Por Ramón Escovar León
“Eso que a ti te parece bacía
de barbero, me parece a mí yelmo de mambrino, y a otro le parecerá otra cosa”,
le dice don Quijote a Sancho en el capítulo XXV de la primera parte
del Quijote. Este pasaje destaca que la verdad es relativa, cada cual
tiene la suya, y a partir de lo que entiende como su realidad dirige su
conducta. En el caso del Caballero de la Triste Figura, su verdad se debe
a las ficciones que tiene registradas en su mente, debido a las excesivas
lecturas de los libros de caballería.
Cuando se discute sobre la
posibilidad de que la oposición participe o no en las elecciones regionales,
brota esa relatividad de la verdad a la que se refiere Cervantes, pues cada
cual tiene la suya y la defiende con autoridad y, en algunos casos, con
adjetivos calificativos y argumentos ad hominem, a veces injuriosos. Esto
es, desde luego, algo normal y hasta necesario en la vida en sociedad, que cada
cual tenga su propio criterio y se desenvuelva dentro de sus circunstancias.
Pero como esta participación en las regionales es un hecho político de
trascendencia para los demócratas venezolanos, es conveniente una reflexión
serena para llegar a ponderar la opción que resulta más beneficiosa. Quien
asume una posición debe tolerar la visión contraria y estar dispuesto a aceptar
que puede estar equivocado, si hay suficientes argumentos que privilegien la
visión opuesta a la suya.
En el caso de la participación
de la oposición en procesos electorales, conducidos por un Consejo Nacional
Electoral (CNE) parcializado, y ayudado por el Tribunal Supremo de Justicia
(TSJ), tenemos dos experiencias recientes que vale la pena recordar: la
abstención en las elecciones parlamentarias del año 2005 y la participación del
año 2015. En el primer caso se cometió un error que nadie discute; y el segundo
caso fue un acierto
De estos hechos es fácil
deducir que se recomienda la participación en las elecciones regionales
previstas para este año. Quienes no están de acuerdo sostienen que la oposición
perderá tanto si participa como si no lo hace, porque el CNE hará “lo que sea”
para favorecer los intereses electorales del gobierno. Esto nos coloca ante una
situación complicada, que los griegos denominaron dilema porque,
cualquiera que sea la decisión que se tome, el desenlace conducirá
irremediablemente al mismo resultado. Se argumenta también que la participación
no arrojará ninguna ventaja, aunque la oposición arrase en las
elecciones,porque el gobierno a través del CNE y el TSJ puede repetir el
estratagema utilizado contra la Asamblea Nacional (AN), y valerse de las
instituciones que controla para despojar a los gobernadores opositores de todas
sus facultades.
Como ejemplo para apuntalar lo
señalado, tenemos lo que ocurrió en las elecciones del año 2015, pues luego del
triunfo arrollador de la oposición, el TSJ se encargó de despojar, sin
detenerse en formalidades, a la AN de sus facultades constitucionales. De
manera que el haber participado en el proceso electoral, en apariencia, no
cambió el poder totalitario que ejerce el gobierno. Incluso lo agravó, pues
inició un proceso cuyo último capítulo es la asamblea constituyente que se
realiza sin haberse consultado al pueblo. Ello, sin embargo, ha servido para
desenmascarar al gobierno de su supuesto carácter democrático y verificar su
verdadero talante dictatorial.
Así, la participación en las
elecciones del año 2015 arrojó unos resultados distintos a los del año 2005
cuando la oposición no participó y dejó en manos del chavismo todo el espacio
parlamentario. Como no participó una de las opciones electorales no fue posible
determinar la correlación de fuerzas para ese momento. Además, lo ocurrido en
el año 2015 permitió demostrar varias cosas: en primer lugar, lo obvio, que la
mayoría del país rechaza al gobierno; en segundo lugar, la intolerancia del
régimen con una AN opositora (el manejo de las instituciones con fines
dictatoriales quedó evidenciado a nivel internacional); y, en tercer lugar, que
el gobierno carece de respaldo electoral y solo goza del apoyo militar y del
Poder Judicial que controla. De no haber participado en las elecciones
parlamentarias del año 2015, la revelación de esta realidad no habría sido
posible.
