EDUARDO CASANOVA 04 de agosto de 2016
El
gobierno chavomadurista pretende apoderarse a lo Jalisco de la presidencia de
Mercosur, cuando Paraguay, Brasil y Argentina se niegan a que Maduro se
convierta en presidente pro-tempore de la organización. Las decisiones allí se
toman por consenso, no por mayoría, de modo que si uno de los países
integrantes no aprueba algo, ese algo no va, y en este caso no es uno, son tres
los que se oponen, y el cuarto, Uruguay, tampoco se ha manifestado muy
partidario de la presidencia de Venezuela, y su apoyo a Venezuela, el único
país que sí está de acuerdo, ha sido más bien tibio.
Parecería,
entonces, que Mercosur no tiene porvenir, porque ha caído en una trampa: bien
podría interpretarse que, de acuerdo al sistema de consenso, si Venezuela se
opone a su expulsión, no habrá consenso y Venezuela no podrá ser expulsada,
eliminada de Mercosur. Lo que significaría que Mercosur cayó en su propia trampa.
Y cayó en su propia trampa porque los gobiernos, cuando se aprobó el ingreso de
Venezuela, fueron abiertamente tramposos y prefirieron lo político a lo
jurídico.
Desde
luego, cuando lo hicieron estaban convencidos de que el socialismo del siglo
XXI estaría en el poder por mil años, con el Reich de Hitler. Pero es que el
Reich de Hitler apenas duró doce años, y eso no quisieron ni pudieron
entenderlo. El obispo Lugo de Paraguay fue destituido el 22 de junio de 2012,
Dilma Rousseff también está a punto de salir de la presidencia como corcho de
limonada, la Kirchner fue derrotada por su propia corrupción y ya está a un
paso de pasar una buena temporada en la cárcel, de modo que de aquellos cinco
países que se creyeron eternamente superiores a los demás, solamente quedan
dos.
O uno
y medio, porque el actual gobierno de Uruguay es menos irresponsable que el de
Pepe Mujica. Solamente queda de aquellos pelafustanes el de Venezuela. La
verdad es que la criatura nació torcida. La aceptación de Venezuela como miembro
no fue nada santa. Como dice un reciente editorial del diario uruguayo “El
País”, Venezuela entró “por la ventana” y “para culminar la creación de un
grupo de amigos ideológicos (Cristina Kirchner, Dilma Rousseff, José Mujica y
el finado Hugo Chávez), más preocupados en aplaudir sus mesiánicos desvaríos
que cumplir con el verdadero fundamento de creación del bloque: impulsar el
comercio de sus pueblos, entre ellos y con el resto del mundo”.
Y,
desde luego, el que nace barrigón ni que lo fajen chiquito, o árbol que nace
torcido nunca endereza sus ramas. Mercosur, con el feo fardo del gobierno
venezolano en sus entrañas poco o nada puede hacer por colocar en el mercado
mundial sus productos y por adquirir productos del mundo a precios razonables.
La presencia de Venezuela, de la Venezuela de Chávez y de Maduro, es una rémora
terrible para las negociaciones del grupo con la Unión Europea y la Alianza del
Pacífico.
De
modo que para Mercosur lo mejor sería que la dictadura que daña al pueblo de
Venezuela se fuera, dejara de estorbar el desarrollo de Brasil, Paraguay,
Uruguay y Argentina, por aquello de dime con quién andas y te diré quién eres.
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