Trino Márquez 03 de agosto de 2017
@trinomarquezc
Las
declaraciones Antonio Mugica, gerente ejecutivo de la empresa Smarmatic, sobre
la concurrencia a las elecciones a la asamblea nacional constituyente, tuvieron
el efecto de una bomba. Todos los indicios que existían de la paupérrima
votación que hubo el domingo 30 de julio, quedaron desnudados con la
intervención pública de Mugica, quien para no herir más la susceptibilidad de
su generoso y consecuente cliente durante trece años, habló de una
“manipulación de al menos un millón de
votos”, cifra por muy debajo de las estimaciones de los expertos y
organizaciones de la sociedad civil encargadas del seguimiento de los eventos
electorales, quienes aseguran que la inflación aplicada por el gobierno es
superior a 160 por ciento. Es decir, la asistencia real no sobrepasó, en
números redondos, los 3.000.000 de votantes, muy lejos de los ocho millones
anunciados por la señora Tibisay Lucena, sin que se le moviera ni un músculo de
la cara.
El
número, acordado entre las rectoras del CNE y los barones del Psuv y el
régimen, perseguía eclipsar la jornada del 16 de julio. Todo habría quedado en
el mundo de las sospechas y presunciones de no haber salido el señor Mugica a
poner las cosas en orden. Como era de esperarse, la respuesta del régimen ha
sido el cinismo. Con el mismo desparpajo que la noche del domingo celebraba el
fraude consumado, ahora dicen que el gerente de Smarmatic es el nuevo cachorro
del Imperialismo.
Esta
empresa internacional desde luego que no se movilizó por razones morales. No es
que se preocupe por despejar las dudas que dejó ese amañado proceso. Sus
cavilaciones son más terrenales. Ven en serio peligro sus negocios en los
países donde se han establecido o quieren hacerlo. Las amenazas de los Estados
Unidos y de la Unión Europea al régimen de Maduro surtieron sus primeros
efectos. No poder echar raíces en suelo norteamericano o europeo resulta un
castigo demasiado costoso para cualquier empresa o negocio. Además, Smarmatic
tiene que competir con otras firmas importantes del ramo. La confianza y
credibilidad que inspire una compañía en
esta área, resultan fundamentales para competir en condiciones ventajosas. No es muy atractivo exhibir en el currículo
haber avalado la escandalosa estafa cometida por un régimen cada vez más
aislado y desprestigiado internacionalmente. Las condenas a la constituyente
madurista en todo el mundo democrático, antes y después de realizados los
comicios, debieron haber estremecido los cimientos de ese grupo empresarial.
¿Para qué atarse a un gobierno cada vez más condenado por los otros países y,
para colmo, más pobre? De estos estados forajidos hay que huir. Son una peste.
Smarmatic le disparó al gobierno de Maduro en defensa propia.
Sin
embargo, de las denuncias de Smarmatic
no hay que sacar la errónea conclusión de que la MUD no debe participar en las
próximas elecciones de gobernadores y alcaldes. Primero, no se sabe si la
asamblea constituyente va a permitirlas. Bastaría que la plataforma unitaria
decida en bloque que no asistirá para que ese aquelarre las promueva con
entusiasmo. Entonces, lo mejor es decir que se va a concurrir con el fin de
obligar a los constituyentistas a medir
bien sus pasos. Si se mantiene el llamado a esos comicios, la MUD se encuentra
en condiciones de exigir que se cumplan todas las condiciones que rigieron en
la cita de 2015, cuando se obtuvieron dos tercios de la Asamblea Nacional. Bajo
condiciones similares a las de ese año, la oposición debería alcanzar una
votación superior a la de esa oportunidad. La situación nacional ha empeorado.
El gobierno, luego del obús lanzado por Mojica, tendrá que hacer algunas
concesiones. La obsecuencia de Lucena no será suficiente para bloquear los
cambios.
Participar
en los comicios regionales no debe ser
interpretado como un reconocimiento al régimen fraudulento que representa
Maduro y el CNE, sino como una nueva oportunidad de demostrar que la oposición
continúa apegada a la Constitución de 1999, de reafirmar que los sectores
democráticos buscan resolver la crisis mediante el ejercicio del sufragio
universal, directo y secreto, y que somos la inmensa mayoría del país. Esas
elecciones hay que convertirlas en el preámbulo de las elecciones para elegir
el nuevo Presidente de la República y un escenario en el cual se combatirá con
los fraudulentos constituyentistas. De
nuevo se ofrecerá la ocasión de evidenciar que los demócratas integramos la
inmensa mayoría del país.
Este
reto podrá asumirse con éxito si se superan los prejuicios tan arraigados en
algunos sectores de la oposición. Los demócratas no debemos desechar las
elecciones. Mucho menos cuando combatimos una dictadura. Lo aconsejable es demandar y luchar porque se
establezcan las condiciones mínimas que resguarden el proceso de votación y la
pulcritud de los resultados. Siempre hay que recordar el 6 de diciembre de
2015.
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