Por Henrique Capriles
La avalancha de
posicionamientos contra el régimen madurista de los distintos países del mundo
crece con el pasar de los días, sobre todo después del fraude constituyente. La
cúpula que se mantiene el poder sufre el repudio internacional y sus acciones inconstitucionales
nos están aislando cada vez más, especialmente de países hermanos y vecinos que
han sido nuestros aliados históricos.
Lo que pasa a lo interno de
nuestra Venezuela no es muy distinto. Usando palabras bonitas en sus discursos
pretenden engañar a todo un pueblo que lo que quiere es vivir en tranquilidad.
La presidenta de facto del fraude constituyente habla de igualdad, convivencia
y tolerancia, y yo me pregunto: ¿qué significan esas palabras para ella cuando
fueron asesinados más de 120 personas y miles de venezolanos fueron detenidos y
torturados solo por ejercer su legítimo y constitucional derecho a la protesta?
¿cómo se traducen esos valores cuando pretenden meterle miedo a millones de
venezolanos a través de la represión para que no salgan a manifestar su
descontento?
Paz y Amor. ¿Sabrán realmente
lo que significan estas palabras la cúpula madurista?
Lo dudo, porque por Decreto
han pretendido “solucionar” los problemas del país. Como por Decreto buscan
eliminar el poder más legítimo que tenemos hoy en día en el país, la Asamblea
Nacional, electa por más de 14 millones de venezolanos que en 2015 con su voto
dijeron que querían un cambio.
Quieren cortarle la cabeza a
todos los poderes constituidos que los adversen, para así hacer y deshacer a su
antojo sin que nadie pueda ser un obstáculo. Lo han hecho con la Asamblea
Nacional, con la Fiscalía General y con todos los gobernadores y alcaldes que
le hemos hecho frente a los atropellos de Nicolás Maduro y su camarilla.
Pero los problemas no desaparecen
por un Decreto, al igual que la felicidad no se decreta. Esa debería ser una
lección ya aprendida.
La escasez de productos de
primera necesidad va de mal en peor, en algunos casos la ausencia de rubros es
total, como pasa exactamente con las medicinas, lo que ha traído como
consecuencia una crisis humanitaria sin precedentes. La canasta básica aumenta
a pasos agigantados mes a mes, superando ya los 2 millones de bolívares,
mientras el invento del salario integral no llega ni a 300 mil bolívares. Pese
a que el gobierno vendió que el fraude constituyente sería la solución al
problema del acceso a los alimentos, fue una promesa trasnochada, como todas
las que ha hecho desde que llegaron al poder.
Y mientras la crisis se sigue
agudizando, el ocupante temporal de la silla de Miraflores no escatima en
seguir derrochando los recursos públicos en viajes de “asesoría y placer”. Pero
al momento que escribo este artículo, el señor Maduro lleva 5 días en Cuba,
nadie sabe nada al respecto porque pretendió que fuera un viaje en secreto y
dejó de serlo. Obviamente, para él y los enchufados que lo acompañan no es un
problema que estemos en presencia de un proceso hiperinflacionario que amenaza
con destruir por completo el ya tan mermado consumo de las familias y de toda
la economía en general.
Lo más grave es que el
detrimento de la producción aunado a la inflación en los precios, se combina
con una crisis de balanza de pagos que claramente compromete el pago de
servicio y amortización de la deuda externa para el presente año. Las cuentas
externas se han perjudicado desde que los precios del petróleo comenzaron a
descender, y por si fuera poco, el gobierno mantiene compromisos petroleros
adquiridos con la República de China, los cuales conllevan a la entrega de
barriles diarios como parte de pago de deudas bilaterales, pero que restan a la
oferta potencial de petróleo venezolano en los mercados internacionales.
El remate de los activos y las
facturas petroleras es sólo una muestra de cómo esta dictadura ha permitido que
otros países se beneficien en perjuicio de los venezolanos. Producir el
petróleo en Venezuela es cada vez más costoso. Algunos expertos atribuyen estos
excesivos costos al equivocado manejo de nuestra PDVSA, que en 2005 tenía
60.000 empleados y actualmente cerca de 160.000, que en su mayoría desarrollan
labores políticas partidistas que nada tienen que ver con el tema petrolero.
No hay que ser un experto para
saber que la prioridad en este momento para nuestro pueblo es la grave crisis
económica y social sobre la cual no hay una sola acción por parte del gobierno
para solventarla. Que las elecciones regionales no nos distraigan en ello.
La crisis económica y social a
la que nos ha conducido la torpeza del gobierno, su falta de sensibilidad hacia
los rigores que sufre la población, su insensatez ideológica, han golpeado con
especial énfasis a las ciudades y pueblos del interior del país. La Venezuela
profunda está devastada ante la indolencia oficial. La insatisfacción con el
gobierno es generalizada y las elecciones regionales son una lucha más para
anclar el camino hacia la exigencia general de un cambio democrático, pero no
olvidemos el objetivo superior: salir de esta pesadilla que significan Maduro y
su camarilla.
El cambio que el país requiere
tiene que estar profundamente arraigado en las realidades regionales y sus
especificidades. De lo contrario, sería un esfuerzo sin raíces, altamente
vulnerable, muy débil para tomar las difíciles pero inevitables medidas que se
necesitan para enderezar el rumbo hacia la convivencia y la prosperidad que el
país se merece.
La clara intención del régimen
es dividirnos, porque saben que tenemos la fuerza popular y la capacidad para
sacar a nuestra Venezuela de la crisis donde ellos nos metieron. Sabemos que
las elecciones regionales son un intento para lavarse la cara frente al mundo,
pero le temen a los votos tanto como el Diablo a la cruz, y por eso
inhabilitan, apresan y persiguen a los dirigentes democráticos que saben les
darían una paliza en sus jurisdicciones.
Aun cuando sabemos de la
parcialidad y lo fraudulento del CNE, es un error repetir el escenario de las
parlamentarias de 2005, cuando se le dejó el camino abierto al gobierno, y a
pesar de una abstención electoral del 75%, el régimen se apoderó de la
totalidad de los escaños, lo que le permitió modificar leyes y ejercer
autoritarias decisiones que nos condujeron a una destrucción masiva del aparato
productivo y nos condenaron a padecer la inflación y la escasez más altas del
mundo.
Recordemos además las
gobernaciones que se perdieron en el 2012 por la abstención y recordemos la más
reciente elección donde ganamos la Asamblea Nacional porque estuvimos
organizados para defender cada voto. El voto, al final, depende de cada
venezolano y de nuestra capacidad de organización para estar en cada mesa del
país y permitir que la inmensa mayoría que hoy somos se exprese. Recordemos que
solución perfecta no hay, y que las decisiones deben ir sobre la base de cuál
escenario conviene más para lo que queremos todos, que es el cambio definitivo
del país.
La razón nos dice que debemos
mantenernos unidos en esta lucha para salvar nuestra democracia. No podemos
permitir que la división que aúpa el gobierno nos desmovilice y desoriente,
porque estamos convencidos que nuestra mayor fuerza es la unión.
Son momentos difíciles, pero
la fuerza para seguir adelante está en cada uno de nosotros, y si nos unimos
todos los que queremos expresar nuestro descontento, por razones sociales, por
razones económicas y en defensa de la democracia, tendremos una fuerza
invencible con la que alcanzaremos el cambio tan soñado. Yo sigo creyendo en
los venezolanos y en nuestra Venezuela, creo que esta prueba tan difícil
terminaremos superándola para que nazca una nueva patria de progreso.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela y nos guíe en este camino de obstáculos!
20-08-17
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