo pagar  y lo digo ya que eso ha sido reportado en consulta.

También hay casos de representantes de colegios públicos que tampoco pueden mandar a sus hijos porque no tienen para cubrir alimentación ni transporte.

No hay que ser psicólogo ni haber cursado muchos estudios para entender que uno de los elementos más estresantes en cualquier ciudadanía es la baja calidad de vida.

El mantenimiento de una buena salud mental depende de la satisfacción de necesidades básicas. El hecho de ir a trabajar muy temprano y no tener luz ni agua, por ejemplo, repercute en el rendimiento del día y causa ausentismo laboral y escolar. Creo que ponemos en exceso de prueba nuestras fortalezas como seres humanos.

Toda persona normal reacciona con estrés ante elementos estresores, lo que es grave porque no hay atención del Estado y mucho menos gratuita.

No es conformismo, es adaptación

Recomendar respirar profundo y apreciar las cosas buenas de la vida es tapar el sol con un dedo y no hay nada más perjudicial que negar la realidad. Estamos en una profunda crisis social y económica.

Debemos reunirnos en familia y entender que las circunstancias han cambiado de una manera drástica y significativa y que tardaremos un tiempo importante para revertirlas.

Hay que aceptar la realidad actual, tal cual como hacemos los psicólogos de emergencia y Psicólogos Sin Fronteras ante un evento catastrófico. No podemos decir que no ha pasado nada sino plantearnos  cómo enfrentamos la situación de crisis  natural o de otra índole.

Si antes se destinaban recursos a diversión y comidas fuera de casa ahora hay un escenario que te indica que eso no puede continuar. Es momento de retomar las fortalezas que tenemos como venezolanos.

 Se deben precisar en discusiones familiares las prioridades: ¿pagar el condominio o ir al cine?, ¿hacer mercado o comprar una comida rápida el fin de semana?

Otra de las cosas que se pueden hacer es intercambiar películas entre amigos para mantener el esparcimiento. No se trata de conformismo sino de adaptación para no vivir permanentemente en la sensación de escases y limitaciones.

Los adolescentes no pueden salir como lo hacían anteriormente por la inseguridad  y por razones económicas, entonces durante los últimos dos años se han hecho frecuentes las reuniones de jóvenes en la casa y los padres deben comprender que estas reuniones tienen que extenderse hasta las 6 y 7 de la mañana del día siguiente, para no transitar de madrugada por la calle. Es posible celebrar y compartir.

Caminar y hacer ejercicios son alternativas para distraerse, siempre las hay.

El venezolano estaba acostumbrado a vacacionar fuera del país hay  que ver cómo hacemos para disfrutar del turismo nacional, cuidándonos. El tema de la inseguridad es protagónico y luego buscar la forma de rendir el poco dinero  del presupuesto familiar.

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