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miércoles, 20 de julio de 2016

No es izquierda ni derecha, sino militarismo, por @Rq5bRafael



Rafael Quiñones 19 de julio de 2016

Para quienes leen la historia como parte de una gran teoría conspirativa (como las que parodiaba Umberto Eco en el Péndulo de Foucault), el renacimiento del autoritarismo en Venezuela desde hace 17 años se debe exclusivamente a los planteamientos del  llamado Foro de Sao Paulo. Casualmente muchos de los que mueven esta coartada son los que aún sueñan con un héroe de charreteras que,  haciendo uso de la ideología adecuada,  termine erigiendo a Venezuela al primer mundo, llámese Pinochet o Pérez Jiménez. Si Hugo Chávez -en los noventa- quedó seducido por el sistema político cubano, no era porque deseara que Venezuela entrara en el post-capitalismo, sino que los Castro habían logrado el sueño húmedo del fallecido Comandante, que no era otra cosa que un país funcionara como un cuartel.

Esta fascinación militar de Chávez no era una patología exclusivamente suya. De los  180 años de vida republicana de Venezuela, sólo una pequeña parte de sus gobernantes fueron civiles, por lo tanto el mito de la eficiencia militar en la política nacional era todavía fresca al finalizar el siglo XX en nuestro país. Pero más que eso, la fascinación de exportar las lógicas militares al mundo civil tenía raíces profundas en las pulsiones inconscientes de la sociedad venezolana más allá  de su historia política (toda América Latina vivió largos períodos de dictaduras militares y el Estado en la región surgió de los ejércitos libertadores).

El militarismo, que no es otra cosa que la ideología que justifica que la sociedad sólo puede ser gobernado bajo criterios militares, no es un modelo de pensamiento que hace vida sólo en el mundo castrense en el país, sino que muchos civiles deliran con país uniformado en verde oliva. Si una parte del mundo civil venezolano quedó encantado con la melodía militarista es que la misma sonaba de manera muy placentera a los oídos de nuestros compatriotas a finales del siglo XX debido a las circunstanciales sociales y políticas del momento.

Reivindicar los 40 años de democracia anteriores al chavismo no implica idealizarlo. El radical proceso de modernización física y política de Venezuela a partir de 1958 fue formidable, sin embargo sufrió un profundo declive desde finales de los 70, que implicó un sustancioso deterioro de las instituciones de convivencia en el país y la masificación de la pobreza. El deterioro institucional del país trajo consigo lo que era  lógico: la desintegración social, la anti-sociedad de masas, donde las mayorías sociales (sean del estrato económico que fuese) se convirtieran en una masa desorganizada y desestructurada de furiosos individuos que no tenían nada en común que el odio hacia el statu quo de las cosas (Arendt dixit).

El hombre-masa venezolano (pobre o rico) necesitaba de la confianza y la certidumbre que una ideología podía dar como era el militarismo. En América Latina, cuando Chávez intenta dar su fallido golpe,  sólo había un país donde era vigente ese modelo: Cuba. La dictadura del proletariado en la isla caribeña no le atraía a Chávez porque redimiera al proletariado, sino porque era la única dictadura disponible en el hemisferio como modelo.

Cuba no representaba el socialismo civil y anti-militarista de la socialdemocracia burguesa, sino el personalista, el que funde al gobernante de turno con el “Líder y Padre de la Patria”, como Stalin, Mao y Fidel. El mismo socialismo de las organizaciones verticales que convertían a las sociedades en masas, para así ser moldeadas por la ingeniería social del Estado Totalitario, un Estado Militar. Un Socialismo del Siglo XXI que no quería destruir unas instituciones para reemplazarlas por otras, las revolucionarias, sino que simplemente no hubiera ninguna, donde los ciudadanos son masas histéricas que para disciplinarlas, el molde perfecto es el cuartel y la barraca. El individuo convertido en masa quiere seguridad y una forma de satisfacer esta pulsión es la obediencia y la rutina, que son justamente las virtudes más valoradas en el mundo militar. Por ende, añorar un mundo que se rige por la lógica militar se vuelve muy apetitoso, más allá de las distinciones políticas entre derecha e izquierda. El militarismo, como ideología para disciplinar a las masas, antepone lo que la Escuela de Frankfurt llamaba Racionalidad Instrumental en el pensamiento de las personas.

La Racionalidad Instrumental se caracteriza por su heteronomía, es decir, que de que las reglas de convivencia con que vive el ser humano le deben ser impuestas autoritariamente y contra su voluntad. Necesita para su funcionamiento valores como sumisión y conformismo, que son esenciales para el combate en el campo de batalla, donde la crítica y la razón no tienen lugar en la lucha contra el enemigo. Maquiavelo decía que la suma disciplina hacía a los guerreros valientes y la indisciplina cobardes. Pero en el mundo de la política y especialmente de la democracia, la Racionalidad tiene que ser Comunicativa (Habermas), donde las normas, valores y acciones no se sustentan en la imposición arbitraria sino en el consenso razonado.

El militarismo que ya  era de por sí era malo con Chávez, un ex militar que sintió que lo mejor de la sociedad venezolana era el cuartel  donde hizo vida y que por ende  debía ser trasplantado al resto de la nación, mutó a ser doctrina dominante del chavismo civil al actual. Ahora, el Presidente “obrero” Nicolás Maduro ha decidido para resolver la terrible situación económica y social del país, no el entregar los medios de producción al proletariado como la doctrina marxista lo exige, sino a la bota militar. El lunes 11 de julio del 2016, el Presidente de la República convirtió a su ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López en una especie de Primer Ministro para Venezuela. Ante una muy estatizada economía nacional en etapa criminal se ha impuesto la Gran Misión  de Abastecimiento, donde los ministros civiles se tienen que subordinar a partir de la fecha a lo que decida el alto mando militar. Puertos, aeropuertos y varias empresas amanecieron esta semana con fuerte presencia de efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Esta situación no parece que vaya a revertirse en el corto plazo.

El oficio militar es una profesión tan respetable como cualquier otra, pero su Racionalidad Técnica no la capacita para ser la mejor brújula en política. La política necesita, como afirmaba Kant, que la sumisión a las normas y poderes establecidos sea a través de la libertad y la controversia. Lo militar en cambio lo que necesita para vivir  es la obediencia y la armonía social para poder ser eficiente. Georg Heinrich  von Berenhost, ordenanza de Federico el Grande, dijo que Prusia: “No es un país que tiene un ejército, sino un ejército que tiene un país que simplemente está desplegado”. Eso es lo que somos, un país dirigido por un ejército,  donde el sargento todavía no ha ordenado romper filas.

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