Por Fernando Mires
En Venezuela, antes de cada
elección, surge la misma controversia. Los argumentos son, si no iguales,
parecidos. Al final se impone la razón y la mayoría de la oposición vota. Si la
oposición gana, todos festejan el triunfo. Esta vez, en cambio, hay algunas
variantes. Las anunciadas elecciones regionales que deberían haberse realizado
un año atrás, están por venir. Tendrán lugar después de las grandes
demostraciones de masas en defensa de la Constitución, iniciadas en abril del
2017. Los ánimos están enervados y no es para menos: el régimen ha asesinado a
muchos seres humanos. Casi todos, jóvenes.
La dictadura, ya abiertamente
declarada, ha impuesto mediante el fraude más grosero conocido en toda la
historia electoral latinoamericana, una asamblea constituyente, fascista y
cubana a la vez. El ambiente es propicio para todo tipo de aventuras
antipolíticas, y también hay razones que lo explican: la lógica de la fuerza
representada en una mafia de poder en alianza con los altos mandos del ejército
se ha impuesto por sobre la voluntad de la inmensa mayoría. Bajo estas
condiciones ha crecido en el seno de la oposición un abstencionismo
políticamente anómico pero a la vez militante; muy destructivo con respecto a
la única organización política de oposición que existe en Venezuela: la MUD.
Frente a las amenazas que
provienen del régimen y de los divisionistas, los sectores democráticos de la
oposición intentan defender los pocos espacios que restan. Como una
contribución solidaria a la lucha que ellos libran en condiciones tan adversas,
he redactado trece puntos que, en mi opinión, son razones que deben tenerse en
cuenta para participar en las elecciones regionales de 2017. Siempre y cuando
tengan lugar. Pues bajo una dictadura ejercida por personajes sin principios, seres
brutales al servicio de sus propias ansias de poder, todo puede ser posible.
1.
Las elecciones regionales están pautadas en la
Constitución. Desconocerlas o renunciar a participar es seguir a la pauta de la
dictadura –la que como toda dictadura es antielectoral–. Es faltar a la letra y
al espíritu de la Constitución. Es romper con la línea histórica de la
oposición. Línea que ha sido definida por sus principales líderes y suscrita
por la gran mayoría de sus partidos como pacífica, democrática,
constitucional y electoral. La Constitución es la guía, es el programa y es la
ruta de la oposición. Sin la Constitución la oposición no existiría. Todo
lo que es la oposición se lo debe a la Constitución. La decisión
divisionista, derrotista y abstencionista de una parte de la oposición liderada
por el grupo Vente, es anticonstitucional y por lo mismo hace el juego a
los planes de la dictadura.
2.
Entre oposición y Constitución hay una relación
simbiótica. Todo voto a favor de la oposición es un voto a favor de la
Constitución. Por esa misma razón, todo voto a favor de la Constitución es un
voto en contra de la constituyente cubana. La principal contradicción política
de las próximas regionales deberá ser -siempre y cuando los partidos y
candidatos entiendan la esencia del problema-: o Constitución o
constituyente. Agitar esa contradicción es más importante que el número de
gobernaciones que puedan ser ganadas. Las elecciones, en ese sentido, no son
solo un fin sino, además, un medio de agitación política a favor de la
Constitución. Convertir a las regionales en un movimiento democrático, popular
y constitucionalista es la gran tarea política del momento.
3.
El 16/J la mayoría del pueblo venezolano votó
(simbólicamente) en contra de la constituyente, no en contra de las elecciones.
Y la razón es elemental: la constituyente fue inventada para evitar las
elecciones, sobre todo las regionales, destinadas a privar a la dictadura de
todos sus poderes locales. Luego, al votar en contra de la constituyente, los
venezolanos votaron a favor de la reivindicación del sufragio universal. Los
puntos 2 y 3 tampoco auspician el abstencionismo. Por eso, los que hablan del
mandato del 16/J, tergiversan su sentido, tanto en su letra como en su
intención. Aparte del rechazo terminante a la constituyente, no hay, en ninguno
de los tres puntos del 16/J, un mandato explícito a favor de la abstención
electoral.
