Omar Barboza Gutiérrez 06 de agosto de 2017
o que
ocurrió el pasado 30 de julio constituye un gran triunfo de la soberanía
popular a la que se pretendió burlar con la convocatoria de una Constituyente
fraudulenta. Desde tempranas horas de ese día, Venezuela y el mundo pudieron
comprobar que los Centros de Votación estaban vacíos, y que al contrario de
unas elecciones democráticas con gran participación del pueblo, lo que
presenciamos fue el gran velorio de un engendro político que nació muerto, y
que trataron de revivirlo con trampas, que al ser descubiertas lo que hicieron
fue enterrarlo en la ilegitimidad.
En
estos momentos tan difíciles para nuestro país, es oportuna una profunda
reflexión sobre las causas de esta crisis para que nos ilumine la mejor manera
de salir de ella sin repetir los errores del pasado. El debilitamiento de
nuestros partidos políticos, que se agudizó en los años 90, en vez de generar fuertes
reacciones en la sociedad para reclamar las necesarias rectificaciones a las
desviaciones partidistas, más bien condujo a gran parte de ellas a concebir a
Chávez como la encarnación de sus sueños antipartidistas, tanto la antipolítica
de izquierda como la de la derecha coincidieron en dar ese salto al vacío.
Esa
posición que se hizo mayoritaria en su momento, propició la entrega del poder a
través de los votos, a un proyecto antidemocrático con una visión unilateral
que conduce al personalismo, la confrontación y la guerra, donde los esfuerzos
no están dirigidos a convencer sino a imponer. Para lograr sus objetivos era
necesario eliminar la función de ser correas trasmisoras entre la sociedad y el
Estado que cumplen los partidos políticos, los gremios, los sindicatos, las
universidades, y la sociedad civil organizada, para evitar que se conviertan en
obstáculos al ejercicio del poder con los límites que impone una democracia.
Al
asumir esa dirección nos olvidamos de recuperar el sentido de la política
interpretada como la manera de ejercer la vocación de servicio a la nación, con
respeto a los derechos de todos los ciudadanos, entendiendo que la democracia
implica el manejo permanente de conflictos de intereses utilizando las vías del
consenso dentro de los límites del estado de derecho.
Con la
llegada de Maduro al poder, y su manera de ejercerlo, nos da una idea de cómo
la antipolítica de diferentes signos nos pueden llevar a resultados tan
nefastos. Calificados intelectuales chilenos coinciden en considerar al
madurismo como una especie de híbrido entre Allende y Pinochet, porque ha
cometido los mismos errores en política económica de la época allendista que ha
generado inflación, escasez, quiebra de empresas, y destrucción de la confianza
de los inversionistas, con el agravante de una gran corrupción; igualmente, ha
competido con Pinochet, y le ha sacado ventaja, en la utilización de la
represión sin límites en contra de los que piensan distinto, con total
desprecio por los elementales derechos humanos.
Cuando
Venezuela se aproxima a cambios que definirán nuestro futuro, debemos asumir la
gran crisis que actualmente vivimos como una gran oportunidad para
rectificaciones de fondo en la conducción y objetivos de las políticas
permanentes que deben orientar los nuevos tiempos, es importante salir de
Maduro y del modelo que representa, pero en paralelo debemos rectificar las
desviaciones que permitieron la llegada al poder de este proyecto antinacional,
que ha comprometido la posibilidad de que Venezuela llegue a tener la grandeza
que se merece como país.
La
crisis en diferentes dimensiones que vivimos es inédita, y es difícil
compararla con alguna de las otras situaciones que hemos vivido en nuestra
historia o la de otros países. Por eso no es fácil predecir una única forma de
salir de ella. De lo que no tenemos dudas es que al final la solución debe ser
y será democrática, porque es la única vía civilizada que nos permitirá la
reconciliación necesaria para la reconstrucción de la patria en todos los sentidos,
incluyendo el rescate de los valores.
Lo que
no podemos es renunciar a la necesidad del cambio político urgente, como
condición para superar la grave situación que vivimos todos los venezolanos.
Para ponerle fin a la dictadura de Pérez Jiménez, fue necesario un gran
movimiento popular que al final fue apoyado por las Fuerzas Armadas, y luego de
una breve transición llegó la solución definitiva, la de los votos del pueblo.
Ojalá que ese tránsito previo no sea necesario para lograrlo, pero lo que sí es
seguro, es que de esta situación vamos a salir, restableceremos el respeto a la
Constitución, y por la vía democrática retomaremos el camino del progreso en
libertad, de la paz verdadera, no la de los sepulcros que es la que nos quiere
imponer este gobierno.
Así,
haremos honor para siempre a los héroes que han caído en la lucha por la
libertad.
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