JOSÉ TORO HARDY 05 de enero de 2017
@josetorohardy
La
economía venezolana ha colapsado, la democracia dejó de serlo y el país está en
proceso de experimentar una ruptura del tejido social. Esa es la situación
planteada al iniciarse el año 2017. Me permito plantear tres posibles
escenarios que quizá podrían materializarse en este año:
Primer escenario: Elección
Frustradas
las expectativas de un Referendo Revocatorio y perdidas las esperanzas en el
diálogo, el malestar de la población frente a una escasez rampante y una profundización
de la crisis se traduce en una creciente inestabilidad. La hiperinflación
campea por sus fueros e inmisericorde carcome el poder adquisitivo de la
población. Las manifestaciones populares
se extienden por todo el país. La comunidad internacional también se impacienta
y el aislamiento del régimen se hace evidente. Tal como lo hizo MERCOSUR, la
OEA termina por pronunciarse. Enfrentadas a una progresiva ingobernabilidad,
fuerzas que hasta ahora habían garantizado la permanencia del régimen ya no son
capaces de mantener su disciplina interna y reclaman una solución. No están
ellas dispuestas a reprimir al pueblo. La anarquía se extiende. La realidad es
dura y termina por imponerse.
Ante
su evidente inviabilidad, al régimen -acorralado interna y externamente- se le
impone una convocatoria a elecciones generales. El rechazo de quienes saben que
no tienen a donde correr no basta para impedir el curso de los acontecimientos.
Segundo escenario: Recomposición
El
oficialismo se enfrenta a un caos. Temen ir a elecciones porque serían barridos
y piensan que podrían desaparecer. Las encuestas muestran que cerca de un 80%
de la población los adversa. Saben que por la vía de la represión es imposible
controlar la coyuntura. Se establecen
prioridades. La primera es conservar el poder.
Para
lograrlo deben asumir sacrificios. ¿Cuál sería el sacrificio más viable? La
respuesta es obvia. El presidente Maduro se ha transformado en un personaje
incómodo que genera gran rechazo. Su salida después del 10 de enero permitiría
al Vicepresidente concluir el período presidencial.
Saben
que no bastaría con la salida de Maduro. Para mantenerse, quien asuma la
presidencia deberá devolverle la cordura política al país respetando el
equilibrio de los poderes y reactivando la economía. En el primer caso tendría
que liberar a los presos políticos y hacer las paces con la AN. En el segundo caso tendrían que
introducir cambios en la economía, buscar un tipo de cambio único y propiciar
mecanismos para estimular la producción de bienes, mitigar la escasez y frenar
la inflación.
La
presión internacional se calmaría y los militares verían atenuado el riesgo de
una inminente anarquía. Por su parte el PSUV dispondría de un tiempo para
reorganizarse y poder continuar desempeñando un rol en la vida política del
país.
Tercer escenario: Transición
Parece
obvio que las cosas no pueden seguir por el camino que van sin que termine por
producirse un estallido social. Cualquier chispa podría desatarlo. Ya vimos lo
que ocurrió con el retiro de los billetes de 100. Las figuras más racionales
reconocen el riesgo de un caos que pondría en grave riesgo la paz de la
República. La revolución dejó de ser viable. Saben que podría reventar una
vorágine de anarquía imposible de controlar por
vía de simple represión. No desea sin embargo el régimen una salida
electoral inmediata porque entienden que el PSUV podría enfrentar una posible
extinción. Por eso se opusieron a un
Referendo Revocatorio antes del 10 de enero que hubiese conducido a
elecciones en 30 días.
Bajo
tales circunstancias surge la posibilidad de un gobierno de transición. El
mundo castrense se muestra impaciente. La prudencia lo aconseja y las
circunstancias imponen una suerte de
taima convenido entre las partes que permita la descompresión de las inmensas
tensiones políticas imperantes: Un gobierno interino que otorgue ciertas
garantías previamente negociadas.
Ese
gobierno tendría que estar encabezado por una figura de gran prestigio que se
comprometa a no lanzarse en el futuro como candidato presidencial. Una suerte
de Ramón J. Velázquez, capaz de introducir correctivos a la gravísima situación económica que
asfixia a Venezuela.
No es
descartable que teniendo como meta la búsqueda de salidas pacíficas, ese
gobierno de transición deba promover leyes de amnistía, tal como ocurrió en el
caso de las numerosas dictaduras que asolaron a Latinoamérica en la década de
los 80. Dictaduras como las de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y otras
terminaron aceptando resultados electorales y entregando el poder, sin disparar
ni un tiro. Las amnistías aprobadas, al final del día, no ampararon violaciones
a DDHH.
Una
solución de ese tipo también sería bien vista por los militares y por la
comunidad internacional. El país podría comenzar a transitar el camino de un regreso
hacia la normalidad y se habría ahorrado inenarrables riesgos de una violencia
desmedida.
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