Luis Manuel Esculpi 15 de agosto de 2017
@lmesculpi
La
presentación ya era un presagio de lo que vendría después. La presidenta de la
ilegítima, relacionó la fecha y su llegada al salón protocolar del Palacio
Legislativo, con la entrada del Libertador a Bogotá después de la Victoria en
Boyacá, denominándolo “protector de los venezolanos”; preparando la escena para
lo que denominarían un histórico discurso.
La
coherencia no es una de las características que destaca en sus disertaciones.
La sindéresis no le es propia. Aún cuando considera que la iniciativa le
permitió retomar la ofensiva política, intuye que la solución de la crisis
económica y social poco o nada tiene que ver con su constituyente. Correr la
arruga, ganar tiempo, llegar a finales del próximo año -aunque sea rampando-
ese es el objetivo, es una manía obsesiva.
Percibe
que es en el terreno de lo político donde puede intentar alcanzar la meta
propuesta, con las elecciones regionales pretende dividir la oposición,
propiciar un debate que distraiga la atención, estimule el desaliento y la
incertidumbre, contando con la prédica contra la unidad de sectores extremistas
o la mal llamada “oposición de la oposición”.
Al
inicio de sus palabras calificó los fraudulentos comicios donde resultó electo
el auditórium que lo recibió como los “votos heroicos”. Después de las divagaciones
y galimatías recurrentes reaccionó ante la reunión que se había celebrado en
Lima donde catorce países desconocieron su constituyente, proponiendo un
encuentro “cara a cara” de los presidentes latinoamericanos; eso después de
agredir al de Méjico, Perú y Colombia.
Reiteró
en su retórica supuestamente pacifista la necesidad de dialogar y sostuvo que
sentaría a la oposición de nuevo “por las buenas o por las malas”; proyectando
así la original manera como concibe el diálogo.
Al
mismo tiempo que expresaba su voluntad de conversar con Trump, ordenándole al
Canciller concertar una conversación con el Presidente de los Estados Unidos,
llegando a señalar que incluso estaba dispuesto a establecer relaciones de
cooperación.
La
repuesta del presidente norteamericano no se hizo esperar expresando que
dialogaría cuando se restableciera la democracia en Venezuela, pero anunciando
que entre las opciones que consideraba estaba la de una intervención militar.
Haciéndole un monumental favor a Maduro al ponerle en bandeja de plata los
argumentos para facilitarle la justificación a su prédica antiimperialista.
Importantes
países aliados de la causa democrática venezolana como Colombia, Brasil, Méjico
y Chile se pronunciaron en desacuerdo con la infeliz declaración de Trump.
Nosotros
que enfrentamos este proyecto desde sus inicios por considerarlo un modelo
fracasado, militarista y autoritario entre otras razones fundamentales, también
lo enfrentamos por su falsa postura en defensa de la soberanía, cuando entrega
a los cubanos áreas estratégicas de nuestro país entre ellas: el sistema de
identificación, registros y notarías, los organismos de seguridad y presencia
en la Fuerza Armada tal como ha sido denunciado por diversos oficiales en
situación de retiro.
Rechazamos
como una cuestión de principios todo tipo de intervención extranjera en nuestro
país. Apoyamos el documento de la Mesa de la Unidad y coincidimos con quienes
afirman que constituye un falso dilema el tener que optar entre la injerencia
cubana o la intervención norteamericana. Nuestra condena a la conducta sumisa
del régimen actual al gobierno de la isla del Caribe, no nos lleva a estar de
acuerdo con la intervención de otro país. Somos fieles a nuestra conciencia,
consecuentes con nuestras convicciones, con la defensa de la soberanía
nacional, los principios democráticos que enarbolamos y con la magnífica
tradición de lucha que nos honra y enorgullece como venezolanos. A ella jamás
renunciaremos…ni por las buenas, ni por las malas.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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