4.
La Unidad al ir a las elecciones regionales no
interrumpe sino confirma su continuidad política. La MUD siempre ha sido
electoral. Nació y se configuró como una asociación electoral. Que, obligada
por las circunstancias, hubiera debido asumir otras funciones, es otro tema. Lo
importante es que la MUD ha continuado la línea trazada el año 2007 cuando
defendió la Constitución en contra del propio Chávez. Sus más grandes éxitos
han sido electorales. Electoral fue el triunfo que robaron a Capriles en las
presidenciales del 2013. Electoral fue el grandioso triunfo del 6D. Electorales
son las alcaldías y gobernaciones arrancadas a la dictadura. Electorales fueron
las grandes manifestaciones por el RR16. La defensa de la AN, elegida
electoralmente, fue el punto de partida de las grandes movilizaciones que
llevaron a Maduro a imponer la constituyente cubana. Electorales por último
fueron las jornadas que llevaron a votar el 16/J en contra de la
constituyente. No hay ningún motivo para que la MUD se aparte de la vía
electoral, la única que conoce. Romper la vía electoral es romper la
oposición. Quienes lo hacen están por cierto en su derecho. Pero para ejercerlo
deben presentar una línea política diferente. Y hasta hora, definitivamente, no
la tienen. Son como los perros hortelanos de la política: no hacen ni dejan
hacer.
5.
Al plantearse en contra de las elecciones, sin
ofrecer ninguna otra alternativa, los abstencionistas solo piensan en dos
posibilidades: o en una invasión o en un golpe militar. En cualquiera de los
dos casos la oposición no tiene ningún papel que jugar. De este modo los
abstencionistas no solo exigen la abstención. Además, buscan eliminar a la
oposición, sobre todo a la MUD, como sujeto político, condenándola a servir de
coro de acciones en las cuales ella no tiene ningún poder de decisión.
6.
Las elecciones se encuentran en perfecta
continuidad con las protestas iniciadas en abril del 2017. No hay ningún
objetivo surgido durante las protestas del 2017 que no pueda ser revivido
durante las campañas electorales que –eventualmente- tendrán lugar. Protestas
sin vía electoral al chocar permanentemente con la soldadesca están condenadas
a la derrota. Las elecciones, en cambio, abren un nuevo cauce. Mientras las
protestas tenían lugar solo en centros urbanos, allí donde hay universidades,
las elecciones pueden llevar la protesta hasta los últimos rincones, ampliando el
espacio de participación pública. Las elecciones regionales son en ese sentido
más radicales que las elecciones presidenciales. Más allá de los
resultados, de los fraudes, y de la posibilidad de que sean eliminadas por el
régimen, las elecciones permiten abrir un nuevo espacio de confrontación
política.
7.
Las elecciones no legitiman al régimen pues el
régimen es anti-electoral. Las elecciones solo legitiman a las
elecciones. Por eso cabe esperar que la dictadura hará todo lo posible por
torpedear, boicotear y, si todo eso no resulta, postergar o incluso eliminar a
las elecciones. Si se da ese caso, como es probable que ocurra, no la oposición
sino la dictadura habrá perdido legitimidad; si es que le queda algo.
8.
Las elecciones tampoco legitiman al CNE. Todo
lo contrario, permiten derrotar al CNE como ya ha ocurrido en otras ocasiones.
Por eso quienes arguyen que no irán a las elecciones después del monstruoso
fraude del 30/J sacan mal las cuentas. Pues ese CNE no es fraudulento desde el
30/J. Lo ha sido siempre. Incluso, el mayor fraude electoral de su historia no
lo cometió el 30/J - en el hecho, una elección interna del PSUV- sino el 14 de
abril de 2013 cuando Tibisay Lucena -al negarse a mostrar los cuadernos
electorales- reconoció, objetivamente, haber robado las elecciones
presidenciales. La oposición aprendió la lección: cuando la votación se
convierte en un aluvión y cuando las mesas son vigiladas una por una, el fraude
puede ser derrotado. Mesa vigilada es mesa ganada.