A lo anterior se suma la
experiencia vivida en nuestra historia pasada. En el año 1952, Jóvito Villalba
y Rafael Caldera (y sus partidos URD y Copei) decidieron enfrentar al dictador
en el amañado proceso electoral de ese año. Acción Democrática (AD) y el Partido
Comunista de Venezuela (PCV) estaban inhabilitados pero los militantes de AD
fueron instruidos por Rómulo Betancourt y Leonardo Ruiz Pineda de sufragar en
contra del dictador, tal como lo ha explicado con lucidez Américo Martín en un
audio que circula en las redes sociales. Los resultados manipulados por el
organismo electoral de la época obviamente controlado por el gobierno
corroboraron el carácter tiránico del gobierno de Pérez Jiménez y esto marcó el
rostro de esa consulta electoral (Villalba fue expulsado ipso
facto del país). La participación pese a los obstáculos, fue un acierto
político.
Igualmente, se ha señalado
que, si la oposición participa, no habrá elecciones; y si no participa, sí las
habrá. Este truco es conocido por los abogados litigantes. Recuerdo la anécdota
que me contó una vez uno de mis profesores sobre un abogado recién graduado que
trabajaba de asistente con su padre, viejo zorro conocedor de la psicología del
venezolano. Padre e hijo sabían que el juez estaba parcializado con la
contraparte y difería constantemente una audiencia en la cual el joven debía
contestar la demanda. Si no asistía, corría el riesgo de no poder formular sus
alegatos oportunamente y perder el juicio. Por eso estaba obligado asistir. El
juez, apelando al cansancio del demandado, seguía difiriendo de manera abusiva
la audiencia que debía celebrarse. Ante esto, el hijo consultó a su padre sobre
si pensaba que la audiencia se celebraría o no. El padre le respondió: “si no
asistes, ese día se celebrará la audiencia; mientras asistas será más difícil
tenderte la emboscada”. Igual ocurre con el proceso electoral: si la oposición
no participa, posiblemente el proceso electoral se celebrará con toda
tranquilidad y el madurismo obtendrá, sin esfuerzo, todas las gobernaciones. Si
se inscriben, hay posibilidad de que se cambie su fecha o que no se realicen,
pero, como en el caso del joven abogado, la oposición no tiene otra opción que
seguir el juego buscando sortear los obstáculos hasta vencer. De no hacerlo,
perderá todos los espacios.
Si la oposición vence y el
gobierno lo niega, impide u obstaculiza la elección, estará exponiendo en
vitrina al mundo, una vez más, el control totalitario del Psuv y la imposición
implacable del neototalitarismo del siglo XXI en Venezuela. Aquí se resuelve el
dilema porque quien perderá más será la revolución bolivariana: un
totalitarismo comunista en la región perjudicará a todos en el hemisferio con
las consecuencias de inestabilidad que genera este tipo de sistemas.
Se trata de una situación
anómala, que no es propia de una democracia civilizada, pero no se puede perder
la oportunidad de doblegar a la dictadura electoralmente. Como en el caso del
yelmo de mambrino que presenta el diálogo entre Sancho Panza y don Quijote, así
es como veo la situación y otros la verán de manera diferente. Opinar en
asuntos políticos complejos cuando las pasiones están encendidas ofrece sus
riesgos. Ya lo explicaba Aristóteles en su Retórica al referirse a la
sacerdotisa que no permitía a su hijo dirigir arengas al pueblo: “Porque si
hablas con justicia, te odiarán los hombres; y si con injusticia, los dioses”.
15-08-17
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