EWALD SCHARFENBERG/IGNACIO FARIZA 14 de agosto de 2017
A
principios de julio, el supermercado Mi Negocio, un local de barrio que
regentan inmigrantes portugueses y sus descendientes en la Alta Florida —una
zona de clase media alta del norte de Caracas— amaneció cerrado. La víspera, un
grupo de opositores había acosado a la responsable oficialista del Consejo
Nacional Electoral (CNE), Socorro Hernández, mientras compraba en el
establecimiento. Como represalia, las autoridades determinaron su cierre.
Al día
siguiente, varios miembros de la Guardia Nacional rodeaban la tienda de
abarrotes. Parecía otra medida de sanción. Pero no: Tras varias semanas sin
aparecer, había llegado un despacho de harina de maíz precocida, necesaria para
hacer arepas, el pan criollo de los venezolanos. El tumulto que ya se empezaba
a formar requería de la presencia de los agentes del orden, armados con fusiles
de asalto Kaláshnikov.
La
escena habla por sí sola de la desesperación diaria de los venezolanos por
conseguir productos de consumo básico —en especial alimentos y medicinas— en uno
de los países más ricos de América Latina en recursos petroleros. La escasez se
ha hecho crónica para amplias capas de la población, apenas paliada por la
producción intermitente de las pocas industrias locales que quedan y los
cargamentos de bienes importados que intermediarios compran en el exterior para
entes gubernamentales.
La
firme decisión de las grandes potencias latinoamericanas de aislar
económicamente al régimen de Nicolás Maduro, tomada el pasado martes en la
cumbre de Lima, llega en un momento de grave crisis para la economía nacional.
De cumplirse las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI),
el PIB se contraerá un 12% este año tras haberse desplomado un 18% en 2016. Y
los nubarrones están lejos de desaparecer del horizonte: en 2018, la economía
venezolana seguirá en negativo. “La situación es crítica: 2017 será recordado
como uno de los peores años de su historia”, afirma Raúl Gallegos, director
asociado de la consultora especializada en riesgo Control Risks y autor de
¿Cuándo se jodió Venezuela?.
En
solo cuatro años el PIB venezolano habrá caído más de un 50%, según las cifras
del economista Ricardo Hausmann. “Por mal que estuviera el país, esta situación
era inimaginable hace solo unos años”, asevera Gallegos. “Estamos entrando en
una época en la que se va a ver, aún más, la presencia expropiadora del
Gobierno en el ámbito económico, justo en el momento en el que más escasean las
divisas para importar materias primas y productos terminados”. Este punto es
especialmente importante en el caso de Venezuela, un país que importa el 80% de
los productos que consume.
Más
allá de la mala administración gubernamental, a la que se achaca el grueso del
problema en el que está inmersa la economía venezolana, una parte importante de
la crisis reciente tiene que ver con el bajo precio del petróleo en los
mercados internacionales: el barril de crudo Brent, el de referencia en Europa,
ha pasado de 115 a 50 dólares (de unos 97 a unos 42 euros, al tipo de cambio
actual) en solo tres años. Un revés difícilmente asumible para un país en el
que, según los datos de Diego Moya-Ocampos, analista senior de la consultora de
información IHS, la cuarta parte del PIB, la mitad de los ingresos fiscales y
el 97% de las divisas dependen directamente de las exportaciones de petróleo.
Sin
embargo, el problema empezó mucho antes del abaratamiento del petróleo. “Con el
barril a 100 dólares [hasta el final del verano de 2014] ya había escasez”,
matiza Moya-Ocampos. “Por aquel entonces, el modelo venezolano de gasto público
ya era insostenible; el desplome del petróleo solo agravó la situación y puso de
relieve que el modelo chavista de desarrollo no era sostenible”. De hecho,
cuando Hugo Chávez llegó al poder, el barril de Brent estaba en torno a 12
dólares, por lo que se ha más que cuadruplicado durante el chavismo pese a la
fuerte caída de los últimos años.
Con la
base industrial arrasada por una larga campaña de expropiaciones y controles
que empezó en 2003, hoy más que nunca Venezuela depende de las importaciones.
Se calcula que ocho de cada diez productos consumidos en el mercado local son
importados, lo que la convierte en altamente vulnerable, en especial al tipo de
cambio. La semana previa a la instalación de la Asamblea Constituyente, que el
régimen de Maduro auspicia y que se espera dé pasos a la instauración de un
régimen más autoritario, el bolívar se depreció un 42% en cinco días. Un golpe
más para una economía que no levanta cabeza.
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