9.
La monstruosidad del fraude del 30/J cumplió
dos objetivos: el primero: inventar millones de votos para imponer a la
constituyente cubana. El segundo: advertir a la oposición de este modo: “nosotros
somos tramposos, no tiene sentido que ustedes vayan a las elecciones pues con
nuestros fraudes los volveremos a derrotar”. Imposibilitada de ganar las
elecciones, la dictadura ha decidido envilecerlas, desmoralizando a la
ciudadanía y dividiendo a la oposición en electoralistas y anti-electoralistas.
De este modo, si la oposición no acude a votar, la dictadura hará elecciones
adjudicándose un triunfo electoral sobre la oposición “anti-electoral”. El
problema más grave es que una parte de la oposición –ignoramos su magnitud- ya
ha pisado la trampa. Esa parte ha olvidado el principio más elemental de la
política: “nunca hagas lo que tu enemigo quiere que tú hagas”
10.
No el 30/J sino el 6/D debe ser el parámetro
electoral de la oposición. El 30/J solo demostró los límites que es capaz de
traspasar la dictadura cuando la oposición está ausente. El 6/D demostró en
cambio lo que puede llegar a alcanzar la oposición cuando participa activamente
en las elecciones. Si en las regionales no lo hace, tendrá lugar un segundo
30/J. Que nadie tenga dudas. Los responsables serán los abstencionistas. Nadie
más.
11.
La participación electoral bajo dictaduras está
avalada por la experiencia de una gran cantidad de movimientos democráticos que
han usado todos los espacios para acelerar la caída de los tiranos. No se trata
por cierto de reeditar la discusión bizantina acerca de “la dictadura no sale
con votos” o a la inversa: “solo con votos sale la dictadura”. Se trata solo de
tener presente dos hechos objetivos: El primero dice que siempre los
movimientos democráticos han puesto a las elecciones en el primer reglón de la
lista de exigencias. El segundo dice que hasta ahora no se conoce ningún caso
en la historia en el cual una dictadura haya sido derrotada mediante la
abstención electoral.
12.
La mantención de una línea constitucional y por
lo mismo electoral ha sido la principal razón que explica por qué la oposición
ha concitado en su torno un gran apoyo internacional. Si los asesinatos de
tantas personas lograron sensibilizar a la opinión pública mundial no fue por
la innegable tragedia del hecho –en Siria son asesinados grandes cantidades de
seres humanos día a día y la indignación internacional es muy débil- sino
porque quienes cayeron en Venezuela lo hicieron luchando por uno de los
sacramentos de la política moderna: el sufragio universal, inscrito en la
Constitución de 1999 y negada por la constituyente de la dictadura. Si la
oposición decidiera no participar en futuras elecciones, aun argumentando
trampas y fraudes, el impacto sobre esa opinión mundial sería más negativo que
positivo y, sin duda, la dictadura sabría cómo manipular a su favor esa
situación.
13.
Hay por último una razón en la cual están
contenidas todas las demás. Una razón que condiciona a toda otra razón, o –para
decirlo con el vocabulario de Freud- una razón sobredeterminante. Esa es la
razón ciudadana. Significa, según esa razón, que cuando uno vota no lo hace
solo para cumplir un objetivo, o por motivos tácticos o estratégicos, o porque
voy a perder o ganar. Uno vota simplemente porque es un deber hacerlo. Que
otros van a robar mi voto no me exime del cumplimiento de mi deber. Nadie puede
dejarse determinar por la maldad de los otros. El hecho de que Maduro y su
mafia sean unos hijos de puta, es problema de ellos, y alguna vez lo pagarán.
Pero cuando uno vota, también vota para y por sí mismo. El voto es la
dignidad del ciudadano.
18-08-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico