Por Froilán Barrios
La dictadura eufórica se ufana
arrogante victoriosa a los cuatro vientos, flanqueada por un CNE convertido en
una mina de votos virtuales que justifica su autoproclamación de triunfo y por
una FANB desprestigiada hasta la médula. Nada más patético para una tiranía que
saberse minoría y presentar unos resultados electorales inverosímiles, como los
definen los medios y la comunidad internacional.
El régimen mordió de nuevo el
polvo de la derrota el domingo pasado, al equivocarse escogiendo la
constituyente comunal fraudulenta como coartada criminal para evadir la
justicia y al conocer en carne propia el desprecio popular. En definitiva,
surgió más débil y deslegitimado esta vez, al conocer el divorcio definitivo de
la población con su propuesta política. En esencia, está desnudo e
injustificado ante el universo entero que exige retomar el hilo constitucional.
De allí la desesperación del
carómetro oficialista, sonrisas fingidas, poses triunfalistas ensayadas,
discursos que apelan ridículamente a la historia, en un escenario donde
anuncian 8 millones de votos ante ciudades y pueblos del territorio nacional
que no reflejan el jolgorio popular espontáneo de 1999, cuando nació la vigente
Constitución. Por el contrario, luego de 18 años, es una Venezuela de calles y
avenidas desoladas, convertida en pueblos tristes y ciudades enlutadas por la
cruenta represión oficialista.
Para el régimen es evidente la
desobediencia civil ante sus dictámenes, a pesar de que derrochó toneladas de
propaganda en cadenas inclementes sobre la red mediática, de que amenazó a
millones de trabajadores del sector público con despedirlos si no votaban el
30J y a adultos mayores de despojarlos de pensiones y jubilaciones, de que
reprimió a discreción con metralla y gases contaminantes, no logró amedrentar
ni doblegar la decisión libertaria de la mayoría de los venezolanos.
Ese es el origen de la ira
desatada el domingo 30J, mimetizada en los discursos de la vocería oficialista,
al anunciar que no hubo un solo fallecido, aunque ya se conocían los partes de
guerra de Mérida y Táchira, donde se informaron los fusilamientos de varias
decenas de jóvenes que luchaban por la libertad. La saña y la felonía
características de los personeros del régimen se reafirmaron en la danza
y la burla a los fallecidos, inspirados en la jauría sedienta de sangre y
muerte.
Ahora se anuncian desde
Miraflores vientos de guerra, la exterminación del enemigo, la disolución de
los poderes públicos, a partir de la operación asesorada desde La Habana y
Moscú con la implantación de un Estado fascista en pleno siglo XXI, originado
por una constituyente corporativista surgida de una consulta censitaria,
practicada en sus modalidades por Franco, Mussolini, Stalin, Castro y el
apartheid surafricano. Situación que ha generado la alarma internacional y el
desconocimiento por más de 40 gobiernos democráticos de América y Europa, ante
el surgimiento de una constituyente espuria cuyo objetivo es convertir a
Venezuela en una prisión de pueblos, que representa para los factores
democráticos el reto de asumir la nueva etapa con perfil unitario para
recuperar la república.
02-08-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico