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sábado, 19 de agosto de 2017

La pata coja por @cgomezavila


Por Carolina Gómez-Ávila


Que la MUD es una coalición de partidos políticos nacida de la necesidad de hacer frente común a un proyecto contrario al ejercicio de la democracia plena, es algo que aún no ha sido efectivamente comprendido por la sociedad (civil, siempre que no pretenda golpes militares o invasiones extranjeras).

Tampoco ha sido comprendido que, precisamente por ser una coalición de partidos políticos, en la MUD hay pensamiento plural. Por eso, los democráticos disensos han resultado indescifrables para quienes tienen casi 20 años creyendo que el pensamiento único es sinónimo de fortaleza y unidad.

Menos aún se asume que las decisiones estratégicas de la MUD no deben ser tomadas en público y que no todas deben publicitarse, atendiendo a un imperativo de supervivencia. Pocos aceptan que la población desconoce (y es necesario que así sea) cantidad de elementos de juicio que los líderes evalúan antes de decidir las maniobras para intentar sacarnos de este atolladero histórico e inédito en la historia de la humanidad.

Lo que abunda es la desvergonzada exigencia de estar informados de todo y en detalle, sin hacer esfuerzo alguno para procurarse esa información o cediéndolo a actores que lo hacen mal o sesgadamente. Sobre la incomprensión, mal uso o aviesa manipulación de estas responsabilidades, se construye la opinión pública y sobre ella, el destino de la nación.

Opinar es un derecho tan sagrado como es sagrado el deber de estar debidamente informado antes de emitir opinión. Si ha entendido esto, entenderá también que está obligado a aprender a informarse. Paradójicamente, encontrar las fuentes adecuadas de información es más sencillo hoy que hace 20 años, pero quienes detentan el poder contaminan esa información con propaganda desde sus orígenes y los medios de comunicación no siempre la filtran adecuadamente, por impericia o por intereses no manifiestos.


No está exenta de responsabilidad la MUD, entonces. Me refiero a sus pocos canales de comunicación y, por extensión, los que están a cargo de la Asamblea Nacional. Si todavía la MUD y la AN no han logrado hacer calar su importancia y las bondades de la pluralidad democrática, es porque han entregado su política informativa a militantes de una u otra tolda que la usan para promover sus líneas partidistas o personales y -a veces- a representantes de los poderes fácticos a quienes más les vale destruirlas antes de que se conviertan en referentes de democracia y República.

La antipolítica, cómplice necesaria de la dictadura para perpetuarse en el poder, se refocila en sus baches y deslices informativos -que no son pocos- y los convierten en “división”, “incompetencia”, “falta de estrategia” y “prevalencia de un cogollo”, sólo para desprestigiar a placer el ejercicio de la política. Tal como hicieron en 1998.

19-08-17




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